Mario Bojórquez y el inagotable deseo. Texto de Philippe Chéron

Philippe Chéron prologó y tradujo la poesía de Mario Bojórquez y se publicó en 2016. Philippe Chéron es traductor de José Revueltas, entre otros autores, al francés. Mario Bojórquez es uno de los poetas más destacados de su generación en la lengua española. Reproducimos a continuación el prólogo junto a dos poemas. La traducción del prólogo de Philippe Chéron está a cargo de Raúl Durán.

 

 

 

MARIO BOJÓRQUEZ Y EL INAGOTABLE DESEO

Para seguir diciendo, para escribir a pesar de todo, hay que intentar encender el “fuego nuevo de la alegría”.

“Una palabra puede/ Sin orillas marcar el destino de un hombre”, nos dice Mario Bojórquez. ¿En su caso sería esa palabra “irrealizable”? Esa idea, en efecto, está muy presente en sus textos, sobre todo en El deseo postergado (el título es más que explícito) y Diván de Mouraria. Este último poemario dialoga con la tradición persa del diwân (diván), forma poética tradicional desarrollada por el célebre Shams ad-Din Mohammed Hafez, y compuesta de trece “gacelas”: estrofas breves dedicadas a propósitos amorosos o bien trayendo a escena los placeres de la vida, siempre evocando los temas místicos del sufismo.

Mario Bojórquez, evidentemente, incorpora muchos otros temas, como el de la muerte. En la segunda parte del Diván de Mouraria encontramos dieciocho “casidas”, con estrofas más largas, de carácter clásico y cuyos temas varían: el odio, la angustia, la indolencia, la envidia, el orgullo, la indignación, el engaño, la postergación.

Bien pueden citarse otros antecedentes y fuentes de inspiración, como el poemario de Federico García Lorca, Diván del Tamarit (1936), y el hecho de que Mouraria es un viejo barrio de Lisboa, de ahí la referencia indirecta a la cultura árabe y a Fernando Pessoa.

Si proponemos aquí sólo algunas versiones francesas del Diván de Mouraria de Mario Bojórquez, su poemario El deseo postergado ilustra bien, especialmente, el tema del deseo que no alcanza su realización: lo que está cerca de la mano queda lejos, y no podría agotarse, ya que por definición es infinito.

Este es un tema que permite mantener la tensión en el poema, que actúa sobre una dualidad siempre en busca de su resolución: inaccesible, el deseo deviene angustia, el amor soledad, el placer dolor. Estamos ante una obra que gira en torno al desencanto, que nos hace “roer el desecado hueso de la vida”. Parece que al hombre siempre le falta algo para alcanzar sus fines: si no es la fuerza, es la voluntad, y si no es ni una cosa ni la otra, la fatalidad interviene para anular toda posibilidad: un fatum (destino) trágico.

No queda más que la esperanza, que renace siempre de sus cenizas, para recomenzar la voluntad de alcanzar lo inalcanzable, en una lucha contra la adversidad y en una búsqueda permanente de la dicha. ¿No es lo propio de la utopía?

Eterno Sísifo, el ser humano está buscando en otra parte un equilibrio que sólo puede descansar en su capacidad de poner cierto freno a su deseo, precisamente, y así cultivar el placer de la procrastinación…

Si es vano pretender saciar todo deseo, queda el talento de los poetas (y los artistas, en la medida en que esa contradicción entre el deseo y su imposibilidad es una de las fuentes del arte) para cantar: “Con una flor/ abierta entre los dedos/ sobresalías/ de pie/ y había un abismo/ entre tu vientre fértil de gacela/ y la caricia ansiosa de mis manos”.

Nacido en 1968 en Los Mochis, estado de Sinaloa (México), poeta, ensayista, traductor, Mario Bojórquez es autor de  Pájaros sueltos (1991), Contradanza de pie y de barro (1996), Pretzels (2005), Diván de Mouraria (1999, 2007, 2017), El deseo postergado (2007, 2012, 2018), Hablar sombras (2013), entre otros. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 2007 y el Premio Alhambra de Poesía Americana en 2012.

 

Philippe Chéron
17 de mayo de 2016

 

 

Élégie anticipée

La mort a couvert ton visage
d’adieux cendrés sans réponse
(dans tes yeux la nuit est moins noire).

Ta lumière s’éteint ; sans oiseau, sans veine,
tu meurs en nous ; tu t’éteins en paroles ;
tu te tais, car le silence c’est toi.

Disons que tu as lâché une colombe
ou que tu en as assez fait en te taisant,
le dernier dédain sera la tombe.

Tu as connu le sens de la terre
et à la terre tu retournes sans futur,
tu meurs pour toujours, sans pitié.

Au cours de tes lectures arides tu as parcouru
le saut de l’Obscur, la République
(sans poètes ni chants), Zarathoustra ;

Aux heures vagues tu as tout nié.
À présent mort, sur ta tombe
on lit l’épitaphe : je Passe au Loin.

 

Elegía por anticipado

La muerte te ha poblado la cara
de cenizos adioses sin respuesta
(en tus ojos la noche es menos negra).

Cesa tu luz; te nos mueres sin pájaro,
ni vena; te apagas de palabras;
te callas porque el silencio es tuyo.

Digamos que soltaste una paloma
o que hiciste bastante con callarte,
el último desdén será la tumba.

Conociste el sentido de la tierra 
y a la tierra te vuelves sin futuro,
te mueres para siempre, despiadado.

En tus arduas lecturas recorriste
el salto del Oscuro, la República
(sin poetas ni cantos) Zarathustra;

En las vagas horas negaste todo.
Ahora muerto, en su tumba se lee
como epitafio: Paso de Largo.

 

 

Dire l’ombre

Parler depuis l’ombre, être l’ombre ;
le fluide rapide où l’obscur
s’accroît en l’absence du corps, dominé.
Parler contre l’ombre de ce qui a été dit,
revenir de l’ombre de la veille ;
monter si haut, si profond, si intemporellement,
et qu’un retour féroce ne soit pas nécessaire.
Dire l’ombre, dire ce qui nous reste,
le reste de la voix et du soupir,
l’ombre téméraire sans accent,
sans pause ni émotion, l’ombre pure
qui engendrera plus d’ombres sur son passage.
Parler, dire, parler l’ombre c’est
s’approcher des choses, de leurs corps,
être réflexion constante, reflet
d’un langage virtuel qui n’est jamais sûr.

 

 

Decir la sombra

Hablar desde la sombra, ser la sombra;
el fluido veloz donde lo oscuro
se crece ya sin cuerpo, dominado.
Hablar desde la sombra de lo dicho,
volver entre las sombras del desvelo,
subir tan alto, tan hondo, tan sin tiempo,
que un regreso feroz no sea preciso.
Decir la sombra, decir lo que nos queda;
el resto de la voz y del suspiro,
la sombra temeraria sin acento,
sin pausa, ni emoción; la pura sombra
que engendrará más sombras a su paso.
Hablar, decir, hablar la sombra es,
acercarse a las cosas, a sus cuerpos;
ser reflexión constante, ser reflejo
de un lenguaje virtual que nunca es cierto.

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