Presentamos un inédito del poeta español Fernando Valverde (Granada, 1980). Este poema inaugura su próximo libro, América, que aparecerá publicado en Estados Unidos el próximo año en edición bilingüe con traducción de Carolyn Forché. A modo pórtico, el texto es una profecía sobre la destrucción del mundo moderno. Las diez plagas del antiguo Egipto comienzan a golpear a la nación más rica sobre la tierra y su emperador, el líder de la mayor democracia del mundo, lejos de intuir las señales, al igual que hiciera el faraón, se muestra insensible a ellas.
En 2017, Valverde publicó en Visor su Poesía (1997-2017) y en 2019, con el sello de Florida University Press y la traducción de Allen Josephs y Laura Juliet Wood, The Insistence of Harm. En marzo de 2020, algunos textos suyos, traducidos por Carolyn Forché, aparecieron en la revista Poetry de la Poetry Foundation.
LOS HIJOS DEL EMPERADOR CELEBRAN LA ABUNDANCIA
UNIDOS POR LO QUE YA NO EXISTE
Allí comerás y te saciarás
Deuteronomio 8:10
En vil mercado convertido el mundo
Espronceda
400.000 muchachos muertos para liberar al mundo,
las aguas de los ríos se llenaron de sangre,
las aguas de los ríos de Europa con sangre de América
fluyendo por el Danubio y el Sena,
peces muertos y hedor irrespirable en la ribera del Rin,
en los puentes del Támesis.
400.000 muchachos muertos son el futuro
convertido en serpiente
frente a los ojos del profeta,
a este lado del muro queda la libertad,
el mundo libre
nacido de la victoria
de los muchachos muertos.
Las aguas de los ríos volvieron a calmar la sed,
fue limpiada la sangre de los baldes de madera
y de las piedras y de las montañas,
y en las casas florecieron las cocinas,
y los edificios se levantaron
unos encima de otros
como escaleras de emergencia
y la soledad fue un caminante dentro de la multitud,
y la muchedumbre una sombra detrás de la abundancia,
y entonces de los ríos emergieron millones de ranas
que poblaron las cocinas y los hornos y las artesas,
y el polvo de la tierra se convirtió en piojos
sobre las bestias y los hombres,
y bandadas de moscas llenaron las casas de los avaros,
pero tampoco esto fue suficiente,
el frío sembrado en el corazón
siguió trepando
hasta convertirse en peste
peste
moviéndose como un huracán por las grandes llanuras,
el hambre tiene el sabor de la carne podrida,
el infierno era una sala de fundición,
cadenas de montaje,
la avaricia no entiende las razones de la patria,
la avaricia circula con libertad,
atraviesa los muros, las fronteras, las divisas, los cálculos,
tienes que recordar que esta tierra no es tuya,
tienes que recordarlo,
repite una y otra vez el emperador,
porque lo peor está por llegar,
lo peor no fueron los últimos 50.000 muchachos muertos
que llenaron de sangre el río Saigón,
el mal está en la sangre de los que llegan
al infierno de las fundiciones,
unidos por lo que ya no existe.
Ellos serán las úlceras sobre los cuerpos
de los hombres y de las bestias,
sólo la piedra podrá proteger los frutos y las raíces,
sólo la piedra podrá servir como resguardo.
Llegaron huracanes,
tornados,
raciones de comida al amanecer,
fuego mezclado con granizo
desgajando los árboles,
destrozando los muros y los diques del emperador
para inundar las casas de quienes sufren.
Pero el corazón del hombre que ocupaba la casa dorada permaneció helado,
porque de nada sirve mostrar la fuerza del viento y de la tempestad
a quienes nunca fueron
alivio en el fracaso,
a quienes no supieron lo que significa
ser la derrota por la indiferencia,
ser agua antes que sangre.
Y el barro fue la culpa pegado a los zapatos de los caminantes,
fue la sospecha y también la vigilancia,
pestillos en los portones,
razones de seguridad,
arcos de detección de metales en los aeropuertos,
deportaciones masivas y nuevas leyes
para calmar el miedo a la libertad.
Una vez que los hijos quedaron insensibles
a la dureza del emperador,
a la avaricia,
al vil mercado,
a los códigos escritos con el dolor de los débiles,
cuando todos dejaron de prestar atención
acostumbrados a la solemnidad,
protegidos detrás de las palabras y de la corrección
y de las cuentas corrientes
y de la propaganda
y de los argumentos que desmienten la propaganda,
todo estaba ya listo para la llegada de las más densas tinieblas
en las que nadie pudo ver a su prójimo:
sólo el bastón dorado del emperador
era reconocible para todos,
sólo en sus manos estaban ya los hombres y las bestias
y también las mujeres
y las langostas
y los campos arrasados por las langostas.
El final es conocido y antiguo,
la muerte de todos los primogénitos,
ya se tratara del hijo de un emperador
o de un preso
o de una bestia.
Y no hubo casa alguna en la que no se helase el corazón de los hombres.