Poesía mexicana: Mario Frausto Grande

Leemos poesía mexicana. Leemos algunos textos de Mario Frausto Grande (San Luis Potosí, 1991). Es Licenciado en Letras Hispánicas y Maestro en Investigaciones Sociales y Humanísticas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Fue ganador del primer lugar del concurso Entre Paréntesis (ICA, 2020) en la categoría de poesía con el texto “Habitante de mí mismo”. Además, ha publicado textos poéticos y ensayísticos en distintas revistas nacionales como Punto en línea, Al margen, entre otras. Se dedica a dar clases de escritura creativa.

 

 

 

 

Orgasmo minimalista

 

marie kondo
separa los preservativos
antes de coger
y se dice “debo encontrar
el que me haga más feliz,
el silencio de látex
donde sea más grande mi dicha”
los toma
y explica
“hay que estar atentos
a la sensación
y la fecha de caducidad
al color vivo o apagado
del empaque
pero
sobre todo
a la alegría oculta en la textura”
separa
de uno en uno
mientras percibe la vibra
que destierra al caos,
toca
hasta sentir
un cerezo blanco
que nace en su sonrisa
“estamos listos
para un orgasmo peculiar
ordenado
minimalista”
menciona
“el orden
es el placer más hondo
y la felicidad más clara”
mira a la pantalla
y concluye
“recuerden siempre
ser prudentes,
todo exceso en la cama
es causa de ansiedad
todo exceso de semen gestado
sólo acumula
y es perjudicial para el mundo”.

 

 

 

 

Igor

 
la tristeza es sólo el principio, después
está el dolor, su cicatriz blanca
la lluvia que nos llena el corazón
y el rumbo de los pasos. estoy sólo
amigo Pooh, azul hasta el fondo
de mi cuerpo, tibio hasta
la astilla remojada de mis huesos,
no encuentro camino, todos sonríen
y sólo puedo mirarlos, hay algo oscuro
en todos sus dientes, un filo
bañado de noche recorre sus bocas.
yo sólo miro, observo
desde mi corazón húmedo, desde
la marca clara que llevo en los ojos,
¿si llueve esta noche,
te quedas conmigo?
¿si los rostros regresan
me mirarás de frente
para que la luz no se apague? soy azul
amigo Pooh, desde la punta
del pie hasta la frente,
desde mis latidos pequeños
hasta la palabra que oculto
en el clavo de mi espalda, los otros
me espantan, hay una cueva
en sus rostros cuando voltean
a verme, un rastro de sangre
en sus ojos alegres,
¿te quedas conmigo
aunque la tormenta
nos bese los cuerpos?
podemos abrazarnos, te daré
del azul más profundo
de mi cuerpo y estaremos juntos
te diré hasta la palabra
que oculto
en el clavo de mi espalda
y seremos azules,
testigos de la lluvia,
del filo bañado de noche
y la felicidad que sangra
en todos esos rostros,
seremos un solo cuerpo,
un abrazo tibio
en medio
de la ruta blanca del dolor

 

 

 

 

pataki o el amor romántico

 
helga no lo supo
miró el relicario 30 veces al día y pensó
en el olor de la camisa a cuadros
que él llevaba
debajo
del suéter verde. no lo supo
y su corazón aprendió las maneras del odio
de una garra
tajante entre el pecho y las costillas. no supo
que amar
era otra cosa,
una habitación de aves blancas donde
el dolor no es una gotera de
navajas y sombras. no lo supo
y el silencio alargó sus candados. mirar
el relicario 30 veces al día y pensar
en el olor de la camisa a cuadros
que él llevaba
debajo
del suéter verde.

 

 

 

 

 

afectos líquidos

(crónica de beto, enrique y un patito de hule)

 

I (patito de hule)

 
la palabra amor es
imperfecta/ un cúmulo de cuerpos
que han importado más que otros/ silencios largos
donde la vida oscurece
y sólo queda una noche llena
de sangre/ así el beso
entre la mujer y el hombre/ su faena diaria/
así el sexo
entre dios y la fe
que multiplica las guerras
y propaga cráneos
como si fueran semillas de muerte/ así las relaciones
que hacen de su tiempo
un pacto de cuchillos/ el amor
debería ser otra cosa/ algo derramado
y fluido/ un camino
de sal para nombrar
la ruta de las aguas/ una palabra
más precisa/ donde el afecto
no sea sinónimo de dolor/

