Publicado en Perú por Pico y Canto, en 2021 ha visto la luz el libro Hora Zero. Una historia de José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo. Polémicas aparte, este volumen emprende un magnífico análisis de la constelación intelectual de Hora Zero. Con una amplísima base documental, los autores reconstruyen, de modo notable, los momentos clave del movimiento: la atmósfera universitaria de finales de los años sesenta en Lima, el encuentro y afinidad de Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, los pasos hacia un corporativismo poético, los viajes por España, Francia o México, etc. Es un libro de aliento épico. En estas páginas, la comuna de estos poetas recuerda a los Zutiques de Rimbaud y Enrique Verástegui trema de tensión escribiendo En los extramuros del mundo. Hay aquí trotskismo y maoísmo y pareciera que el Jetztzeit benjaminiano subyace bajo el mayor aporte de estos muchachos ebrios de vivir: el poema integral. Hay también aquí fraudes bancarios, cárcel y una historia de liberación que pudiera ser el origen, de algún modo, del mítico “Balada para un caballo” de Jorge Pimentel. Aquí, Octavio Paz lee la carta angustiada de un amargo Juan Ramírez Ruiz y en su departamento de Paseo de la Reforma se toma un trago con José Rosas Ribeyro y el Zambo Verástegui estupefacto de timidez y de terror. En estas páginas Juan Bañuelos enseña poesía en la UNAM y sus talleristas se rolan los versos de Hora Zero. En este libro, Roberto Bolaño se sienta bajo los ahuehuetes de Chapultepec a leer Ave soul y Antonio Cisneros, tan cosmopolita, tan fresa, tan perfecto, es retado en la presa a duelo poético. Fascinante mito y opereta. Más allá de su lirismo urbano, la coprolalia o el discurso aputamadrado, en estos autores hay una fuerza que sigue conmoviendo a la poesía del continente. Gracias, José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo por este trabajo. // Y debo decirlo: casi me ha ofendido ver que José Miguel Oviedo pasó de ellos en la antología La poesía peruana del siglo XX que publicó en España Visor en 2008. Con su pan se lo coma. Aquí, por lo pronto, leemos algunos poemas de lo que podríamos llamar Galaxia Hora Zero, miembros tempranos o tardíos del movimiento, poetas que estuvieron sin estar en el instante de formación o que en algún momento participaron en sus publicaciones. Leemos aquí textos de Jorge Pimentel (1944), Juan Ramírez Ruiz (1946), Enrique Verástegui (1950), Jorge Najar (1946), José Cerna (1949), Manuel Morales (1943) y una vieja conocida, María Emilia Cornejo (1949). (Alí Calderón)
Sobre el poema integral
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“La poesia integral aspira a una totalización, donde se amalgame el todo individual con el todo universal. Es decir, materia de un poema integral es la realidad acontecida y acontecente; y que adviene en sucesos como expresion de los enfrentamientos de clases en pugna. Esta materia se expresa en una emoción y sus efectos concomitantes; una idea y sus efectos concomitantes, y derivados llenos de energía movilizante”. Juan Ramírez Ruiz.
- “Un auténtico escritor que trabaje en poesía deberá escribir con toda su vida. Debe decir no, a la ironía, al humor conciliador y apuntar hacia la conquista de una poesía no pequeño-burguesa”. Juan Ramírez Ruiz.
- “El lenguaje y lo que se expresa con el lenguaje es más narrativo, más coloquial, más de calle, más aputamadrado (…) Lo integral está también en lo abarcador del poema, lo totalizante del poema (…) que la poesía pueda poner cosas en un poema que la narrativa ya había puesto. Para mí, el contenido de una novela o un cuento de cincuenta páginas, un poema integral lo ponía en dos o tres páginas. La integridad del poema podía lograr eso. Un poema integral debía tener mucho movimiento, varios registros, no era algo estático”. Jorge Pimentel en Hora Zero. Una historia.
- “Mora, al delimitar las características del poema integral, incide en la negación del hecho lírico a favor de sujetos propios de la poesía dramática y la preferencia de lo popular-marginal en desmedro del cultismo”. José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo en Hora Zero. Una historia.
- Un par de vueltas por la realidad fue, con Kenacort y Valium 10, de Pimentel,la más nítida expresión de la búsqueda horazerista de una comunicación integral y plena, fiel expresión de la existencia real en una sociedad capitalista y del anhelo subversivo de impronta marxista-leninista”. Ricardo González Vigil en Poesía peruana del siglo XX.
