Poesía peruana: María Belén Milla Altabás

Leemos poesía peruana. Leemos algunos textos de María Belén Milla Altabás (Lima, 1991). Estudió Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es magíster por la Universidad Complutense de Madrid. Publicó el libro de poemas Amplitud del mito. Actualmente estudia el doctorado en Estudios Literarios en la Universidad Complutense de Madrid. Algunos de sus poemas se encuentran en antologías, revistas y blogs en internet.

 

 

 

 

 

A partir de un sueño donde muero

 

Te ves bien chérie

pareces un balcón donde una mujer está a punto de suicidarse

tienes esa belleza de lo rápido —¿has visto ya

la densidad del aire?

se oye una voz que dice es hora it’s time

pero la muerte es un pronombre que has escuchado muchas veces

la primera en el 1225 de la calle Alcanfores

donde te conmovías por todo lo que significara apagar una luz

la mujer del balcón te ha dicho algo importante

un resultado feliz, acaso

yo no sé mi

cabeza se ha tomado en serio el abrirse como un par de cortinas

la semántica ocupa demasiado espacio en este poema

te regalo todo lo que salió bien en 1959, en 1991

mantén ese grito que el mundo recuerda como si fuera una broma

amárralo a la frente y espera

un lugar blanco donde la gente diga discúlpame tu

cuerpo se me ha atascado en la garganta

 

 

 

 

 

fast forward

 

con la boca hecha una guirnalda desde las seis y las nueve y las diez cuando llamaste

—voy a verte

mi pelo huele a una gardenia que va a morir mañana

mañana, no hoy

tú estás tarde

porque vas a aparecer con una botella que es otro tipo de gardenia

(porque vas a venir y la soledad es un guante roto y yo toda la noche

bailando sintiendo los setecientos gramos de tu mano en mi pelo)

—en cinco minutos llego y doy gracias al taxista que va en el carril de la izquierda:

vacío como mi estómago ahora

vamos a decirnos todas las letras del abecedario, vamos a tocarnos y somos de arena

de gas, querido, somos un concepto a punto de

existir, una cama limpia como el sol

—te abotonarás mal la camisa y te la abotonaré bien yo

luego dejaremos de vernos tres y cuatro meses y nos llenaremos de hormigas, de zapatillas sucias

y nos quedaremos quietos pacientes como dos escobas en el cuarto de depósito

(aprenderás a señalar el fondo de tu vaso mirando mi corazón)

mientras tanto estaré aquí

esperando a que me preguntes si

tengo frío

dos horas antes de que derrames vino en mi falda

 

 

 

 

 

Zachary

 

el secreto está en saber cuándo —hace siete años en la avenida La Marina tu

sonrisa desde el único lugar de Wisconsin que tenía una fogata

(en tanto frío, a eso me refiero)

es solo una teoría: si miras el tiempo suficiente el Mount Rainier

en cualquier lugar de Seattle creerás señalar un pájaro amarillo

donde solo hay una terrible interferencia blanca —¿aló?

Zack

toma un momento para decirme

para quedarte quieto —the long run, the long haul

para mirar el Mount Rainier, la piedra que ha crecido

demasiado en el paisaje —como tu fogata en la avenida La Marina desde Wisconsin

el orden de los planetas no altera el producto: Mercurio Marte Tierra Neptuno y

tus ojos verdísimos: una puerta giratoria donde entro y salgo y si empieza a llover nos mojamos, eso

el vértigo y eso

visitar un parque mirarnos como

si no hubiésemos caído nunca

—todo lo que es diferente y tú me hurgas los ojos con una linterna

 

 

 

 

 

Así se siente ser aplastada por el mar

 

mírame estoy

cada vez más lejos del mundo

mi estrella es un movimiento de manos, un

gesto de adiós cuando se me ocurre

pensar en lo que fui —tirar del hilo a ciegas hasta la estrella

mi estrella negrísima —¿la ves?

me va a dejar

temblando hasta profundizar en las cuestiones del desborde: la melancolía

voy a toda velocidad estirando mi cuello como una flecha

me dirás adiós desde tu carro

yo cerraré los ojos: así

se siente ser aplastada por el mar

mírame rápido estoy

pensando en desaparecer

dejando atrás mi cuerpo como una habitación

de tres metros cuadrados sin amoblar

la misma dimensión podría tener la luna —no te lo esperabas

perder con solo ponerse de pie

y mirar

todo lo triste

recién ahora

 

 

 

 

 

La extranjera

(a propósito de una batalla en Grecia)

 

Quizás vivir sea como perderse en un lugar hermoso que odias.

