Poesía venezolana: Mariela Cordero

Leemos poesía venezolana: Leemos a Mariela Cordero (Valencia, 1985). Es abogada, poeta, escritora, traductora y artista visual. Su poesía ha sido publicada en diversas antologías internacionales. Ha recibido algunas distinciones entre ellas: Tercer Premio de Poesía Alejandra Pizarnik Argentina (2014). Primer Premio en el II Concurso Iberoamericano de Poesía Euler Granda, Ecuador (2015). Segundo Premio de Poesía Concorso Letterario Internazionale Bilingüe Tracceperlameta Edizioni, Italia (2015). Premio Micropoemas en castellano del III concurso TRANSPalabr@RTE 2015. Primer Lugar en Concurso Internacional de Poesía #AniversarioPoetasHispanos mención calidad literaria, España (2016). Ha publicado los poemarios: El cuerpo de la duda, Editorial Publicarte, Caracas,Venezuela(2013) y Transfigurar es un país que amas (Editorial Dos Islas, Miami, Estados Unidos (2020). Sus poemas se han traducido al hindi, checo, serbio, shona, uzbeko, rumano, macedonio, hebreo, bengalí, coreano,inglés, árabe, chino, ruso,polaco. Actualmente coordina las secciones #PoesíaVenezolana y #PoetasdelMundo en la Revista Abierta de Poesía Poémame (España).

 

 

 

 

 

 

Un cuerpo al que pudieras hacer arder.

 
No veas detrás de mí la ristra de cadáveres
que parece asediarme y seguirme
desde un territorio caluroso y lejano.

 
No veas el signo de desamparo que hay en mis ojos,
febriles por ver tantos incendios.
No veas en mi carne el epítome de un país
ensangrentado.

 
No sientas en mi estremecimiento
el temblor
de los sufren,
este miedo es único y me pertenece,
no distingas en mi voz
alaridos de aparecidos,
concédeme el privilegio
de una desolación propia.

 
No veas en mi rostro
celajes
de ninguna patria
danzando con la muerte.

 
Sólo quiero que veas este cuerpo que soy,
sustancia persistente
sin espectros
piel y huesos.
Un cuerpo
al que pudieras hacer arder

 

 

 

 

La otra mitad de las llamas.

 
Sueñas con extraer
nada más
que la tibieza de la combustión
aspiras conservar
sólo
la embellecida quemadura
que haga gozar al tacto
del ojo.
No deseas poseer
la otra mitad de las llamas.
Huyes del incendio total
que devasta y transforma
todo vaivén en piedra molida
todo amor en amnesia
todo corazón
en cenizas.

 

  

 

 

Luz.


La luz está para destrozar la calma.

Millares la dibujan
borrachos de instinto,
usando sus dedos
como pinceles imaginarios.
Ansían gozarla
y tocarla como si fuera
enjambre de oro.
Codician beberla
y untarse el cuerpo con ella.
Un ejército envolvente y lánguido
intenta apresarla,
para arrastrarle
hasta su país de sombras.
Al final del combate
la derrota fue tatuada en sus ojos.
Los cazadores son engullidos
por un brutal océano
esplendente
que los deja ciegos.

 

 

 

 

Ardor para morir.

 
Un cuerpo bravío o lánguido
según dicte la marea de la sangre
y las conexiones erráticas
del clima
o la hora exacta de la apertura de los pétalos,
morada
en trance donde termina la ficción.

 
Un cuerpo
es ardor
para morir.

 

 

 

 

Los inescrutables ojos.

 
Los inescrutables ojos
que se ocultan
dentro de galopantes ciudades de acero,
están detrás
de otros miles de ojos sonámbulos.

 
Son narcóticos indomables
que mutilan el desamparo
apaciguan los alaridos
y derraman caricias.
Cuando afloran
te toman por asalto.

 
Sabes
que morirás
invocándolos.

 

 

 

 

Territorio sucio de danzas.

 
Caminas hasta la periferia del mundo
mudas de piel y de escenario.
Despintas con cada paso
toda realidad antigua
de plagas y prisas.

 
Te abrigas
con el manto
de una mirada al azar.

 
Llegas al país que amas
aquel territorio
sucio de danzas
y de ebrios
enraizados en la luz
donde
la vergüenza aún
no existía.

 

 

 

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