Poesía norteamericana: Michael Waters

Leemos al poeta norteamericano Michael Waters (1949). Sus libros más recientes son The Dean of Discipline (University of Pittsburgh Press, 2018), Celestial Joyride (BOA Editions, 2016), y una antología coeditada Reel Verse (Knopf, 2019). Fue Guggenheim Fellow en 2017. Ha ganado cinco premios Pushcart y becas del National Endowment for the Arts, la Fulbright Foundation y el NJ State Council on the Arts. Michael Waters es profesor en Monmouth University y también en el programa de maestrías de Drew University. Vive en Ocean, Nueva Jersey. La traducción es de Frances Simán.

 

 

 

 

 

NO CUALQUIER MUERTE

 

sino el tipo de muerte que llega a los solitarios,
como en un reencuentro.
No quiero ver a mis amigos.

Cada noche, en lo más profundo de ti
me muevo cada vez más cerca
de esa cierta soledad

que debemos compartir con los muertos.
Sé que por cada docena de veces
que penetre tu cuerpo

he entrado en otra tumba.
Y con cada seis pulgadas
hay otra soledad,

creciendo más negra
que el cadáver de un hombre
que entró en la muerte con anticipación.

 

 

 

 

 

VESTIDO DE NOVIA

 

Ese Día de Brujas me puse tu vestido de novia,
nuestros hijos se sorprendieron & no hablaron durante varios días.
Me afeité las piernas hasta suavizarlas, alboroté cada hebra de mi pelo,
me puse lápiz de labio, rímel & asombrado
bailoteé como una joven estrella en la pista de baile.
Nunca me había sentido tan sensual –
colegiala católica & puta de barrio.
En la cama, arreglado, sin terminar, fantaseábamos:
nos apretamos & fundimos, como mellizos separados que han sido negados.
Tú fuiste mi tímido novio. Amor, yo era tu novia.

 

 

 

 

 

MIHAELA DESCALZA

 

Cuando la vergüenza no me permitió ver más
hacia el espacio negativo
plegando su áspera gabardina de algodón alrededor de tus sienes,

dirigí la vista hacia abajo solo para sorprenderme
con las sensuales pinceladas de las uñas de tus pies,
aún más rojas que las de cualquier muchacha.

 

 

 

 

 

ELEGÍA AVIAR

 

Entonces sucedió que mi madre se hizo pequeña,
del tamaño de una pinza de ropa.

Envuelta en un pañuelo,
yacía en el piso de la jaula
rodeada de semillas.

Alguien se robó el bebedero de nuestro jardín,
arrebató el lavabo de concreto de su base,
el pilar del reino de las lombrices.

Mi madre no tenía dónde ir.
No tenía agua de lluvia con que calmar su sed.
Me vestí con su sombrero de plumas, me rendí
al silencio que derribó los árboles.

Estoy volteando el espejo, Madre,
Estoy volteando el espejo,
apagándolo.

 

 

 

 

 

MADAM MARIE

 

Yo no creo en adivinos –
sus lecturas de la borra del café no revelan nada,

ni sus cartas del tarot, hojas de té,
ni el suave funcionamiento interno del conejo.

El futuro rechaza los nevados horizontes
en sus dispersiones proféticas,

en vapor que sale de las heces húmedas,
aunque el breve destello, como un pájaro,

de tu ausencia, sigue siendo una sorpresa,
un augurio de separación o muerte.

En esto, todos han estado de acuerdo, las falsas
gitanas que acarician mi palma, observan

la montura de mi anillo de bodas.
Descanso a tu lado en la cama, indiferente

a lo que en susurros me pides
sabiendo que nada puede negar el ritmo

en que las ruedas de hierro de nuestro destino
giran y no se desviarán.

Podría pedirte que te vayas o irme,
y eso confimaría su don.

En cambio, pronuncio de nuevo tu nombre
como un amuleto en contra de cada una de las runas de las videntes.

 

 

 

 

 

MUERTO EL HOMBRE BUENO

 

Te ruego que nadie inscriba mi nombre en la lápida,
o ponga ahí un pasaje de mi libro favorito.
No tengo libro favorito.

Te ruego no cincelar las fechas sobre mi…
te ruego que no me compren una lápida.

Te ruego no sembrar flores en mi sepultura.
No tengo flores preferidas.
Lo que tengo son alergias.

Te ruego que no me visiten cuando las flores enrojezcan,
o gire la nieve, o leviten morados los copos del azafrán.

Te ruego no rayes en círculo el calendario
para marcar el aniversario de mi muerte.
No digas seis años de su partida o hace doce años de su partida.

Cuando nuestros hijos pronuncien mi nombre
insiste en que ya no me recuerdas.

Dile que no recuerdas nada más que mi amor,
constante como la luna 
sobre Malta, Rumanía o la República Dominicana

 

 

 

 

 

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