Leemos nueva poesía peruana. Leemos algunos poemas de Carlos Gabriel Montes (Cusco, 1994). Fundó el grupo literario Toque de Poesía, cuyo objetivo principal es abordar diferentes espacios públicos para la difusión de poesía peruana, mediante recitales al aire libre. Ha publicado Lo que el cuento se llevó y Echo de menos el olvido, de cuento y poesía, respectivamente. Dirige la página en Facebook llamado Cuando digo estas cosas, en el que produce un amplio espectro de contenido en materia de literatura y periodismo.
Alegato a favor de Borges
Dicen que el elefante le teme al ratón
siendo este mucho más grande.
Dicen también que Borges le temía a los espejos.
Soñé que en realidad el elefante
solo teme hacerle daño y que como todos
se protege detrás el miedo.
Quisiera decir lo mismo de Borges,
pero hay un espejo mostrándome mis miedos
y me quedo sin palabras.
Venganza celeste
Vi pasar una araña por el patio y al mismo
tiempo por el cielo una nube.
De pronto cayó la lluvia, sentí como si alojara
todas sus dudas en mi rostro.
Más tarde vi un ruiseñor cantando en el
balcón de los sermones de mi madre.
Pasó la misma nube y lavó con su canto sus
diminutas palabras.
Muchos años después vi a los últimos hombres
de la tierra reunidos alrededor de un último
espejo encendido. La nube los nombraba uno
a uno y ellos caían alegremente.
Al final solo quedamos la nube y yo.
Con ansias de venganza, pinté el cielo del color
de mi pecho.
A modo de Medusa
Has testificado la capitulación del
crepúsculo y la postrimería de una generación de
mareas tratando de trepar el sueño de los niños.
Sobre una hoja forjada por el frío sobrevuelas la tumba de tu madre.
En el tamaño de tu sombra reposas tu melancolía,
sin advertir que tu melancolía es el tamaño de tu sombra.
Dices que cansa sumergir el rostro
en la misma estrella y buscas consuelo para
tu edad en una fotografía que ya perdió color.
Has ensayado tus sermones como para un monólogo ante
las flores, has esperado este momento como
se esperan las heridas para descubrir una verdad en la temperatura
de la cicatriz.
Pero al final te vuelves:
no estabas listo para verte contigo mismo.
Rapsodia desde cierta altura
Solo esa cima separa la noche del sueño de los niños.
También el tiempo se desgasta al atravesar el canto
de los pájaros.
La edad del horizonte se percibe en la velocidad de las nubes
y en la visión del ocaso vuelvo a descender desde tus ojos
hacia la oquedad de la lluvia.
Se habla de una altura semejante al pedestal del olvido
donde los temblores que quedaron atrapados en la copa
de un árbol aprenden un nuevo idioma: la ceguera súbita de los amantes
y un silencio tan húmedo como el reverso del corazón.
Me pregunto cuál es la altura para caer con las heridas curadas.
Cuál es la altura para no arder en la nota sol
de las canciones sepulcrales.
Cuál es la altura para contemplar la actuación del reloj
en su papel de héroe contra el tiempo.
Cuál es la altura para no hacer ruido al cruzar la niebla
de un rostro enfermo.
Entonces caigo de mis palabras como un pájaro en un pozo del cielo
y entiendo que en el sueño de los niños la altura
no es la respuesta para treparse a una estrella.
Es simplemente que el cielo es el segundo peldaño de una casa
de cartón y la noche no es tan alta como la cima de sus sueños.