James Byrne. Una poética del deseo

 

 

Poeta, editor y traductor, James Byrne nació en el Reino Unido. Ha escrito Everything that is Broken Up Dances (2015), White Coins (2015), y Blood/Sugar (2009). Fue invitado del Festival Internacional de Poesía de la CDMX en el 2018. Actualmente es el editor internacional de Arc Publications y de la revista de poesía The Wolf. A continuación presentamos una poética construida a partir de aforismos y citaciones, un collage sobre el cómo/por qué/para qué se escribe poesía. La traducción es de Gustavo Osorio de Ita

 

 

 

Una poética del deseo

La poética nace de una crisis –de la necesidad de cambiar.[1]

                            —Robert Sheppard

Is this desire, enough enough—

Enough inside, is this desire?[2]

                            —PJ Harvey

Escribo a partir del deseo de comunicar y del deseo de ofuscar.

Deseo: verbo transitivo. Lo que quiero / anhelo / ansío es un estado de cambio constante.

Deseoso, no sé exactamente lo que quiero y puede que no quiera lo que sé.

No escribo para conocerme a mí mismo ni a los demás –incluso a mí mismo siendo otro– mejor. Al menos este no es el objetivo esencial de mi escritura.

La composición nunca es tierra firme. Estabilizado por la inestabilidad, estoy enraizado y desarraigado, escribiendo en el gran libro y de puntillas.

Una poética de infinitas inestabilidades. De la impermanencia sobre la permanencia. El deseo, siendo flujo, no ofrece un estado fijo. A veces pienso en Nietzsche, a veces pienso en poner a hervir la tetera. Mi cuerpo es químicamente diferente por la mañana y por la tarde.

Debido a que la escritura implica interrogatorios interminables del yo, el “yo” es flexible, fisurado, polívoco, un cameo, transindividual, ocasional, multifocal, infinitamente intercambiado. “Y en Melodiosos Acentos, yo / Me sentaré y lloraré, yo, yo”.[3]

Echado en la inevitable destrucción del mar. El ser sirvió como cortes elegidos. “Retazos de sí mismo, gestos, sombras, prendas esparcidas por el camino…[4]

El deseo, sustantivo abstracto, es “autoconciencia en general”.[5] Pero esto, según Hegel, no es la esencia del deseo.

¿Qué hay del ser que se ve y no se ve? Hegel aterrorizó a Jung hacia la existencia. El deseo mediado a través de los sueños.

Dando al deseo el espacio necesario: técnicas jungianas de Imaginación Activa, pero también notación diaria, ekphrasis, psicogeografía, diarios de sueño, colaboración, observación. 

La poesía es un proceso. El deseo es un proceso (de vivir y morir).

Deseo de hablar: infinitas peticiones hechas en contra del silencio.

Debido a que la “musicalización pluraliza los significados”, quiero hacer que la música, incluso a expensas del significado, sea singular.[6]

Hegel creía que el deseo es algo que mediamos porque el ser desea comprender mejor lo que es.[7] Y sin embargo, si fuera capaz de mediar el deseo en manera alguna, yo esperaría poder entenderme menos.

Quizás no haya un otro del otro, solo seres más grandes y expandidos. “[S]iempre desea algo otro, lo cual, a su vez, es siempre un deseo de una versión más expandida del sujeto”.[8]

Flujo: porque la escritura no me da lo que quiero (el eco: esto es lo que quiero). “Inatención: la intensidad de la misma. El distanciamiento que mantiene la vista más allá de la atención“.[9]

En definitiva, la escritura implica la represión del deseo. La poesía es activa (es activismo). Pero no todo lo deseado puede (o debería) ser puesto en práctica. La sangre hierve y está en calma.

El placer del escritor nunca es duradero (si se siente de esta manera, entonces es sólo el ego haciendo eco de la composición). La escritura alimenta el deseo, alimenta la escritura, es recurrente.

El deseo se desvía del camino aristotélico donde “aquello que se mueve… es una facultad única del apetito”.[10] En la escritura, lo que me puede alimentar es siempre cambiante.

