Guido Cavalcanti según Marco Antonio Campos

En las versiones Marco Antonio Campos, leemos cuatro sonetos del poeta del dolce stil novo Guido Cavalcanti (1258-1300). Cuenta Ezra Pound que Cavalcanti y sus amigos utilizaban un código “hiperherético” ya que formaban parte “de una secta secreta de disidentes ansiosos por reformar la madre iglesia”. Sobre Cavalcanti, Juan Gelman escribió lo siguiente: “La belleza de su escritura es un consuelo y prueba la continuidad de la belleza, que atraviesa incólume, o siempre renaciendo, tiempos duros, mezquinos y de castrada humanidad”.

 

 

 

 

 

 

TENÉIS EN VOS…

 

Tenéis en vos la flor y la verdura
y lo que reluce y es bello a ver;
esplende más que el sol vuestra figura,
quien no os contempla, nada ha de valer.

No existe en este mundo una criatura
tan llena de belleza y de placer:
y quien amor teme, ardor le impulsa
vuestro rostro que tanto ha de querer.

Aquellas damas que os hacen compañía
cuánto me agradan. Es por vuestro amor;
y yo les ruego, por su cortesía,

que la que más pueda os rinda honor
y tenga en alto vuestra señoría,
porque entre todas no hay una mejor.

 

 

 

 

QUIÉN ES ÉSTA…

 
¿Quién es ésta que viene y todos miran
y hace temblar de claridad el aire,
y lleva en sí el Amor, tanto que hablarle
no puede un hombre, pero, ay, suspira?

Dios, qué semeja si los ojos vuelve,
dígalo Amor, yo no sabría contarlo,
es tanta su bondad que me parece,
que cualquiera otra causaría rechazo.

No se podría narrar de su nobleza,
que se le inclinan todas las virtudes,
y belleza, por demás, la muestra.

No fue tan elevada nuestra mente,
ni revelación nos fue otorgada,
que nada conocemos propiamente.

 

 

 

 

 

MIS LOCOS OJOS…

 
Mis locos ojos, que antes contemplaron
vuestra figura colmada de valor,
fueron aquellos que me denunciaron
en el fiero sitio donde tiene Amor

la corte, y ante él, de pronto mostraron
que me convertí en vuestro servidor,
porque suspiros y dolor me ataron
al ver que el corazón tenía temor.

Sin reposo muy pronto me llevaron,
a cierto lugar donde encontré gente
que dolíase de Amor intensamente.

Todos al verme con piedad hablaron:
“En siervo transformóse de tal suerte
que no debe esperar sino la muerte”.

 

 

 

 

 

TANTO HAS COLMADO…

 
Tanto has colmado de dolor la mente,
que el alma se apresura ya a partir,
y los suspiros que el alma doliente
libra, expresan que no puede sufrir.

Dice Amor, que tu gran valía siente:
“Me duele que te sea mejor morir
por esta altiva dama, pues no quiere
de clemencia, de ti ya nada oír”.

Voy como aquél, que fuera de la vida
parece al que lo ve que un hombre sea
hecho de cobre, de piedra o madera,

que por artificio sólo se conduzca
y su corazón muestre una herida,
que sea -como él ya muerto- abierto signo.

 

 

 

 

También puedes leer