- “González Vigil entiende al poema integral como una traslación de la novela total vargasllosiana (con la que comparte su ánimo polifónico y el uso de ingente bagaje técnico en pos de una construcción arquitectónica que permita una contemplación prismática y plenaria de la realidad)”. José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo en Hora Zero. Una historia.
- “…la búsqueda de un poema totalizador que ofrezca radiografías ambulatorias de la urbe capitalista”. Ricardo González Vigil en Poesía peruana del siglo XX.
- “…el deseo de instalar un nuevo sistema poético: asalto y destrucción del orden poético imperante, en aras del soñado Poema Total. Empresa que se sabe iconoclasta, cuya insurrección formal define a la poesía como acto revolucionario que trastorna la comunicación de manera análoga a como la lucha revolucionaria hace estallar las estructuras sociales”. Ricardo González Vigil en Poesía peruana del siglo XX.
MANUEL MORALES
No busquen una patria
que contenga rosas. Hoy
ya no existen las rosas. Solo existe
una patria en la palma del pecho
y otra
en el centro del ojo.
Sigan buscando rosas. Encontrarán
un balazo en el pecho
y otro
en el centro del ojo.
JUAN RAMÍREZ RUIZ
Paradero
.
Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y
son las 12.30 p.m. a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich
y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven
entre autos, papeles bond o bulky,
artefactos y escaleras
artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura
He crecido sobre esta ciudad
y hace 24 años esta ciudad sabe mi peso
(Aquí la noche del 14 de mayo me enteré que he tenido un aire puro
porque alguien lo dijo entre botellas de Pisco de Ica
con rabia y para insultarme)
Y yo salgo a la calle a repartirme como obsequio.
Por las calles de mi país camino con un sonido.
Y soy un lugar con mucha luz,
soy un aullante canto ambulatorio,
mi cuerpo está lleno de poemas y
salgo a la calle a repartirme como obsequio.
Y he demostrado que soy este cuerpo
estremecido por la rala luz que se confía a mis congéneres,
este cuerpo amargo sobre el que lloro:
Mis brazos han crecido increíblemente
y reconozco que mi semblante me ha traído complicaciones,
reconozco que mi cariño infinito me lastima
ahora que yo se regala incontenible, y cuando la lluvia
en la plaza Manco Cápac no es lluvia en la Plaza Manco Cápac.
Y cuando el individualismo se enreda y me llega a las pelotas
aquí estoy yo, vivo y fogoso
y Latinoamérica devuelve mi cara cuando la miro,
el Día se abre para que este cuerpo pase,
el viento roza mis orejas; y voy fogoso y limpio
a través de estas avenidas silenciosas.
Aquí estoy yo.
Y óyeme tú, amadísimo padre,
oye al que está fatigado de hablar para el viento,
ya es Agosto, llueve hace 24 años esta ciudad sabe mi peso:
Yo entrego mi vehemencia y mi amor
a esta vía que se ensancha hacia toda la extensión del universo:
(Aquí lograr lo justo,
ser inmaculados
y brillar como focos de 12,000 voltios:
esa es nuestra única alternativa.
Ahora aquí haré lo extraordinario
y alguien ha de decir que no está bien).
Pero escúchame tú, padre, escúchame, yo jamás podré mentir
yo he crecido en esta ciudad del sur-este
con mil dificultades para cargar con mi exceso de ternura,
con mi energía de animal salvaje amando,
amando siempre a las manzanas, amando siempre a lo que conmigo vive
con estas ansias,
con esta limpidez que se levanta
desde mis extremidades inferiores
amo, amo furiosamente mi fortaleza
y elogio a gritos mi salud.
Y ANTES DE QUE EL SOL DE ESTE DÍA SEA EL SOL DEL DÍA QUE SIGUE
AQUÍ COLOCO UNA DECLARACIÓN Y UNA DENUNCIA
LA DECLARACIÓN
A los mas jóvenes
se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla
y estamos obligados a crear, obligados a luchar, obligados a lograr lo imposible.
En una pension de Lima
se alquilan ratoneras de 1×2 metros
(para que vivan seres humanos)
a 60 libras peruanas.
El criminal se llama Carlos Gomez.
Y yo lo consigno
para que sea repudiado hasta el siglo XXV
por los poetas del siglo XXV.