El escribir es un aprendizaje de por vida.[11] Me quedo insatisfecho porque el idioma no me satisface. “Él escribe –¿escribe?– no porque los libros de otros lo dejen insatisfecho… sino porque son libros y porque al escribir uno no obtiene lo suficiente”.[12]

Hegel ve al ser deseante como alcanzando una eventual satisfacción a través del reconocimiento con el otro.[13] Pero la autosatisfacción significaría, para mí, la sentencia de muerte. Quiero que cualquier intercambio con el otro sea insatisfactorio, borroso, incapaz de mantener un ser fijo y, por lo tanto, que se rompa fácilmente.

Narciso para siempre a la orilla del agua, intentando y sin conseguirlo aprender la humildad del río. Si llegara a estar satisfecho con mi propio lenguaje, me ahogaría en él.

El deseo de ofuscar es una posición privilegiada. ¿No es también una especie de narcisismo? “El poeta es Narciso en la medida en que Narciso es un anti-Narciso: aquel que, alejándose de sí mismo –causando el desvío del cual es él mismo el efecto, muriendo por no reconocerse a sí mismo– deja la huella de lo que no ha ocurrido”.[14] 

La poesía es una aflicción que no ofrece cura, excepto en la muerte, que es el fin del deseo. 

El deseo deja una marca, siempre es residual. 

La escritura del deseo debe ofrecer al menos un residuo de lujuria porque el lenguaje en sí es erótico.

La escritura escribe a medida que desescribe, familiariza en tanto otrifica. Yo escribo para tropezarme, para despertarme (de mí mismo).

Soy el ladrón enmascarado que quiere irrumpir en sí mismo: la escritura es “un modo interrogativo de ser, un cuestionamiento corpóreo de identidad y lugar”.[15]

La poesía es extática. Fuera de la estasis, moviendo el ser fuera del ser.

Escribir con el volumen subido. Presurizar cada sílaba. Innovación lingüística sobre el simple sentido. El lenguaje difícil ofende nuestra competencia lectora básica, pero es permisible, aunque sólo sea porque el mundo mismo puede ser difícil.

Quiero ofender a la competencia lectora básica. 

Soy el hijo del carpintero que intenta reconstruir una vida. Poesis: el hacedor.

Soy el detective torpe que no puede resolver su propio caso. La Historia como historia.[16]

Exijo una nueva consulta después de la consulta.

“Fingir con la verdad”.[17] Parientes inventados. Trampillas de familia. Mis poemas son sobre mí y nada tienen que ver conmigo. La voz que está hablando es siempre otras voces.

Cauteloso de que Orfeo cante río abajo, el instinto es editarme a partir del poema en lugar de en él. 

Soy un orfebre. La edición es a menudo dolorosamente lenta, una especie de auto odontología. “[Es] como tener un diente coronado”.[18]

La edición es un lugar donde el poema (y el ser) puede ser rehecho, o fracturarse cada vez más (a fin de que vuelva a ser hecho).

Como si la publicación satisficiera. El deseo no puede ser restringido o reproducido.

¿Cómo respaldar lo que he dejado atrás? Es bueno que el deseo se mueva principalmente hacia adelante.

La etimología de “nostalgia” es el dolor del retorno. Recordar me lleva de vuelta al chico de la fotografía. “[V]iejo deseo –vieja pasión– / viejo olvido –viejo dolor”.[19]

La lectura anuncia una crisis que me hace querer cambiar a otra cosa. 

La lectura me cambia en otra cosa.

Amor, sexo, muerte y naturaleza. ¿Sobre qué más se puede escribir? Un deseo de escapar de los estrechos confines.

Un deseo de no escribir poemas. (Al menos este deseo se cumplirá).  

Narciso cegado por espejos, yo no “te ruego Dios, que me muestres a mí, mi ser completo”.[20]

“El deseo es una defensa”. Nos defiende de nuestro disfrute, de nuestra confianza en él.[21]

¿Alguna vez he escrito exactamente lo que quería decir? Los poemas son experimentos fallidos.

“Falla de nuevo, falla mejor”.[22] A menudo, cuanto más espectacular es el fracaso, más digno es el poema.

La escritura es colaborativa. Quiero permitir que el lector participe lo suficiente como para ser parte de la producción de significado. Las posibilidades de la deducción por encima de la pasividad del crear sentido.

