Cuna de Arena, nuevo libro de Karen Cano

Presentamos cuatro fragmentos del plaquette Cuna de Arena de la poeta y narradora Karen Cano (Ciudad Juárez, 1990). Estudió Ciencias de la Comunicación en la UACH. Fue becaria del programa Interfazz, auspiciado por el área cultural del ISSSTE en el 2016. Ha publicado en diferentes antologías, recientemente publicó una plaquette con el poemario Cuna de Arena, a través de la revista Estrépito, en Chiapas. En el 2017 publicó Ventosas por Editorial Despertar, en Loja, Ecuador; y Pectoral Izquierdo, por Editorial Capítulo Siete, en la CDMX. Algunos de sus poemas están publicados las revistas electrónicas Círculo de Poesía, Revista Golfa, Monolito, Buenos Aires Poetry, y otras. En el 2017 ganó primer lugar del Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2017, otorgado por autoridades de Mérida, Yucatán.

 

 

 

 

CUNA DE ARENA
(Fragmentos)

I
Hay algo de tragedia
y resignación, en el hábito
que tiene mi madre de bendecirme,
antes de salir de casa.

Lo supe el día que balacearon a Luis.

Dicen que los perros perciben estas cosas,
como una droga ácida,
les cala en la humedad de la nariz,
aúllan adoloridos con las fauces
infestadas de putrefacción.

Traía el demonio adentro,
los ruidos caninos acosaban por la calle,
me tomé del vientre y él sujetó su cámara,
nos reímos al ritmo del bailarín
que improvisa sin miedo a caer.

Por un tiempo no quise a los cartomantes.

Como buena supersticiosa, nunca camino por
debajo de una escalera
ni le doy en la mano la sal a nadie.

La incapacidad de adivinar el futuro
es la droga que Dios nos da
para que estemos tranquilos.

Mi madre lo sabe,
ella lo sabe todo,
todo lo que la condición mística materna le permite.

Se resigna a la suerte,
y casi siempre a medio despertar,
por la mañana me despide
y me encomienda al cielo.

Desconecto mis labios
de su frente cálida, me voy
al trabajo en medio
de una sinfonía de ladridos y muerte.

 

 

IV
Yo cuido rosales,
seres de agua y de luz y de tierra,
que nacen del fango
y se mueren, felices, en él.

Que pierden brazos y los reponen
en la primavera,
que buscan el sol como el bien.

Yo cuido rosales,
que escuchan mi canto,
nunca se van y duermen temprano,
no deben,
no pueden dejarme,
alegran la casa,
me llenan de orgullo.

Cuando exhalan perfuman el viento,
cuando crecen lo llenan de colores,
y con ello me piden disculpas
por si algún día sus espinas me pinchan los dedos.

Yo cuido rosales,
porque ellos sí saben,
que los hijos que tenía antes de quererlos,
o están en la tumba o están en la cárcel.

 

 

V
Busco una larva perdida,
a punto de ser mariposa.

Mide uno sesenta de laamo,
y pesa setenta pontesuéter.

Sus ojos son color todamivida,
y su cabello cuidatemucho
y hasta la cintura.

Ayer me dijeron que la encontraron
en el lodo,
pero yo no puedo creerlo.

Mi larva era casi una mariposa,
y a mí me entregaron puros huesos.

 

 

VIII
Nada perduró a las ruinas,
en un arranque de fastidio,
el viejo limonero de Socorro
se fue a buscar agua y compañía.

Con toda la fuerza en la raíz derecha,
despegó sus entrañas del fondo de la tierra.

Se le vio caminar hasta doblar la calle,
dejando vacía de toda vida
a una casa habitada
por el miedo.

Sólo su espectro confundido,
se posa todavía en el marco sin puerta,
y mira hacia todos lados, cada noche,
buscando pistas del ser vegetal que
regaba en el verano por las tardes.

 

 

 

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