JORGE PIMENTEL
El lamento del sargento de Aguas Verdes
Nací para el lado que da a la calle Plateros
entre la niebla diluyéndose en gritos y el meridiano
de la noches blancas donde mi único sueño era
llegar tan lejos hasta convertirme en el rey de estas calles.
Lo único que me mostró mi tiempo fue un color indefinido
de bardos o cantantes criollos cubriendo la ciudad
con sus voces sonoras narrándonos historias
envueltas en un follaje malogrado y perjudicial.
Ya cansado de una vida sin posibilidades
a los 18 años parecía un hombre ya acabado
y la prueba de ellos es que vagamente recuerdo
los rorstros de mis seres queridos mis compañeros
de infancia los lugares recónditos donde mi alma
vagaba solitaria y tantas y tantas cosas sabe usted.
No pararía de contarle mi amigo sobre mi vida.
Es cierto que esta cerveza babeada ha servido
para barajar para borrar la parte oculta
de una vida de 64 años.
Y
que cosas fue las que no hice amigazo
cuando cumplí los quince años, muchachito
pipiolo sabe usted, mis familiares me condenaron
a vivir por mi propia cuenta y riesgo.
Fui mozo de restaurante en La Victoria
cargador de bultos en La Parada
rencauchador de llantas en un grifo perdido
por veinte soles me dejaba agarrar la pinga
comí arroz con huevo sobre un periódico
que luego utilizaba para limpiarme el culo
para qué más puede servir un periódico hoy en día.
Y
Me vi envuelto en el torbellino de horrorosas tentaciones
francamente no sé cómo todavía estoy aquí conversando con usted.
Los largos años son los que me han salteado pero a la memoria
me viene una mujer con la que conviví durante años
y que ya no he vuelto a ver.
Ella era una esbelta y morena de abajo el puente
su padre tenía una enconmendaduría en la calle Plateros.
Tenía la cara triste y el culo alegre como el cabello
que le llegaba hasta los hombros.
La amé como un condenado a la zamba
y luego la tuve que abandonar.
Es la ley de la vida, hombre,
le hice un hijo que no conozco y huí.
En el 41 hubo eso del conflicto con Ecuador
Tumbés Jaén y Mainas sabe usted.
Yo estuve allí en las tropas del Mariscal Eloy Ureta
y me arrojé en paracaídas
en Aguas Verdes agarré un fusil por primera vez
pero más que matar cantábamos y escribíamos cartas
y componíamos valses dentro de una trinchera
que nos salvaguardaba de una bala perdida
de una granada de la metralla que retumbaba
a diestra y siniestra. allí hasta el más valiente se despintaba.
Una vez terminado el conflicto me licenciaron con el grado
de sargento.
Allí mismito empezó mi calvario mi verdadera vía crucis.
Al regresar un día a casa donde mi Amanda
nadie contestó a mis llamadas, toqué y toqué
la puerta del callejón hasta que salió el padre de ella
diciéndome pestes de su hija, que lo había abandonado
que era una canalla sin consideración para con su pobre viejo
que era una desalmada. Punto.
Todo era ya inútil
todo era ya demasiado tarde
cuando decidí encontrar a mi Amanda.
La busqué indagando por un ser querido
en hospitales de caridad
en prostíbulos de Lima y provincias
en asilos para locos
en conventos
ciudad tras ciudad del interior
viviendo con rufianes de la peor calaña
indagando por ella en los lugares más increíbles.
bajo la sombra de un árbol grande grabé a los cuarentiocho años
un corazón con nuestros nombres
cada día que amanecí tirado en una callejuela
de mala muerte, cómo te necesité Amanda.
Amanda, Amanda, regresa ¡es preciso que regreses!
ven, ahora más que nunca te amo.
Parece como si en sueños un día te hubiese conocido
parece como si la tierra te hubiese tragado.
Ni un vestigio tuyo aparece
ni la huella de tu zapato
ni el leve rumor sobre tu paradero.
Es la ley de la vida, hombre, me repito
y en la noche bajo la luna, Amanda nunca vendrá.
Y así muchos fueron los motivos de mi perdición
el alcohol bajo cuya sombra gris viví
no permitiéndome ver jamás laluz que se me ofrecía
gratuitamente, bastaba tan sólo con levantar la cabeza
mas nunca lo hice, temí a esa luz clara fresca diáfana
que se ofrecía a todos, temí enfrentarme a esa luz con su sol
radiante y su verde gramilla me asustaba, porque no sé quién
me dijo que la luz desnudaba y cada vez sentía que me jalaban
hacia cuevas sin luz y sin amor y por ende a la soledad
a la destrucción.
