Poesía mexicana: Samuel Espinosa Mómox

Leemos poemas de Samuel Espinosa Mómox (Puebla, 1985). Asistió al taller de José Vicente Anaya en la casa del Escritor Puebla (2004-2006). Autor de los libros de poemas Casquete corto (2020, IMACP) y Maracanã, 1950 (Secretaria de Cultura, Puebla, 2021). Ha colaborado en diversas revistas y suplementos culturales y algunos de sus poemas aparecen en antologías de México, Colombia y Argentina. Beneficiario del Programa Jóvenes Creadores 2010-2011 del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico Puebla 2012 en el área de Poesía. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía durante los periodos 2012-2013 y 2013-2014.  Actualmente es editor y barbero.

 

 

 

 

De Casquete corto (IMACP, 2020)

 

Prólogo a la vigésimo segunda edición

Mi libro se llama Reunión de las aguas
Mi libro se llama Balada de los Ayes (Ay   Ay)
Mi libro se llama no gané el Nandino (ya estás muy viejo)
Mi libro se llama Dossier desesperanza
Mi libro se llama intente de nuevo el próximo año
Mi libro se llama currículum para el FONCA
Mi libro se llama otra vez no gané
Mi libro se llama Chick-magnet (irónico    claro)
Mi libro se llama no funciona
Mi libro se llama ¿Quién va a ser el jurado ahora?
Mi libro se llama Folk singer
Mi libro se llama sin suerte pero con beca
Mi libro se llama Peluquería
Mi libro se llama a veces el amor es un perro moribundo
Mi libro se llama sin suerte y ahora también sin beca
Mi libro se llama Loser
Mi libro se llama Digamos que ganaste la carrera
Mi libro se llama búscate un trabajo ya     por favor
Mi libro se llama desempolva el libro y mándalo otra vez quién quita y ganas
Mi libro se llama no
Mi libro se llama no
Mi libro se llama llevo 10 años masticando poemas para un libro que fue muchos proyectos y hubo libros que ahora son sólo un poema
y este libro ya no sé cómo se llama
Éste debe ser el bueno

 

 

 

 

Messi anuncia su retiro de la selección tras perder otra final en penales

Para A. L.

 

Es que no sabemos perder
No sabemos lo que hemos perdido cuando pierden
los mejores
los que no fuimos nunca
por más que quisimos   porque no somos
Maradona    ni siquiera Kempes     no somos
Valdano enamorado de una pierna izquierda
que no será nunca la suya    no somos 
ni la sombra de Caniggia
Ay     Riquelme
No lo somos
Pero es sólo un juego
Pero es un juego sólo y lo perdimos
y perdimos tantas otras cosas por jugar un juego
de mediocres     de vagos     de engreídos
de niños que juegan toda la tarde entre 4 piedras
para no darse cuenta
para no irse a su casa tan temprano
y no comer su sopa de promesas
rotas y el recalentado de todo lo que falta
en nuestra casa y lo que falta
fuera de casa      para no darse 
cuenta de todo lo que falta
aunque nos damos cuenta siempre 
nos damos cuenta 
y nos duele
 
No sabemos perder

Y no querríamos perder      porque perdimos
tanto en nuestros padres y nuestros abuelos
perdimos al momento de nacer y todas
las promesas nos hicieron
creer y nos perdimos
en la esperanza       No importa
que no seamos argentinos
ni que sea sólo un juego       Ni hablar de los penales
No sabemos perder y no nos enseñaron
a devorar a nuestros padres     no 
volvimos nunca a casa con las manos 
fundidas al filo 
dorado
 de un apellido respetable

Pero seguimos vivos
Seguimos vivos y el asombro
de que este poema exista
después de meses sin poder hacerlo 
aunque quisimos
escribir sobre los grandes 
y memorables sucesos
aunque quisimos escribir mejores poemas 
y mejor lo dejamos por la paz
del trabajo amable y el olvido
seguimos vivos y una tarde
volvimos a querer     aunque sea por una tarde
aunque sea por el futbol y una derrota
que en realidad no importa y el retiro 
de un jugador que no importa
volvimos a intentar escribir un poema
no sabemos perder      pero tampoco
lo hemos perdido todo 
Seguimos vivos
todavía

 

 

 

 

 

De Maracanã, 1950 [y otros poemas] (Secretaría de Cultura – Puebla , 2020)

 

 

