Poesía mexicana: Jorge Manzanilla

Presentamos un poema del autor mexicano de Jorge Manzanilla (Mérida, Yucatán, 1986). Es estudiante del doctorado en Estudios Culturales en Universidad de Arizona, Maestro en Escritura Creativa por la Universidad de  Texas en el paso y Licenciado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Guerrero. Ha publicado los libros de poesía Escarnio, Diáfano 23 y Vitral de todos mis cuerpos. Fue acreedor a la mención honorífica en el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Mérida 2015.  Obtuvo el galardón Creative Awards 2017. Obra suya se ha publicado en el New York Times y se ha traducido al portugués.

 

 

 

ÁLBUM DE LAS AUSENCIAS

I
ECO

Habla desde el eco toda aparición:

Mi padre
habla en el muro
y despierta a todos
los migrantes muertos
que no tienen lugar
en el descanso eterno.

+

Mi padre se asoma
por la ventana
y mira su infancia
extendida al olvido.

+
La eternidad está en el envés de los ojos.

Lo supe a través de mi padre
que lloró desde su sangre
y vive en el Álbum de las ausencias.

 

II
YO ME REFIERO A PAPÁ

cuando se dibuja el rostro del siempre ausente,
el siempre cuerpo sin espejo,
la misma mirada de vitral sin fondo,
la sed del día en plena rabia.
En la mano derecha mi puño traga el pulso de la hiel
En la mano izquierda, el milagro nunca sucede.

Sucederá el incendio, que de eso comemos,
Seremos píldora, seremos tumba
porque de esto estamos acostumbrados.

 

III

Papá usó crayones para dibujar la infancia. Lo que usted no sabe,
es que está dibujando este poema, luego dibujará la memoria.
Recordemos que en mi herida hay un pueblo muriendo de hambre.

 

IV
EL DOLOR ES UN ANIMAL QUE HA MUERTO EN MI PECHO

La voz de mi padre me destierra del eco y de su sombra.
la voz de mi padre aún opaca los espejos,
la voz de mi padre abre la mañana y baja el telón de la noche,
la voz de mi padre repite el cruce de Juárez – El Paso
porque le sobra el tiempo y no se cansa de repetir su muerte.
La voz de mi padre juega con el silencio de mi cuerpo
y me voy sumiendo lentamente hacia dentro.
Tengo un pecho dentro de otro pecho
y una voz que descifra otra voz
que es precisamente, la de mi padre.

 

V

Repito tantas veces “mi padre” para invocar lo invisible. Sé que en alguna repetición atravesará el Puente Norte y logrará la hazaña por la que perdió la vida. Una hazaña solar que todo inmigrante necesita. Repito tantas veces “mi padre, mi padre, mi padre”, porque al nombrar una luz emerge entre Juárez y El Paso y forja palabras, que en algún momento, serán pronunciadas. Hable con sus hijos de noche, porque no sabemos cuántas veces veremos el amanecer en sus ojos. Repita el nombre de sus muertos y ponga una veladora y una Santa Muerte que acobije su Última Cena. Ponga un altar, porque en la Frontera, todos los días se celebra a los Santos Muertos y a los Santos Inocentes. Todo inmigrante es un pan de muerto que espera ser devorado por alguna constitución. Todo inmigrante morirá en el estómago de las patrullas fronterizas. Repita el nombre de sus muertos, no se canse, agote su voz, agote sus ojos. Quiero que usted tome esta página conmigo y evoque la oración por la que estamos reunidos. No pare. Estamos pronunciando al mismo tiempo nuestros muertos. Se aclara la página y su mente está proyectando los ojos de sus parientes caídos por un Sueño Americano. Yo ya tomé la veladora y trago la bilis y la angustia de un narrador invisible que ora atrás de mi oreja. Usted se cansa como yo y tira los brazos al suelo porque estamos huérfanos. Agarre su repetición y no apague la veladora, porque esto es la ausencia de un cuerpo.

 

VI

ALTAR

Esta Santa Muerte pide por el cruce y por la ceguera de la patrulla fronteriza. Vea su destino, mire a la familia que lo espera del otro lado. No hay malla, no hay muro, tampoco está su cuerpo. Su cuerpo está velando a mis muertos. Su cuerpo está orando para evocar a los caídos. Este altar abre los puntos cardinales y ora con mirra, Son las tres de la mañana, son las tres de la mañana. Su cuerpo es un templo y yo soy su misa. Su cuerpo está en derrumbe y voy entrando por el ojo de su mano y por el cruce de El Paso – Juárez. Aquí está su padre, aquí está su noche.
La mesa está puesta.

 

 

 

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