Como le digo muchos fueron los motivos de mi perdición
y aunque no culpo ni señalo con el dedo
¡Que levante la mano quien no sumó su grano de arena a mi ruina!
(Todos me han cagado, carajo, perdón)
Le gente me fue olvidando
los amigos si te ven no te conocen
y sin mujer
y sin hijos
y sin chamba
mi vida es el triste y célebre triángulo
cuando la vida de otros es redonda
con una obertura y muchas perspectivas.
Vivo con dos hermanas del segundo matrimonio de mi padre.
Ellas a duras penas me dan una pensión y me alimentan.
Veintiocho años he buscado trabajo, jefe
sabe, intenté el de los licenciados del ejército
para trabajar en los bazares que ellos tienen
y me ofrecí de empleado, en realidad me vengo
ofreciendo desde hace mucho tiempo, pero visto
mi historial, afuera de nuevo, sobre la vía al trago
a recitar poemitas de enamorado colegial a ser
el payaso de las mesas a hacer reír a los parroquianos
con mis poemitas de colegial enamorado, con mis historias
del conflicto con Ecuador, con Aguas Verdes y mohosas
para llorar por mi pasaje en ómnibus a las 3 de la mañana
para reír porque alguién se compadeció de mí y me ofreció
un cigarrillo
para ponerme serio mientras sorbo mi trago mojándome los bigotes.
Y yo ya no quiero
y yo ya no quiero
pasarme toda la vida entre las cenizas
arrodillado por lo que me pasa
con mi terno lustroso, mi camisa asquerosa
toda mi vida ansiando un trabajo digno
toda mi vida no va a ser un eterno lamento
y ya no quiero seguir envenenándoles.
Mi lamento embelesa sólo al ruin y al bobo.
Soy un sinvergüenza
soy el mal ejemplo
que los niños deben ver para apedrearme y escupirme
yo sólo soy un lamento de colillas de cigarros
para que usted vea mire cómo se me salen las lágrimas
mire usted cómo me han dejado, hecho mierda.
¡Qué he heho de mi vida, por Dios!
Me llamo Pedro Sifuentes Calderón, 64 años
(Al) sargento de Aguas Verdes, para servirlo.
ENRIQUE VERÁSTEGUI
Datzibao
De pronto perdí todo contacto contigo.
Ya no pude llegar al teléfono, recordar ese número y llegar a tu casa que no conocí.
Ya no pude volar sobre ti como todos los días a las tres de la tarde estas pobres alas no dieron más
y aquí me tienes ideando estas líneas que reflejan mis ojos cansados de ir caminando con la mente y las manos repletas de yerba.
Yo fui el primer sorprendido.
La extrañeza de ser dos aves hurgándose el pecho y corriendo uno detrás del otro entre las matas y bancas del parque.
y éramos arrojados fuera de nosotros mismos y por esto fue que conocí tu ciudad
y me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en tus ojos y amé todas tus cosas
y tu mirada angustiada y esa seriedad para responderme a ciertas preguntas y cuestiones que nos diferenciaron para siempre de las personas nacidas antes de 1950
tu maravilloso instinto agresivo desarrollado contra los males del tiempo y portándote como en la más furiosa embestida
en la batalla por un lugar en el taxi que nos alejó miles de cuadras más cerca de la pasión de la vida
hoy miércoles y no otro día.
Porque ya es hora de ir poniendo las cosas en claro y más que nada empezar a ser uno mismo
un solo obstinado bloque de rabia.
tú por todo lo que para mí reflejabas lo más claro eres mi sopor antes de echarte a gritar por estos sitios malditos
aún después de haber transformado esa palabrita bestialmente lúcida en una flor obsesiva
que yo no quiero acariciar ni comprender el suicidio mi amiga es una espera maldita.
como puede ser aguantarnos un par de horas más en el parque en medio de un viento furioso que pugna por arrancar de raíz lo más nuestro de nosotros
y tú junto a mí convertida en mi aliento escuchándote aprendiendo de ti a la Molina no voy más esa canción negra arde en mi pecho, me aplasta, levanta, avienta a decir no contra todo.
Cada uno recuerda su primera caída.