 

 

 

II (beto y enrique)

 
no pondré en la bañera mi corazón
sino mi mano, las ondas
para llegar atento a ti, para poner
una caricia firme
en medio de las gotas y sales,
no pondré más misterios
ni luces ocultas, sólo memorias
como un camino de espuma
que se cuela
entre el paso de los días, navegaré
hasta ponerte el estropajo
como un sol en la espalda,
no pondré más excusas, sólo manos desnudas
donde la piel se arruga
y los huesos se ablandan, diré tu nombre
y tu derramarás la transparencia del mío,
cada sílaba un latido claro
en las aguas, cada sonido
un retazo de luz para detener
la piedra del tiempo,
y en medio, en el sitio
donde nuestros cuerpos se lavan
sus codos y asperezas,
sólo quedará el patito de hule
como un testigo blanco
de lo que un abrazo
entre dos hombres
puede alumbrar

 

 

 

III (patito)

 
han hecho del amor
una piedra de sacrificios/ sangre
sobre sangre
en un duelo de dolores/ silencios afilados
para contar
los pasos tambaleantes
de sus huellas humanas/ quizá
amar sea otra cosa
mirarse las manos
sus líneas profundas/ seguirlas
como una raíz que los lleva
a un fruto lleno de lluvia/ quizá
ha hecho falta
que olviden la sangre y las piedras/
que tomen su corazón
y lo expriman/ que formen
con su jugo
una gota clara
que horade
poco a poco
la roca/ quizá
hace falta que el amor
sea otra cosa/ no más sacrificios
ni lanzas oxidadas/ no más clavos
ni silencios
que se acumulan como costras/
sigan las raíces claras
que les surcan las manos
y encuentren el fruto
que florece en sus días/
gota tras gota
la roca se quiebra
y la huella humana
de pasos tambaleantes
comenzará a retroceder/

 

 

 

IV (beto y enrique)

 
en ti miro la medida de lo que alumbra:
somos lámparas con el pecho abierto, cera
derramada en el camino oscuro
del tiempo, ¿en dónde multiplicaremos
la luz de nuestras bocas? quizá haga falta un dios
que abra los mares
y nos lleve
por este desierto que nos muestra
sus colmillos, quizá
haga falta un salvador
para que convierta en vino
los dolores que otros nos ponen
en la semilla tierna de nuestros cuerpos,
te miro
y sé que eres,
que soy,
que somos
lámparas con el pecho abierto,
la medida de la luz
nos recorre la carne, quizá
haga falta un cristo
un jehová, un yahvé
o como sea, o quizá
nos mintieron, quizá
hay un dios vivo en nuestra carne
y si multiplicamos los besos
las aguas se abran
y se inclinen
ante nosotros

 

 

 

 

tremenda mamada a mr. darcy[1]

 
se explicaba bien, pero no sólo de su amor tenía que hablar
también tenía que bajar la guardia, volverla
leche, un vaso blanco y derramado
en la punta de su verga, no pudo resistirlo
ya era tanto el despecho, los enredos,
los pañuelos tibios, los intentos, miró
al chico en una esquina sucia, en un filo
apenas iluminado por la brevedad del silencio,
se acercó, le acarició el rostro,
soy incapaz de contener mis sentimientos, le dijo
besó su boca, su cuello, su espalda
el durazno firme en su boca y
por un momento
fue más elocuente
en el tema de la ternura que en el del orgullo,
se olvidó de todo, y
cuando el chico bajó a conocer
la suma de sus piedras,
se quedó pasmado,
atento al abrazo de la saliva
y al olor de la calle
en los días lluviosos, miró al cielo
dudó un momento, pensó
en los obstáculos de familia
que el buen juicio
le había hecho anteponer siempre a la estimación,
y luego volvió al chico, a su rostro,
a la saliva ablandando sus piedras,
ya no puedo más, se dijo
y una gruta clara
se le abrió en el cuerpo,
tremenda mamada, pensó
un vaso blanco y derramado
bajo la forma oscura del cielo

 

 

 

[1] Las partes en cursivas -con excepción de la última- son fragmentos tomados de la novela Orgullo y prejuicio de Jane Austen en su edición hecha por editorial Austral.

 

 

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