Presentamos un ensayo y traducciones de la poesia Giacomo Leopardi por la escritora y académica Victoria Montemayor Galicia. Estudió la carrera de Lengua y Literatura Modernas Letras Italianas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, a punto de graduarse de la Maestría en Humanidades por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Cuenta con estudios de lengua italiana por el Instituto Italiano de Cultura de la Ciudad de México. Traductora del libro Políticas de la identidad en el otro occidente, la etnización de la política en la América indígena, (México, Ecuador y Bolivia) del autor Piero Gorza, publicado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 2017. Autora del libro “Besos en el viento: De otoño, invierno y otras estaciones” de la editorial CEID, colaboradora en la revista electrónica “Círculo de poesía”. Autora del artículo “Aproximaciones a Carlos Montemayor: entre la ensoñación y el misticismo”, publicado en el libro Los discursos humanísticos del nuevo milenio, una mirada diferente, editorial Publicia, 2015.
Giacomo Leopardi, el gran romántico italiano
(1798-1837)
Por Victoria Montemayor Galicia
El conde Giacomo Leopardi es el poeta del Romanticismo italiano. Nació en Recanati, en la región de Marcas, en la provincia de Macerata, en la costa adriática de Italia, en junio de 1798 en el seno de una familia aristocrática. El palacio en donde vivió Leopardi puede visitarse actualmente y la biblioteca en la que pasaba la mayor parte del tiempo cuenta con más de 20,000 volúmenes. Recanati es ahora el Centro mundial de la poesía y la cultura, en donde también se encuentra el Centro Nacional de Estudios Leopardianos.
Leopardi tuvo el placer de poder disfrutar de una gran biblioteca en la que estudiaba el griego, latín, hebreo, francés, filosofía, y leía detenidamente a los clásicos grecolatinos e iluministas franceses. Quizá su enfermedad, espondilitis anquilosante, así como su fragilidad física, enfermiza y débil, hayan sido el motivo de su temperamento nostálgico, triste y melancólico; así como el motor principal de su dedicación al estudio. A los diez años comenzó su labor de traductor de textos clásicos y a escribir en latín e italiano. Era poseedor de una memoria prodigiosa y brillante, así como de una impresionante capacidad de reflexión que se verá reflejada en sus obras.
Como Dante y Petrarca, Leopardi también tenía una mujer por quien suspirar: Silvia. Quizá los versos más conocidos de Leopardi sean “El Infinito”, “A la Luna”, “Canto nocturno de un pastor errante de Asia”, “Último canto de Safo”, “La noche del día de fiesta”, y sus composiciones a Silvia. Algunas de sus obras son: el Zibaldone, los Cantos, Los paralipómenos de la Batracomiomaquia, y las Obras morales.
Leopardi es un gran poeta con una sensibilidad impresionante. En su poética encontramos belleza, tristeza, nostalgia, melancolía; así como una profunda reflexión de los sentimientos del ser. En la lectura de los poemas “A la Luna” y “El Infinito” percibimos la majestuosidad del Universo, sus versos nos transportan a esa bóveda celeste que tanto fascinaba a los griegos. Recanati es un lugar que se encuentra circundado por colinas y en donde se puede apreciar el Monte Tabor, “la colina” o “el querido yermo monte”, en donde bien podríamos imaginar al poeta sentado, reflexionando sobre el infinito, y la complicada vida del ser; o quizá contemplando el Adriático y pensando en la “dulzura del naufragio”.
Quizá tratar de encerrar a Leopardi en la tradición romántica no sea lo más acertado: su pensamiento filológico, filosófico y científico va más allá. Aunque también sus versos están permeados por la influencia de los clásicos grecolatinos, por la tradición petrarquista, renacentista y el romanticismo alemán. Leopardi no sólo fue poeta, sino filólogo, filósofo, traductor y narrador. Una de sus prosas maravillosas son las Obras morales, diálogos sobre diversos temas filosóficos, históricos y astronómicos. Si no han tenido la oportunidad de leerlas, los invito a buscarlas.
