Eduardo: una balada medieval escocesa

¿Puede un poema suspender el ánimo, quebrar la respiración y entorpecer el habla por emociones difíciles de expresar?, en esta entrega de Apuntes para una literatura ancilar, nuestro editor, el poeta Mario Bojórquez nos conduce por esta pregunta a través de su traducción del escocés medieval de la balada Eduardo, seguida por un video con una interpretación musical moderna del texto.

 

 

 

 

 

Eduardo: una balada medieval escocesa.
Apuntes para una literatura ancilar

¿Puede un poema suspender el ánimo, quebrar la respiración y entorpecer el habla por emociones difíciles de expresar? Sí, cuando al penetrar en el territorio complejo de la poesía muchas veces sentimos que una congestión espiritual nos sobrecoge y, aún cuando no lo quisiéramos, el llanto acude al ojo, o una sensación de desasosiego oprime el pecho de modo que la respiración se altera y la transpiración enjuga la frente como en una fiebre intensa y, aparentemente, sin efectos secundarios, que nos obliga a seguir la lectura hasta el final o arrojando el libro lejos como si un animal ponzoñoso lo habitara, comprendemos que hemos sido tocados por el rayo de la poesía.

En un ensayo previo recordaba esto:

En su conferencia “Nombre y Naturaleza de la Poesía” para la Universidad de Harvard, A. E. Housman, recuerda una sentencia de Eliphaz el Temanita: “un espíritu, una sombra pasó por mi cara, y el vello de mi carne se me puso de puntas” y agrega: “La experiencia me ha enseñado, cuando me afeito por las mañanas, estar pendiente de mis pensamientos, porque, si una línea de poesía anda por mi memoria, mi piel se eriza de tal manera que la navaja deja de servir. Este síntoma extraño va acompañado de un escalofrío que me recorre la espina; a veces sufro otro que consiste en la sensación de un nudo en la garganta y de agua en los ojos; y hay un tercero que sólo podría describir con la ayuda de una frase de Keats contenida en una de sus cartas, en donde dice, hablando de Fanny Brawne, ‘cualquier cosa que me trae el recuerdo de ella me atraviesa como una lanza’. El asiento de esta sensación es la boca del estómago.”

Esto es lo que me sucede con la lectura de la balada medieval escocesa Edward, está compuesta como muchas obras del periodo, a partir del modelo paralelístico que la poesía provençal había tomado de los salmos, donde un primer verso se repite con las mismas o con similares palabras para lograr el efecto sinonímico; la forma dialogada ya antes pasó por las composiciones populares de muy diverso signo, pienso por ejemplo entre griegos y romanos con sus églogas o idilios; y, finalmente, el procedimiento, o figura retórica primordial, esto es lo que esencialmente llamamos “execración”, la cual se comete como “un deseo vehemente de que sobrevengan males a uno mismo”.

Al poema se le conoce como la Balada 13 de Child, ya que en el 1882 el editor Francis James Child reunió en un tomo algunas composiciones populares que todavía se cantan en Inglaterra y Escocia; el Obispo Thomas Percy fue el primero que reunió antiguos poemas que se cantaban bajo el nombre de Reliques of English Ancient Poetry de 1765, es probable que los mismos temas hayan pasado a otras tradiciones y otras lenguas, se conocen versiones finesas, suecas o irlandesas con los mismos motivos y leyendas y algunos nombres cambiados; en el periodo romántico con Samuel Taylor Coleridge y William Wordsworth sus Lyrical Ballads de 1798, tratan de recuperar el fundamento popular y anónimo de sus composiciones en homenaje de aquel legado; yo alcanzo a leer entre las líneas de la Balada 12 de Lord Randall, el tema que ocupa al poema de John Keats “La belle dame sans merci”, una mujer que en el bosque profundo enamora y envenena a su amado con una sopa de anguilas.

El uso de las palabras y sus variaciones filológicas ocurren muchas veces por una derivación que se adivina, no es raro reconocer ‘mother’ en ‘mither’ o en ‘fader’ a ‘father’, más dificil puede ser reconocer ‘will’ en ‘wul’ o ‘blood’ en ‘bluid’, pero ‘mair’ está más o menos cerca de ‘more’ o ‘gang’ de ‘go’ y aun ‘auld’ de ‘old’. La lectura paciente de Beowulf y Morte D’Arthur puede entrenarnos en los ‘ye’ y los ‘thee’. A mí, además, me sirvió haber practicado algo de inglés-yat, que aún se habla en las orillas del Mississipi, para traducir poemas de Frederick Douglass. Desde muy jovencito conocí este poema en una versión muy ritmica que imagino preparó Ricardo Baeza para los Clásicos Jackson y que después fueron Grolier y que aun más recientemente la editorial Océano con el CONACULTA repuso hace algunos años en pasta dura y en rústica. Yo sigo aquí la versión del primer tomo de Norton Anthology of English Literature, que hace más de treinta y cinco años mi amigo Benito Ramírez puso en mis manos.

