Leemos dos de los poemas más recordados de Silvia Tomasa Rivera (El Higo, Veracruz, 1955), publicados en Poemas al desconocido. Poemas a la desconocida. Penélope, México. 1985. Escribió Manuel Fernández Perera sobre este libro lo siguiente: “Poemas sólo es comparable a la lírica griega primitiva (con Safo, especialmente, en los poemas homosexuales), pero también con la poesía tradicional y con la canción popular. No influencias directas, sino más bien de afinidades. En su preciosa ingenuidad, en su deleite sensual, en su frescura sexual, en su sabido riesgo del linde sutil entre la candidez y la cursilería, en su lenguaje escueto y directo, Poemas es un verdadero golpe de labor y de fortuna poética: los cantos, las celebraciones sexuales, los recados y cartas de amor, las notas nostálgicas y los férvidos llamados seductores van conformando una poesía generada y dominada por una actitud de entera libertad, de efectiva acción liberadora, de admirable desinhibición y desprejuiciamiento”. La fotografía es de Rogelio Cuéllar.
Los pechos de Magaly
son dos enormes girasoles
que penden de su cuerpo.
Atropellan desconocidos
y se desbordan sin recelo.
La cintura no es estrecha,
pero la curva de sus caderas
es como para entrar en la vida
y no salir sobria.
Su monte de venus…
un inmenso clavel negro.
Yo quisiera leer los pechos de Magaly
y encontrar a Dios entre sus piernas.
Qué diera yo por saber
qué hago aquí
sobre este raído sofá masturbándome,
con un amante ausente
que me pega –y que amo.
En la calle es lo mismo.
Me duelen los hombres que me dicen
alguna palabra creyendo que es obscena ,
son como pájaros heridos que se estrellan
en una ventana sin cristal.
Soy mujer fuera de época.
Justo cuando deseaba ser locamente amada
por un estibador, o revolcarme con un asesino
sobre un costal de papas, decido guardar mi sexo,
mis pechos, mis cabellos, en un cuarto a medialuna,
y salir con la pura alma a corretear gorriones.