Podemos imaginar a Leopardi sentado, pensando, custodiado por esa maravillosa biblioteca, escribiendo, estudiando; o quizá en la terraza; o en el Monte Tabor observando y contemplando las estrellas, los atardeceres. En “Historia de la astronomía”, Leopardi expresa: “La luna no es la única que adorna y vuelve hermoso el espectáculo de la noche. Aquellas innumerables fases que por cada lugar en donde dispersa y difunde sus trémulos rayos, y vuelve claras las regiones celestes y terrestres, acrecientan la belleza y lo vuelven del todo maravilloso y sorprendente. El hombre se vuelve estático en la contemplación del orden admirable en el cual se forman y están colocadas aquellas fulgurantes luces que brillan suspendidas en la rica bóveda celeste que cubre la habitación.”
Italo Calvino fue también un gran estudioso y lector de Leopardi, quizá sus Cosmicómicas estén inspiradas en los escritos de Leopardi y Galileo. El mismo Leopardi era asiduo lector del Siderius Nuncius de Galileo. Acerca de Leopardi Calvino expresó: “Porque el milagro de Leopardi fue quitar al lenguaje cada peso hasta hacerlo semejante a la luz lunar”.
Después de una corta, pero profunda vida de estudio y fuertes decepciones amorosas, Leopardi muere en Nápoles en junio de 1837. Los temas de la muerte y el amor están presentes en los poemas “A sí mismo” y “Amor y Muerte”. Al parecer el amor no correspondido por Fanny Targioni Tozzeti inspiró no sólo esos dos poemas, sino la mayor parte de su obra. Y si bien el epígrafe de Menandro en “Amor y Muerte” dice, “Muere joven aquel que es amado por los dioses”; y aunque se afirma que Leopardi era ateo, quizá, sin duda fue amado por las divinidades de la Antigüedad que le otorgaron el maravilloso don de la dialéctica y la retórica.
Las traducciones que a continuación comparto son “A la luna”, “El infinito”, “A sí mismo”, y “Amor y muerte”.
Alla luna
O graziosa luna, io mi rammento
che, or volge l’anno, sovra questo colle
io venia pien d’angoscia a rimirarti:
e tu pendevi allor su quella selva
siccome or fai, che tutta la rischiari.
Ma nebuloso e tremulo dal pianto
che mi sorgea sul ciglio, alle mie luci
il tuo volto apparia, ché travagliosa
era mia vita: ed è, né cangia stile,
o mia diletta luna. E pur mi giova
la ricordanza, e il noverar l’etate
del mio dolore. Oh come grato occorre
nel tempo giovanil, quando ancor lungo
la speme e breve ha la memoria il corso,
il rimembrar delle passate cose,
ancor che triste, e che l’affanno duri!
A la luna
Oh graciosa luna, yo recuerdo
ahora que termina el año, sobre esta colina
venía pleno de angustia a mirarte:
en aquel tiempo pendías sobre aquel bosque,
así como ahora que todo lo iluminas.
Pero confundido y tembloroso por el llanto
que brotaba de mis pestañas, en mis ojos
tu rostro aparecía, tan difícil
era mi vida: y es, y no cambia,
oh mi amada luna. Y aunque me alegra
el recuerdo y evocar el tiempo
de mi dolor. ¡Oh, cuán grato es
el tiempo juvenil cuando todavía se tiene
esperanza y breve la memoria sigue su curso,
recordar las cosas pasadas
aún tristes, y que las angustias persistan!
L’infinito
Sempre caro mi fu quest’ermo colle,
e questa siepe, che da tanta parte
dell’ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedendo e mirando, interminati
spazi di là da quella, e sovrumani
silenzi, e profondissima quïete
io nel pensier mi fingo, ove per poco
il cor non si spaura. E come il vento
odo stormir tra queste piante, io quello
infinito silenzio a questa voce
vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
e le morte stagioni, e la presente
e viva, e il suon di lei. Così tra questa
immensità s’annega il pensier mio:
e il naufragar m’è dolce in questo mare.
