Este primero de julio, aniversario de la muerte del poeta, traductor y ensayista francés Yves Bonnefoy, presentamos algunos poemas de su Ensemble encore (2016) en la traducción de Pablo Queralt. Yves Bonnefoy fue miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Su poesía ha sido traducida a más de treinta lenguas, él mismo especialista en Shakespeare, Baudelaire y Rimbaud. Profesor del Colegio de Francia y otras universidades Autor de una extensa obra poética, con libros como: Traité du pianiste (1946; ampliado en 2008), Du mouvement et de l’immobilité de Douve, (1953) Anti-Platon, (1953). Récits en rêve, (1987) y Les planches courbes (2001), entre otros.
LA OSA MAYOR
¿Es que hace frío?
Yo no sé, sí, puede ser.
¿Es por eso que me tienes junto a ti?
Sí, no temas.
¡No me dejes estoy tan asustado!
¿Qué te hace pensar que te quiero dejar?
¿No, pero dónde estás? ¿Dónde estamos?
Yo no sé. En el cielo.
¿Estas seguro? Mis pies se hunden en el agua.
Es el agua del cielo.
Yo escucho voces. Gritos.
¿Voces? Yo también, tengo miedo.
¡Mira a la izquierda! ¡El color!
Sujétame sujétame bien.
¡Y esa gente en la ruta!, ¿es noche de fiesta?
No, es la manada, inmensa.
No, son niños. Nada más que niños. Yo tengo miedo.
¡Agárrate bien a mi cuello. Hablemos entonces!
¿Qué es esto, el fuego?
Yo no sé. Lo mismo que esas estrellas, puede ser.
Me pregunto por qué el cielo esta tan cerca en la noche.
Yo, no me pregunto más nada. Yo observo. No, ni siquiera.
Entremos en esta habitación. ¡Pero esto es agua!
Vamos a chapotear. Vamos a gritar. Se entenderá todo.
Tú, sí. Yo, yo me adelanto. Yo no volveré más.
Oh, no me dejes más. Las estrellas brillan, el cielo se mueve.
LIGHT IN AN EMPTY ROOM
Yo imagino, que vuelvo, adonde yo no sé,
es a la vez lo íntimamente conocido
y un lugar extraño. Yo he vivido aquí,
no, yo no he dejado ningún rastro.
Y yo estoy infinitamente triste, pero la luz
que habita hoy todavía en este cuarto
se eleva, viene a mí. Mira nosotros estamos viejos,
me dice ella. Yo no soy más una promesa.
Por tu vida por venir yo no quiero más
hacerte creer que vida y muerte, es la misma rosa
que florecerá una mañana,
en el sueño de dos cuerpos que se unen.
Pero, hablemos. Yo te diré en tu noche,
y cuanto de ella es acogida gracias a mí,
yo he recolocado el lienzo de mi sueño,
yo descubro mi cuerpo, todas sus estrellas.
Este sol en el cuarto vacío, es la noche,
acepta tantear en la luz,
entra para que tus ojos se abran más,
lo mismo, para que ellos emitan sus rayos.
Donde estamos nosotros, ciertamente, tú no lo sabes más,
pero aquello que tus dedos tocan, eso respira.
Abandona tus labios a mi respirar
antes de dormirte, y pon tus manos sobre mí.
No está el sol, de antiguos despertares
si quizás él no estaba ya en ese gran momento.
¿Cómo has vivido? Sería tu espejo
la ventana, la cama de la habitación vacía.
LOS CUADROS
Pero si son ustedes, colores, eres tú luz
ustedes son cuando él abre los ojos
delante del día. Ustedes estaban de vigilia
cerca de él durante la noche toda la noche
y removían las manos en esa agua, el sueño
que eran las olas, que se escuchaban
los círculos de un secreto, que ustedes
sus próximos, presentían en él y estaban
haciendo suyos.
La tierra es sólo lo excedente del sueño,
una vestimenta que se mueve en el cuerpo
de aquello que tiene bello perecer,
que nunca cesa.
Misteriosos estos pliegues. Eso que ellos tenían.
Es el sol de la noche detrás
de esos árboles
es la almendra de lo invisible que se abría.
DE OTROS CUADROS
Una última vez, la habitación, el jardín.
Un poco del día se desliza sobre la alcoba.
El color, ese coraje de sobrevivientes,
¿puede revivir lo que ya no es?
Por otra parte en esos cuadros que no existen más,
un árbol crece entre dos cuerpos
que el pintor quería casi confundido.
Un árbol, no, varios, toda una tierra.
Y en ellos, esos colores: que nosotros enseñamos
que la vida no sabe nada de mundos peligrosos.
Que ella planeaba por arriba, que ella protegía
todo lo que nosotros amamos y que nos ama.
Azul, dice el rojo sombrío, ven cerca de mí.
Inhalemos para imitar la vida.
No, para que ella renazca de nuestras cenizas
y que la luz sea hija de nosotros.
BRIEFWEG A WARBENDE
Esto, que yo recojo es una carta
yo estaba ayer sobre la hierba, al borde del camino.
Ahí están, las páginas que son manchadas de barro
La tinta desbordaba las palabras, es ilegible.
De ello queda ahora lo que es casi una luz,
el desflecado de esos signos deshechos,
el aguacero ha mojado una promesa,
la tinta se hizo un arco de cielo.
Amamos así las palabras del nubarrón,
ellas también son una carta y nuestro señuelo
pero la luz las atraviesa y las redime.
¿Voy yo a descifrar esas frases?
No, ellas me superan, a su pesar.
Yo sueño que la noche es un día que se eleva.