Primeros apuntes para una cristo-poética 

 

i)
Escribir no por la voluntad estética, por esa otra forma de ser en la tierra, sino porque uno simple y sencillamente tiene algo que decir. Tengo algo que decir, entonces escribo. Y si lo que voy a decir no se manifiesta en forma de necesidad, entonces no vale la pena. Escribo para, en última instancia, redimirme. La escritura como forma más elevada de confesión, no como una confesión alegre, ensimismada, jocosa, sino como el dolor de confesión del asesino. 

ii)
Como Cristo amó a la Iglesia, así te amo poema mío. Aunque me escupas. Aunque seas tibio y te vomite de mi boca. Porque vómito fuiste, vómito y sangre y fluidos impuros. Vómito de su boca, creación divina. Poema de mis entrañas, de dónde vienes. Vengo de mí mismo, de merodear tu cuerpo hasta convertirlo en mío. Poema de mis historias, de los que nunca fui más que en ti, en la repetición instantánea de lo que nunca pasó. De lo que pasa en el poema. 

iii)
Escribir para ese juez que soy yo mismo, para dictar la muerte de los que somos, de los que fuimos, de los que estamos en lo escrito. Escribir para lavar mi cuerpo, para desenredarme de los que nos sobran. Escribir como forma última de cristianismo. Un pequeño Cristo, cristiano. Sin transgredir las jerarquías. Yo soy creación de Dios, y mi poema es mi creación. A imagen y semejanza suya. Poema tuyo somos. Pero una vez creado, mi poema toma sus propias decisiones. 

iv)
Mi poema me maldice, cree que yo no existo. A imagen y semejanza. Mi poema tiene libre albedrío, y aunque yo crea en mi Creador, mi creación no cree en mí. Como la redención en los hijos. En el desprecio de nuestra propia carne. En el castigo santificador sobre aquello que salió de mí. El monstruo que los dos, amor, creamos. 

v)
Como Cristo amó a la Iglesia, hasta entregar su vida por ella. Así te amo, poema mío, novia mía. Así de impura, con tus labios de ramera empedernida. Con tu vergüenza al descubierto. 

vi)
Escribir porque no hay otra forma de deshacerse de esto, de lo que traigo adentro, de los escombros de los días que van arrastrando. Escribir porque es la única forma terrenal de no estar en el mundo. De estar en otra parte. Escribir para ser otro, sin la pretensión de que ese otro sea mejor que el que soy ahora, sino acaso, lo que me falta. Ese que no soy yo o que soy a medias, ese que soy cuando estoy contigo, que existe porque existimos. 

vii)
Poema tuyo somos. Poema mío, que es tuyo porque todos tuyos somos. Porque somos redimidos en el poema, en el Verbo, en el verso hecho carne, hecho de carne consumida hasta lo sumo. Porque tuyos somos en el poema, y no lo negamos. Porque sólo de esa forma, nos redimimos. 

 

 

 

Auden 

No conozco el musée des Beaux Arts. 

A veces,
cuando llego muy tarde y muy cansado a mi casa,
sólo me dan ganas de escribir en mi cuaderno verde de poemas

cosas como:
“subió el kilo de jitomate
pero encontré en otro lado manzanas
red delicious
a 19.90 el kilo.
Volver la próxima semana.”,
y luego me avergüenza pensar que, en otro lado
alguien que no se cansa y nunca llega tarde

y no tiene cuadernos verdes de vergüenza, escribe
sin detenerse a pensar en los precios,

ni en jitomates, ni en manzanas.
Quise, alguna vez, que me gustara la ópera
-porque es algo deseable para quien se interesa 
por las cosas sensibles de este mundo-,

pero después de varios de intentos
ya me parece insoportable no poder cantar
con quien se atreve a romper el silencio,
y no abrazarnos con abrazos de cantina,
y cantar juntos y no pensar en nada.

Me duele mucho equivocarme tanto.

Me gustan los cocteles
gratis en las exposiciones de arte
y el arte cuando no lo entiendo,
cuando me empaña por completo con vapores
que no identifico, pero que me desbordan.

Me gusta bailar, porque es un gran pretexto
para hablar con muchachas que me gustan

o que no conozco,
y por el baile mismo, pero me avergüenza
mi cuerpo tan torpe, tan poco solidario
con lo que yo deseo.

Debería preocuparme más
por la gente a la que quiero
considerar lo que ellos quieren, pensar 
más en el sufrimiento, 
en la sabiduría,
en la muerte.
Escribir muchos poemas sobre la muerte 
y esperarla,
y no tenerle miedo,
como los antiguos maestros.

No conozco el musée des Beaux Arts 
pero creo que me gustaría. 
Un día de estos. 

 

 

 

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