El infinito
Siempre querido fue este yermo monte,
y este sendero, que por todos lados
del último horizonte la mirada excluye.
Pero me siento, y mirando interminables
espacios más allá, y sobrehumanos
silencios, y profundísima quietud
finjo en el pensamiento donde por breve tiempo
el corazón no se espanta. Y escucho el viento
entre el crujido de estas plantas, yo, aquel
infinito silencio en esta voz
voy comparando: y me conforta la eternidad,
y la muerte de las estaciones, y la presente
y viva, y su sonido. Así entre esta
inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufragar es dulce en este mar.
A se stesso
Or poserai per sempre,
Stanco mio cor. Perì l’inganno estremo,
Ch’eterno io mi credei. Perì. Ben sento,
In noi di cari inganni,
Non che la speme, il desiderio è spento.
Posa per sempre. Assai
Palpitasti. Non val cosa nessuna
I moti tuoi, né di sospiri è degna
La terra. Amaro e noia
La vita, altro mai nulla; e fango è il mondo.
T’acqueta omai. Dispera
L’ultima volta. Al gener nostro il fato
Non donò che il morire. Omai disprezza
Te, la natura, il brutto
Poter che, ascoso, a comun danno impera,
E l’infinita vanità del tutto.
A sí mismo
Ahora descansarás por siempre
mi cansado corazón. Murió el extremo engaño
que eterno creía. Murió. Bien lo siento,
en nosotros los queridos engaños,
no sólo la esperanza, el deseo se apagó.
Descansa por siempre. Tanto
latiste. Nada valen
tus motivos, ni de suspiros es digna
la tierra. Amargura y tedio
la vida, sólo eso; y el mundo es fango.
Te tranquilizas ahora. Desespera
la última vez. A nuestro género el destino
no donó más que el morir. Hasta ahora te desprecia
la naturaleza, el terrible
poder que escondido en común daño impera,
y la infinita vanidad del todo.
Amore e morte
Ὅν οἱ θεοὶ φιλοῦσιν, ἀποθνήσκει νέος
Muor giovane colui ch’al cielo è caro.
Menandro
Fratelli, a un tempo stesso, Amore e Morte
ingenerò la sorte.
Cose quaggiú sí belle
altre il mondo non ha, non han le stelle.
Nasce dall’uno il bene,
nasce il piacer maggiore
che per lo mar dell’essere si trova;
l’altra ogni gran dolore
ogni gran male annulla.
Bellissima fanciulla,
dolce a veder, non quale
la si dipinge la codarda gente,
gode il fanciullo Amore
accompagnar sovente;
e sorvolano insiem la via mortale,
primi conforti d’ogni saggio core.
Né cor fu mai piú saggio
che percosso d’amor, né mai piú forte
sprezzò l’infausta vita,
né per altro signore
come per questo a perigliar fu pronto:
ch’ove tu porgi aita,
Amor, nasce il coraggio,
o si ridesta; e sapiente in opre,
non in pensiero invan, siccome suole,
divien l’umana prole.
Quando novellamente
nasce nel cor profondo
un amoroso affetto,
languido e stanco insiem con esso in petto
un desiderio di morir si sente:
come, non so: ma tale
d’amor vero e possente è il primo effetto.
Forse gli occhi spaura
allor questo deserto: a sé la terra
forse il mortale inabitabil fatta
vede omai senza quella
nova, sola, infinita
felicitá che il suo pensier figura:
ma per cagion di lei grave procella
presentendo in suo cor, brama quiete,
brama raccôrsi in porto
dinanzi al fier disio,
che giá, rugghiando, intorno intorno oscura.
Poi, quando tutto avvolge
la formidabil possa,
e fulmina nel cor l’invitta cura,
quante volte implorata
con desiderio intenso,
Morte, sei tu dall’affannoso amante!
