Poesía ¿africana? de Edmond Jabès

Leandro Calle construye un dossier de poesía africana contemporánea. Nos acerca en esta oportunidad a Edmond Jabès (El Cairo, 1912–París, 1991) y se pregunta si este autor puede considerarse africano. “Sí, en cierto sentido”, nos dice. “La respuesta implicaría a su vez preguntarnos qué es un escritor africano y qué significa África cuando decimos África. Por cierto, la huella del desierto atraviesa gran parte de su obra y de su vida”. Judío de nacionalidad italiana, ciudadano francés en sus últimos años, Jabès es una de las voces más interesantes que surgieron de Egipto en el siglo XX. El poema “Somos invisibles” está tomado de Le Seuil / Le Sable, Poemas 1943-1988, Gallimard, 2003.

 

 

 

 

 

Somos invisibles

 

Cuando estás lejos
hay más sombra
en la noche
hay
más silencio
Las estrellas conspiran
en sus celdas
buscan escapar
pero no pueden
Su fuego hiere
pero no mata
A veces hacia él
alza la cabeza el búho
y luego ulula
Una estrella me pertenece
más que al sueño
y que al cielo
distante ausente
prisionera azorada
heroína en exilio
Cuando estás lejos
hay más cenizas
en el fuego
no hay humo
El viento dispersa
todas las hogueras
Las paredes se mezclan
con la nieve
Hubo un tiempo
en donde no te imaginaba
donde atormentado por tu rostro
te seguía por las calles
Tú pasabas apenas asombrada
Yo era tu sombra en el sol
Ignoraba el parque silencioso
donde te me juntaste
Solos los dos
asidos a nuestros sueños
a la altura de nuestras palabras
abandonadas
Duermo en un mundo
donde el sueño es raro
un mundo que me espanta
como el ogro de mi infancia
Tú apareces
detrás de mis párpados
como otras veces
cuando para desvestirte
cubrías la lámpara
que te molestaba
Dormimos lado a lado
en la noche que nos forma
por amor
Te doy tus manos
que caen de las mías
y tu voz
Estás irreconocible
La flor
te llega a la rodilla
corola accesible
por tu cabellera
flor de sangre
Crece
insensible
entre piedras lunares
donde los muertos para perecer
en un último esfuerzo
deshacen el cinturón de polvo
que llevan
Hubo un tiempo
donde tu cuerpo
abría los caminos
Te confundías
con el horizonte
No veo más
donde respiras
Te defiendes
Mis ojos han llevado los tuyos
mis piernas han desatado tus piernas
y mi boca tus labios
Te doy el nombre
que tus sentidos deletrean
Eres el eco
de carne y hueso
la imagen fiel
de mi devenir
Hubo un tiempo
donde me asombrabas
donde para encontrarte
tenía que luchar
contra la fatiga
contra las intrigas
Al fulgor de nuestros besos
emergían los continentes
eran nuestros cómplices
y se revelaban a nosotros
por metro cuadrado por habitante
La tierra ardió
y luego se inundó
Nos agitamos en el espacio
atados al agua
colgados de las llamas
ahogados incendiados
Esperaste que te pasara
para seguirme
no me has traicionado
Duermo en un mundo
donde los vivos se equivocan
por encima de ruinas florecidas
sobre columnas de agonías
y cuchillos
La noche nos confronta
con nuestros sosías
Hubo un tiempo
donde para creer en la alegría
necesitaba tu reír
El día está en mí
allí ruedas desnuda
Estrellé nuestros lazos
sin enrojecer
serpientes de las que fuimos encantadores
ingenuos
Eres libre donde yo te consagro
me sostienes
Arranqué nuestras raíces
inmensas
del suelo que se levanta
listo para arañarnos
El árbol se desplomó
Nos señalaba
a los otros
Hemos engañado al vacío
Somos invisibles

 

 

 

 

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