Cada uno recuerda paso por paso los pasos que fue dando y los que no dio porque en uno mismo está el propio enemigo.
Y yo me levanto para luchar contra mí – y me tengo miedo.
Lo perfecto consiste en desabotonarnos el torso mientras vamos salvajemente penetrando en esta selva de arenas movedizas
y tu vida o mi vida no ruedan como esas naranjas plásticas que eludimos porque tú y yo somos carne
y nada más que un fuego incendiando este verano.
La vida se abre como un sexo caliente bajo el roce de dedos reventando millares de hojas tiernas y húmedas,
y no dijimos nada pero exigíamos a gritos destruir la ciudad, esta ciudad ese monstruo sombrío escapado de la mitología
devorador de sueños.
Y el musgo creció como un verso clarísimo en tus ojos.
tú querías leer mis poemas aferrarte a ese instante de dulzura donde jamás hubo límites entre uno y otro ser
y fuiste sólo una muchacha que pasó por mis ojos silenciosamente pegada a mí a mi secreta manera de enredarme en las cosas de explicar un mundo indeciso sembrado con piedras
yo que creí que nada era nada en cualquier lugar de este mundo
y de pronto me di con tus sueños como con un golpe de mar sobre el rostro
y luego adiós porque todo y nada puede explicarse en el amor y porque todo y nada se explica en nosotros y con nosotros.
JORGE NÁJAR
El viejo campa
El sonido de unas voces en la alta noche
solía despertarme. Mi abuela, vencida,
dormía a mi lado. En la habitación contigua
su hermano adoptivo deliraba un paraíso
extinto en la infancia, allá en otro mundo,
cuando las correrías para atrapar indios
y venderlos aquí por cuatro centavos.
Paín, el viejo campa, sudaba y gemía.
De pronto saltaba para santiguarse
tal sombra erguida en el infierno.
Hacía ya tanto que lo arrancaron de su reino
pero jamás el olvido cupo en su alma,
tan grande era el recuerdo.
Sombras bamboleándose en la oscuridad.
Un chasquido. Una minúscula llama.
Paín encendía una vela y se arrodillaba.
Toda su vida durante mi infancia
oró a dioses ajenos, sordos, ciegos,
monolingües en el país de la diversidad,
incapaces de comprender el fondo
de su única plegaria: recuperar el reino.
En la bruma nocturna yo contemplaba
aquellas escenas repetidas tantas veces
ante mis ojos aún niños. Y luego,
tembloroso, me dormía abrazado
a la abuela para aplacar demonios
que ella había aprendido a domesticar
en el fondo de sus propios huesos.
TULIO MORA
Pascual de Andagoya*
(1498- 1548)
Sólo yo supe el nombre de este reino
por el joven Panquiaco, hijo del cacique
de Comagre: Birú (suave como un beso),
que corrompió la soldadesca
llamándolo Perú.
Y a pesar de mi aversión
a las faenas de guerra
y a la áspera floresta de los trópicos
decidí ser el primero en descubrirlo.
No me llamare, como el cronista
Oviedo, al relatar mis peripecias,
un hombre falto de aventura,
ni tendré rubor de volver a confesar
que renuncie a su conquista
cuando caí de una canoa y me harté
del agua cenagosa hasta quedar tullido,
si a ello sumó la muerte de mi esposa
y la cárcel que sufrí en Nicaragua,
admitirán que fue cosa de Dios o del azar
que no arribase a estas tierras
antes que los socios de Pizarro.
Lo sé porque a Cuzco fui a morir
y no seguí los complicados jeroglíficos
del cielo o de los mapas
sino el reguero de cadáveres
a todo lo largo del camino,
Si me liberé de cometer
crímenes atroces y vergüenzas peores
¿qué remordimiento he de guardar
por mi buena o mala suerte?
Pero le debo el nombre a este país,
me pertenecen sus sílabas austeras
que aluden al aullido trágico y ventral
de un cementerio general.
Eso me echa más culpas que Pizarro.
* Pascual de Andagoya: primer conquistador que tuvo noticias de la existencia de Tawantinsuyu, reino al que puso el nombre de Perú, de acuerdo a las noticias de su informante, el joven Panquiaco. Pascual debió ser quien conquistara aquel reino, pero no lo hizo por una serie de desventuras que le ocurrieron, aparte de su natural desidia contra las empresas difíciles. Decidió por ello entregar a Almagro, Pizarro y Luque la concesión de su descubrimiento sin cobrarles nada.