Quante la sera, e quante
abbandonando all’alba il corpo stanco,
sé beato chiamò, s’indi giammai
non rilevasse il fianco,
né tornasse a veder l’amara luce!
E spesso al suon della funebre squilla,
al canto che conduce
la gente morta al sempiterno obblio,
con piú sospiri ardenti
dall’imo petto invidiò colui
che tra gli spenti ad abitar sen giva.
Fin la negletta plebe,
l’uom della villa, ignaro
d’ogni virtú che da saper deriva,
fin la donzella timidetta e schiva,
che giá di morte al nome
sentí rizzar le chiome,
osa alla tomba, alle funeree bende
fermar lo sguardo di costanza pieno;
osa ferro e veleno
meditar lungamente,
e nell’indotta mente
la gentilezza del morir comprende.
Tanto alla morte inclina
d’amor la disciplina. Anco sovente,
a tal venuto il gran travaglio interno
che sostener nol può forza mortale,
o cede il corpo frale
ai terribili moti, e in questa forma
pel fraterno poter Morte prevale;
o cosí sprona Amor lá nel profondo,
che da se stessi il villanello ignaro,
la tenera donzella
con la man violenta
pongon le membra giovanili in terra.
Ride ai lor casi il mondo,
a cui pace e vecchiezza il ciel consenta.
Ai fervidi, ai felici,
agli animosi ingegni
l’uno o l’altro di voi conceda il fato,
dolci signori, amici
all’umana famiglia,
al cui poter nessun poter somiglia
nell’immenso universo, e non l’avanza,
se non quella del fato, altra possanza.
E tu, cui giá dal cominciar degli anni
sempre onorata invoco,
bella Morte, pietosa
tu sola al mondo dei terreni affanni,
se celebrata mai
fosti da me, s’al tuo divino stato
l’onte del volgo ingrato
ricompensar tentai,
non tardar piú, t’inchina
a disusati preghi;
chiudi alla luce omai
questi occhi tristi, o dell’etá reina.
Me certo troverai, qual si sia l’ora
che tu le penne al mio pregar dispieghi,
erta la fronte, armato,
e renitente al fato,
la man che flagellando si colora
nel mio sangue innocente
non ricolmar di lode,
non benedir, com’usa
per antica viltá l’umana gente;
ogni vana speranza onde consola
sé coi fanciulli il mondo,
ogni conforto stolto
gittar da me; null’altro in alcun tempo
sperar se non te sola;
solo aspettar sereno
quel dí ch’io pieghi addormentato il volto
nel tuo virgineo seno.
Amor y muerte
Ὅν οἱ θεοὶ φιλοῦσιν, ἀποθνήσκει νέος
Muere joven aquel que es amado por los dioses.
Menandro
Hermanos a un mismo tiempo, Amor y Muerte
generó la suerte.
Cosas tan hermosas aquí abajo
que más allá del mundo no existen, ni tienen las estrellas.
Nace de uno el bien,
nace el placer mayor
que por el mar del ser se encuentra;
la otra, el gran dolor
de cada gran mal anula.
Hermosísima doncella,
dulce en el ver, no cómo
la pinta la cobarde gente,
goza el doncel Amor
acompañarla suavemente;
y juntos sobrevuelan el camino mortal,
son los primeros en confortar cada sabio corazón.
Nunca corazón más sabio
recorrió amor, ni nunca más fuerte
despreció la infausta vida,
ni por otro señor
como por éste a peligrar estuvo listo:
dondequiera ofreces ayuda,
de Amor nace la fuerza,
o se despierta, y sapiente en obrar,
cómo suele, no en vano pensamiento,
se vuelve a la humana progenie.
Cuando nuevamente
nace de la profundidad del corazón
un amoroso afecto,
lánguido y cansado junto con éste en pecho
un deseo de morir se siente:
cómo, no sé; pero tal
de amor verdadero y potente es el primer efecto.
