Fatoumata Keita nació en Mali. Es escritora, socio antropóloga, especializada en socio economía del desarrollo. Entre sus numerosas publicaciones cabe destacar en poesía: À toutes les Muses (Poésie, les éditions du Mande, 2014), J’aimais cet homme qui chantait le fleuve, (Poésie, les éditions la passe aux vents, Lyon/France) y Ce n’est Jamais fini Tome I et Tome II, (Poésies, Sahélienne 2017 et Figuira Éditions 2019, Bamako/Mali). Es autora también de varias novelas, ensayos y artículos académicos. Entre las numerosas distinciones que ha recibido encontramos el premio Massa Makan Diabaté en 2015 y el Premio a la mejor novela femenina en África del oeste con su obra Sous Fer. Los poemas que aquí presentamos pertenecen a diferentes etapas de su poesía y están traducidos del francés por Leandro Calle.
Esto nunca se acaba
A ti que en la bruma de la fe como un tonto
Ves el paraíso a costa de que tu vida se desmorone
Oh hermano perdido en pequeños senderos
El paraíso está en la pradera del jardín del Edén que reverdece
Allí detrás de la puerta abierta del amor florecido
Ven entonces a festejar con nosotros el amanecer de un nuevo día.
Todos los días a la medianoche
Aparece ese hombre extraño
Que llega y nunca me molesta.
Entra en mi habitación como una sombra.
Se queda pensativo en una de las puntas de la cama,
Antes de llamar dulcemente a la puerta de mi cuerpo.
Como una suave brisa nocturna
Tiernos son sus mimos y largos sus abrazos.
Pero ¿cómo encontrar la fuerza
Para continuar el camino
Cuando los pies no dan más
Y los pasos ya no conducen hacia adelante?
¿Cómo esperar una luz en la noche
Si las tinieblas nos aterrorizan?
Esto nunca se acaba,
Todavía escucho las voces que me dicen
Que será necesario frotarle un poquito los labios+,
Frotarlos suavemente contra un nido de pájaros
Para que así ella píe como lo hacen las aves
Sin parar de hablar, sin incluso respirar.
Esto nunca se acaba.
Según una creencia común en Mali, cuando un niño tiene dificultades para aprender a hablar, hay que frotarle la boca contra un nido de pájaros, entonces se volverá hablador.
Esto nunca se acaba,
Siempre el mismo vaivén.
El recomenzar de nuevo,
Como Sísifo y su piedra.
Siempre el mismo ahogo
Frente a las mismas preguntas.
Siempre esta marcha sin tregua
Para ir a la caza de nuestros sueños
El mismo mirar azorado
La misma esperanza de hablar.
Y el hilo de la espera que se estira.
Y la confianza que se derrumba,
En los laberintos de la vida
Acorralada entre las horas de la errancia.
Mi oración
Río
Del tiempo, fluye
Que el día ya termina
Triunfan así las sombras
Porque la noche se instala;
¡Sí! Así como triunfa el sol
Cuando la noche se derrumba
Como calla el estrépito de la vida
Frente al cara a cara con la inevitable muerte
Si un día ante la alta victoria del Tiempo
Desciendo fatal en el hueco del Tiempo
En la penumbra de mis días acabados
En la obsesión de mis noches caídas
Si, Polvo, me voy a volver polvo
En el ávido vientre de la tierra
Y en medio de lombrices,
Queden allí mis versos
Sola espada rebelde
De mi combate
Eterno