Aquí hubo una batalla, explica. Unas millas a la izquierda: todo el azul

que nunca será mío. Aquí

aquí también —señalo mi tórax.

El otro. El invasor. ¿Se habrá enternecido también Jerjes

imaginándose invisible?

El mundo me traga con sus 1.386 millones de kilómetros cúbicos de agua.

Me arroja a este margen donde transito y amo

una luz despiadada en la nuca.

Hay una canción que sale de mi vientre y me avergüenza.

Suena demasiado alto en un país con tanta densidad poblacional.

Invadir el camino a Grecia no es más que un

tipo de reclamo. Aquí mi sangre es excesiva, le digo.

Cincuenta y ocho kilos calientes

y el corazón a 900 watts de potencia —encendido de día y de noche

como las estafas.

Heródoto dice que el ejército persa era tan grande

que sus flechas podían bloquear la luz del sol. Se habrá muerto aquí Jerjes

al recordar otra vez el verano.

Pienso en el hemisferio sur, donde el pescado es barato y la inocencia is

made in China.

La esperanza también puede ser una habitación

en el único pedazo de mar que te desprecia y

te acaricia.

Aprieto mi pasaporte en el bolsillo, compruebo

mi identidad tangible —la cuestión es probable:

una estadística, un diagrama de Venn.

Los cuarenta grados de esta playa me recuerdan al espejo donde grito.

Un soldado a punto de distraerse. Una lanza en el año 480 antes de Cristo.

Si resisto

es porque el sol es una falsa naranja que se olvida de mi nombre.

 

 

 

 

 

Ya no quiero hablar de la transparencia

 

ni de la utilidad de los metales y la topografía

nací con los ojos demasiado abiertos

y por eso me escondo cuando algo demasiado bello aparece

tengo veintiséis años y he dado veintiséis veces la vuelta alrededor del sol

y novecientas veces

cinco mil veces la vuelta alrededor de mí

tengo veintiséis años y ningún agujero que me dé frío

ninguno

la vida se me acerca como un pajarito

y mi boca y mis ojos y toda mi espalda

llenas de alpiste y el mejor verano

no me mires así

te juro que tengo los pies en la tierra

pero estas cosas

la poesía el lenguaje que me cuesta

la estructura de la muerte y todos sus sótanos

me persiguen como niños gritones en navidad

yo solo quiero vivir decentemente

desapercibida

que no me tomen en serio si un día comparo tu rostro

con una ventana abierta

al lado del abismo

 

 

 

 

 

Le hemos dado tres vueltas al cementerio

 

el Montparnasse, no el Père Lachaise

tres vueltas, amor, con un paraguas de dos euros que no nos va a proteger

el día que decidamos que una cama es solo un mueble

y a pesar de todo

una mano fría —lo único incómodo de caminar tocándote el pelo

te miro hasta que todo lo grave se disuelve

y solo nos quedan cinco euros en la mochila —un euro es para la botella

de agua gasificada

¿y si tenías tres corazones como los pulpos

pero cada uno estaba en un cajón de una casa diferente?

este poema es por todas las cuadras que caminaste hundiendo tu cabeza

en ese amor que quieres, que de verdad quieres

y que no

existe

silencio, aquí yace un hombre

con la velocidad de un precipicio

ahora elabora algo impreciso sobre el dolor

mézclate con la gente moderna, aprende a temblar deshonestamente mirando una pintura, la proporción áurea, la decadencia

qué puedo decir yo del azul cobalto precedente de Egipto, Persia y Micenas,

de las tasas de consumo de alcohol durante la guerra fría, etcétera

de la angustia contemporánea frente a las flores y la melancolía con la que bebes el

agua gasificada directamente de la botella

ahora lee este poema

así

como si te estuvieras equivocando

 