Quizá a los ojos espanta
entonces este desierto: así la tierra
quizá el mortal la hace inhabitable,
ve sin aquella
nueva, sola, infinita
felicidad que su pensamiento figura:
pero por su causa grave tempestad
presiente en su corazón, brama quietud,
brama, se reconoce en puerto
de frente al fiero deseo,
que ya, rugiendo alrededor todo oscurece.
Luego, cuando todo cubre
la formidable fuerza
y golpea, el corazón la invita a su cura,
¡cuántas veces implorada
con intenso deseo,
Muerte, eres tú llamada por el afanoso amante!
¡Cuántas tardes, y cuántas
abandonando al alba el cuerpo cansado,
si beatificado llamó, si nunca más
relevase el flanco
ni regresase a ver la amarga luz!
Y frecuentemente al sonido del fúnebre chillido,
al canto que conduce a
la gente muerta al sempiterno olvido,
con más suspiros ardientes
desde la profundidad del pecho envidió a aquel
que se va habitar entre los muertos.
Hasta la olvidada plebe,
el hombre de la villa, ignorante
de cada virtud que del saber deriva,
hasta la doncella tímida y esquiva,
que ya al nombre de muerte
sintió erizar su cabellera
detiene la mirada de constancia plena:
huesos en la tumba, fúnebres vendas,
medita largamente
y osa la espada y el veneno;
y la indocta mente
la gentileza de morir comprende.
Tanto inclina a la muerte
el entendimiento del amor. Y suave
es la llegada del gran tormento interno
que sostener no puede fuerza mortal,
o cede el frágil cuerpo
a los terribles movimientos, y en esta forma
por el fraterno poder la Muerte prevalece;
o así incita Amor en la profundidad,
que de sí mismos el villano ignorante,
la tierna doncella
con la mano violenta
vuelcan los miembros juveniles en tierra.
El mundo se ríe de ellos,
a quienes paz y vejez el cielo consiente.
A los férvidos, a los felices,
a los animosos ingenios
uno u otro conceda a ustedes el destino,
dulces señores, amigos
de la familia humana,
a cuyo poder nadie asemeja
en el inmenso universo, y no prospera,
sólo el destino, la otra potencia.
Y a ti, a quien desde el inicio de los años
siempre honrada invoco,
hermosa Muerte, piadosa
tú sola en el mundo de las tristezas terrenas,
si nunca celebrada
fuiste por mí, si en tu divino estado
la deshonra del vulgo ingrato
recompensar intenté,
no tardes más, me inclino a
inusitados ruegos;
cierra a la luz
estos ojos tristes, oh reina del tiempo.
Pero ten la certeza que me encontrarás, cuál sea la hora,
que con mis plegarias las penas apartes,
recta la frente, armado,
y reticente al hado,
la mano que flagelando se tiñe
con mi sangre inocente
no está colmada de loas,
no bendice como acostumbra
por la antigua vileza a la humanidad;
cada vana esperanza donde consuela
así a los jóvenes del mundo,
cada consuelo estulto
aparta de mí, nada más en ningún tiempo
esperé si no solo a ti;
solo esperar sereno
aquel día en que pose mi rostro durmiente
en tu virginal pecho.
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En el poema “Amor y Muerte”, la palabra “sorte” o “fato”, tiene dos interpretaciones: destino o Hado.
Referencias bibliográficas: Massimo Lollini, “La canzone alla primavera. Leopardi e la lirica moderna”, University of Oregon, PDF. www.rivistadistudiitaliani.it
Antonio Innocenzi, “Giacomo Leopardi: storia della sua malattia”, web, www.sciencecue.it
Nota: A quien le interese saber más sobre la enfermedad de Leopardi está el libro Malattia e morte di Giacomo Leopardi, Enfermedad y muerte de Giacomo Leopardi del doctor Erik Sganzerla, médico director del departamento de Neurocirugía del Ospedale San Gerardo, y profesor asociado a la Universidad de Estudios de Milán-Bicocca.