MARÍA EMILIA CORNEJO
debí seguir tus consejos,
no leer más a Kafka
ni frecuentar esos cafés
que tú sí frecuentas;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.
JOSÉ CERNA
Natalia
o mis labios recibieron luz o se enturbiaron
con el olor de tus senos
Natalia
o Teresa que habitas el número 7
en un burdel de la calle Paruro
Y las calles
sintieron mi cuerpo maltrecho delgado
y las puertas
ven pasar
mi rostro de piel maltratada / como la hierba
que mis pies estremecen
Cuando
en la noche
caminando regreso a mi cuarto
por las amplias
y desiertas y muy amplias
pistas de la Avenida Argentina
o mis labios enturbiaron tus senos
o llevaron luz a tu cuarto
ahí donde apenas se diluye una fosforescencia rojiza
y ese ruido / esa cumbia del radio portátil
o mi vida cansada
de pasadizos angostos donde
los cuerpos se agolpan
en la puerta de la que ofrece servicio completo
o solamente poses por 60 soles
Y la terrible
la atroz realidad
de una mujer gorda y enferma y otra mujer
vieja y gorda sentadas en esa banca del otro hotel en Paruro
Bajo esa luz agobiante amarilla
A la espera
de algún soldadito
de un temeroso
adolescente
O mi vida cansada
te decía Natalia
se asoma a tu puerta
sonríes / y tus labios dibujan
noches vacías llenas de sábanas
de sábanas de cobijan
tu infancia asustada tus noches en camas hostiles
tu sueño frágil
tu silencio en camas extrañas
tu vida
más atrás
de esta noche / tu vida que ignoro
y que ahora se tiende sobre la colcha rosada
Lejanamente junto a la mesita me desvisto
tus manos reciben los sesenta soles
Desnuda
tu cuerpo yace bajo el mío maltrecho
Toco tus hombros
Mis labios en tu cuello inmóvil
buscan
el centro del busto moreno
Beso
tus brazos
en mi boca tu sudor estremecido
lejano
mi cuerpo se agita
Lejano / arriba tu voz
modula Malabrigo
sigues la sombra del cielorraso manchado
esa bulla en tu radio esa cumbia
mi boca ciega en tu piel vacía
Toco tu vientre
presiento tus muslos / tal vez una sombra
en el musgo leve de tu pubis distante
Cierro los ojos
quiero llegarte
quiero encontrarte
Oh Natalia del número 7
Al menos un instante
Oh Natalia / quiero pero no puedo
en un burdel de la calle Amazonas
sobre mis hombros
lejos de cualquier alegría
tus ojos presencian
el jadeo de todos mis años
mi cuerpo pasando puertas oscuras
Cerradas / No es una puerta
el amor bajo esa luz roja
Azulada
esa bulla del radio esa luz amarilla
Movimiento de mi placer a medias
el último golpe de mi cuerpo en el aire
Natalia
descanso mi cabeza sobre tu cuello distante
en tu pelo se hunden mis ojos vacíos
tu cuarto crece
Donde solamente el sudor fue compartido
tu cuarto se oprime
vienen las paredes con sus fotos obscenas
de mi espalda se van tus dedos húmedos
mi cuerpo junto al tuyo moreno
Lejos del tuyo
el cansancio cae con el agua del lavado
lejanamente
junto a la mesita me visto / Ante mis ojos
la caja colmada del papel higiénico usado
tú cubriendo tu cuerpo
el semen de otros cuerpos
la frustración de otras vidas
y te llamas Natalia o Teresa
y por nuestra demora
ya tocan la puerta
me miras
Vestida
ya salgo
sonríes
Y gracias / nos vemos
sabiendo que no hay retorno posible
que el encuentro termina
cuando cierras
que no hubo encuentro y el placer vuelve
ya menos
bajando estas sucias escaleras de madera
estremeciendo la hierba de estas avenidas
sin saber si mis ojos
recibieron luz
o sólo fuimos la torpeza
Dos silencios / Natalia
y a mis labios
en cadencias súbitas vuelve el olor
la tibieza de tus senos
Natalia
o Teresa
o Ruth
que habitas el numero tanto en un burdel
de la calle
y que ahora abres la puerta sonríes esperas en la colcha
rosada
y que ahora soportas otro cuerpo sobre tu vida
y que ahora recibes otra soledad sobre tu cuerpo
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