Vamos a leer un poema de Germán Carrasco (Chile, 1971), “Otro reflexión sobre el terremoto y el tsunami (Desgarbada letra por letra de una charla en un taller), desde un concepto utilizado por Laura Scarano, autopoética. Para la crítica argentina, “La categoría de autopoética (más que el término generalizador de poética) apunta pues a subrayar la teoría personal de un autor, porque el acento está puesto en el prefijo –auto, que señala su propia concepción del hecho literario. El término se potencia por sus raíces etimológicas y sus derivaciones en el ámbito de la historiografía y la teoría literaria. Está compuesto por dos giros griegos: autos, que significa «de o por sí mismo» y poiesis, que significa «creación», «producción» y proviene de la palabra poiein, es decir, «hacer» o «realizar» (DRAE). El vocablo autopoética hace foco en el «sí mismo» y las diversas operaciones autorreferenciales que caracterizan estos textos, confirmando un parentesco con la noción de autoría”. Desde 2016, Carrasco ha publicado los poemarios Mantra de remos, Alquimia Ediciones, Santiago, 2016; Imagen y semejanza, Lumen, Santiago, 2016 y Metraje encontrado, Editorial Hueders, Santiago, 2018.
OTRA REFLEXIÓN SOBRE EL TERREMOTO Y EL TSUNAMI
(DESGRABADA LETRA POR LETRA DE UNA CHARLA EN UN TALLER)
El poema largo es una torre de naipes
en donde no importa que algunas cartas
estén reparadas con cinta adhesiva
o viejas. Si se sostiene en pie, todo bien,
difícil tarea sin embargo. La lección poundiana
de la tensión y la concentración de energía
corre igual para poemas breves o extensos,
tenues o acerados
y se nos olvida a casi todos.
¿Querría algo así como un estallido, orgasmo
una especie de ko verbal el viejo?
¿O el poema dado del que hablaba Levertov?
Poema dado por quién: por dios,
¿por quién más si no? Casi todos terminan ahí
o en una conjunción parecida al amor
en sus tres primeros meses que a todo esto
se parecen bastante a una torre de naipes
por el cuidado o el azar o lo frágil.
Energía y no fuerza, claro está
meditación y cacería, todos sabemos
excepto a la hora de los quiubos.
En un poema breve no puede haber cinta adhesiva
y las arrugas en una carta delatan de inmediato la jugada.
Pero quizás un poema extenso
son poemas breves en pandilla
igual de efectivos en su invasión de ninjas
aunque reunidos con pegamento, moco a veces
–la prosa que sobra, los dispositivos transicionales
y todas esas arrugas y parches que, como en el póker
o en la ropa para la reunión importante,
no deben notarse–. Ese pegamento
a veces es temático y a veces otra cosa,
otro clúster de cosas que desembocan muchas veces
en el preciado silencio
mejor será
siempre, amén.
Kim Deal decía que si uno escribe canciones
es fácil hacerlo, el asunto
es componer algo que sientas
y que quieras interpretar ad infinitum
con el mismo entusiasmo del momento
de la composición.
Pero, qué tanto, hasta la nota circunstancial
o el garabateo en libreta a veces
cumplen el requisito del poema. Hoy escuché
en el metro por ejemplo…