 

 

 

 

 

Rue de Seine, diciembre, un cigarro en el bolsillo del pantalón

 

Y sin embargo las probabilidades de convertir esta habitación en un río

son iguales a cero

soñé que estaba encerrada en un museo

con objetos que sin saberlo eran la parte bella de este mundo

esperé tres mil años a que me sacara de ahí una equivocación, una mala adolescencia

cualquier algoritmo:

una falda demasiado corta en el colegio de monjas —donde el ángelus es un pájaro disecado

(mide tu decencia en centímetros y calla, mujer de

labios rojos)

en la rue de Seine imaginé diez vidas felices

y en ninguna estaba yo

bonjour, sais-tu pourquoi mon coeur est blanc?

hay que andar con cuidado cerca del río

en el Amazonas un delfín rosado se roba a las mujeres y las embaraza

pero en este río

la soledad es un claro estado de la cuestión, un grito burocrático

tener una conducta serena

sentarse derecha en la silla

demasiado sola para abrir una cerveza en la piscina

poco multifocal para estar en todas las fiestas

¿soy buena ya?

y el mismo silencio de las casas vacías

con una mujer muy triste en el fondo

 

 

 

 

 

Me fui a escribir poesía bajo el sol, Christophe

 

decir tu nombre es subir una montaña que no existe

es golpearse la cabeza contra el mundo

a veces imagino que llegas en una furgoneta

y te dejas crecer la barba como un país sobre la boca

no estés triste Christophe

vivirás mucho y tendrás la casa más bonita de la cuadra

yo seguiré apareciendo como una trompeta en tu mutismo

mientras lo poco que queda de la muerte

se inclina para oler tu cabeza como a un recién nacido

y si todavía te busco

aun cuando tengas demasiada vida y la casa más bonita de la cuadra

es porque hay cosas que todavía no comprendo

y la vida ah

la verdad es que la vida ya no es

tan amarilla cuando una está sola y grita

en un lugar que parece una foto intencionalmente movida

un día confundí el amor con una avenida

y crucé

crucé todas las veces

no sé si me entiendes

lo que quiero decir es que me recuerdas a algo hermoso

que pasó justo cuando nadie estaba

mirando

 

 

 

 

 

Nobody deserves you Venezia

 

ni tu rostro de bestia majestuosa

si tu boca se abriera como una caja de música

sonaría a alcohol a cementerio de pelícanos

no tenemos nada y así hemos venido

nobody deserves you Venezia

somos tan solo unos muchachos

pero la realidad no tarda en golpearnos la cabeza

porque nada más extraordinario que tú

puede pasarnos

y ya ves

no tenemos nada y aun así somos

nuestra mejor película

todos dicen que vivir así es triste pero

la verdad es que no entienden por qué venir hasta aquí

a tirar al piso nuestra cabeza

como un polo sucio en medio de todo

por qué

nos preguntan

digamos que es

una manera de despedirnos

 

 

 

 

 

Llevada desde y hacia la única autopista donde mis errores son partículas de luz

 

Teniendo el corazón enturbiado por la voluntad de existir —el tuyo tan sosegado como las palabras simples (sol, plato, agua)

manteniéndome siempre a pocos metros de la última vez que me emborraché

emocionada mirando una constelación en el espejo del baño de mujeres

el bar donde encendiste mi cigarro de espaldas al viento

en la televisión dicen que hay que ser realistas, hay que subsistir

el 86% de la angustia es del pasado y del futuro

y yo soy del pasado y del futuro

y yo soy la palabra ordinaria y tú, tú

el error

compulsivamente el error

la belleza de malinterpretar

la ética y la tragedia, los estacionamientos vacíos donde los carros son más bien una metáfora

taladrando la única pared donde no me he estrellado aún

y sin embargo

el punto aquí

es otro

romper algo también es una forma de encontrarse a solas

una cama no es tan cruel hasta que lo piensas

 

 

 

 

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