 

 

 

Edward

 

“Why does your brand sae drap wi’ bluid,
     Edward, Edward?
Why does your brand sae drap wi’ bluid,
     And why sae sad gang ye, O?”
“O I ha’e killed my hawk sae guid,
     Mither, mither;
O I ha’e killed my hawk sae guid,
     And I had nae mair but he, O.”

“Your hawk’s bluid was never sae reid,
     Edward, Edward;
Your hawk’s bluid was never sae reid,
     My dear son, I tell thee, O.”
“O I ha’e killed my reid-roan steed,
     Mither, mither;
O I ha’e killed my reid-roan steed,
     That erst wa sae fair and free, O.”

“Your steed was auld, and ye ha’e gat mair,
     Edward, Edward;
Your steed was auld, and ye ha’e gat mair;
     Some other dule ye dree, O.”
“O I ha’e killed my fader dear,
     Mither, mither;
O I ha’e killed my fader dear,
     Alas, and wae is me, O!”

“And whatten penance wul ye dree for that,
     Edward, Edward?
And whatten penance wul ye dree for that?
     My dear son, now tell me, O.”
“I’ll set my feet in yonder boat,
     Mither, mither;
I’ll set my feet in yonder boat,
     And I’ll fare over the sea, O.”

“And what wul ye do wi’ your towers and your ha’,
     Edward, Edward?
And what wul ye do wi’ your towers and your ha’,
     That were sae fair to see, O?”
“I’ll let thame stand til they down fa’,
     Mither, mither;
I’ll let thame stand til they down fa’,
     For here never mair maun I be, O.”

“And what wul ye leave to your bairns and your wife,
     Edward, Edward?
And what wul ye leave to your bairns and your wife,
     Whan ye gang over the sea, O?”
“The warldes room late them beg thrae life,
     Mither, mither;
The warldes room late them beg thrae life;
     For thame never mair wul I see, O.”

“And what wul ye leave to your ain mither dear,
     Edward, Edward?
And what wul ye leave to your ain mither dear,
     My dear son, now tell me, O?”
“The curse of hell frae me sal ye bear,
     Mither, mither;
The curse of hell frae me sal ye bear:
     Sic counseils ye gave to me, O!”

 

F. J. Child, The English and Scottish Popular Ballads, 1882, en Norton Anthology of English Literature, V. I, 391, New York, 1979.

 

 

Eduardo

 

—¿Por qué chorrea sangre tu espada
            Eduardo, Eduardo,
por qué gotea sangre tu espada
             y por qué vienes tan triste, Oh?
—Oh, es que he matado a mi halcón hermoso,
            madre, madre,
oh, es que he matado a mi hermoso halcón,
             y no tengo otro más que ése, oh.

—La sangre de tu halcón no era tan roja,
            Eduardo, Eduardo,
la sangre de tu halcón tan roja no era,
            mi querido hijo, ya te lo he dicho, oh.
—Oh, es que he matado a mi caballo ruano,
            madre, madre,
oh, es que he matado a mi ruano corcel,
            que tan bravo y tan libre era, oh.

—Tu caballo era viejo y tenemos muchos más,
            Eduardo, Eduardo,
tu corcel era ya muy viejo y tienes otros más,
             es muy distinta tu pena y tu dolor, oh.
—Oh, es que he matado a mi padre querido,
            madre, madre,
oh, es que he matado a mi querido padre,
            cuánto me aflige, ay mísero de mí, oh.

—¿Y qué penitencia habrás de imponerte por tal acción,
            Eduardo, Eduardo,
y qué penitencia te habrás de imponer,
            mi querido hijo, dímelo ahora, oh?
—Pondré mi pie en un barco extranjero,
            madre, madre,
en un barco extranjero pondré ambos pies
             y muy lejos iré atravesando el mar, oh.

—¿Y qué harás con tus torres y almenas,
            Eduardo, Eduardo,
y qué harás con tus almenas y torres,
            tan hermosas de ver, oh?
—Dejaré que se abatan piedra por piedra,
             madre, madre,
que se abatan y caigan y demuelan
            porque aquí nunca regresaré jamás, oh.

—¿Y qué harás de tus hijos y de tu esposa,
             Eduardo, Eduardo,
y dónde quedarán tu esposa y tus pequeños hijos,
            cuando te hayas marchado atravesando el mar, oh?
—Es el mundo muy ancho que mendiguen, zozobren,
            madre, madre,
pidan limosna y se pierdan a través de la vida,
            porque yo nunca volveré a verlos, oh.

—¿Y qué dejarás a tu madre querida,
            Eduardo, Eduardo,
y  qué dejarás a tu querida madre,
            amado hijo, dímelo por piedad, oh?
—La condena al infierno por haberme parido,
            madre, madre,
El fuego del infierno por haberme procreado,
            y por los malos consejos que me diste, oh.

 

 

Traducción del escocés medieval de Mario Bojórquez

 

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