Incluso pensar en la escritura conlleva un miedo del lenguaje. Un miedo a encontrarse a un mismo dentro del lenguaje (o de no ser encontrado). Neurosis de la poesía. Nerviosismo de la composición. Un estiramiento de la piel alrededor de las uñas duramente mordidas.

El escritor funciona como un neurótico obsesivo que trata de ocultarse, con la esperanza de parecer en tierra, incluso mientras está en vuelo. ‘[É]l escribe por obsesiones –que consisten en continuidades y desvíos.’[23] 

Me aferro a la deriva psicogeográfica, pero lo que ésta niega también requiere (otro tipo de mapeo). ¿Por qué no geográfico psicogeográfico a la vez? Deseo una poética del arraigo y desarraigo, de la colocación y del descolocamiento.

‘[L]a acumulación de puntos de vista; finalmente su deshacerse de la culpa… ‘[24] Recuperar algo de una vida es confesar algo de ella. En este sentido, toda poesía es confesional. Sin embargo, el escritor nunca está totalmente exento de culpa.

Toda poesía es personal. Nadie más la está escribiendo. El dictado es fantasioso. Y sin embargo, todo lo que admito es la escritura de la escritura.

No escribo todos los días. Prefiero un escenario menos sistemático y más sádico –tener miedo  de no ser seducido por el volver a escribir.

Nacido en un lugar de violencia, mi primer recuerdo es el sonido de cristales rotos. Deseo de volver a ponerme en peligro, volver a colocar al niño perdido en su entorno (familiar), escribir desde un lugar de conflicto, de violencia.   

Un deseo de hablar a través del otro. Mi hermano, gravemente agorafóbico, me pide que lo pasee alrededor del mundo.  

El deseo continúa fluyendo, a pesar de la castración. Doy la bienvenida a otras madres, a otros padres.

La castración no niega el acceso. Alimenta el deseo y es capaz de reactivar o aumentar la creatividad.

La figura del padre en Freud es siempre el padre muerto.[25] Yo escribo al padre deseado, el que no puede oírme, el que niega mi deseo de alcanzarlo y tocarlo.

El lenguaje resucita, revive a los muertos. El padre de Freud reinventado, no muerto. La muerte del padre me permitió construir un mosaico a partir de su ausencia.

El padre muerto mira más severamente, más atentamente, por lo cual parece más presente que nunca. ‘Mi padre (duro en su timidez) / Está muerto con un perfil de lo más severo’.[26]

Lacan se refiere a la ‘ley del deseo’.[27] ¿Pero existen leyes estrictas sobre el deseo?

El deseo mantiene la libertad esencial del escritor, que es la del vuelo.

La simplicidad de la forma cartesiana: la castración (cuerpo) invita a la imaginación (mente). No hay sentimiento sin pensamiento. La poesía hace correr la sangre en lo cerebral y en lo físico.

El deseo invita a una poética del error, de la permutación y la mutación, de la autorreflexividad. ‘[L]a belleza del error, las cadenas de la lógica, las posibilidades de la intuición y el asombroso deleite del azar…’[28]

Escribir poesía implica una serie de colisiones peritamente cronometradas (o la apariencia de las mismas). 

El yo como un solo ser siempre está estrechando la mano del yo dialéctico, donde el personal confiesa y oculta, donde el yo es a la vez hermético y mimético.

Me molesta la idea de la perfección –nada puede nacer de ella. Prefiero un ‘estructurado desequilibrio’.[29]

El poema es un archivo. Pero, como cualquier archivo, no es coherente. Escribir es un intento de unir una vida antes incoherente. Este es uno de sus placeres. Otra es el deleitarse con toda una vida de incoherencias.

Como todas las artes, la poesía es irracional. Como si pudiera razonar con el deseo.

¿Es la realización del deseo algo más que espasmos agitados del cuerpo? 

Quiero reapropiarme del mi-mi-mi de la lírica. La musicalidad es el yo.

Una poesía de músicas. Muchas notas que se pueden tocar desde un solo instrumento (el de la voz). ‘El mundo visto como música’.[30]

En medio del aburrimiento de la rutina, un deseo de conocerme de manera diferente cada vez. Inquietud, desobediencia, disidencia. Pulso las mismas antiguas teclas en la misma vieja máquina de escribir. Siempre la crisis, la necesidad de cambio.

‘La forma es contenido’.[31] Los poemas son estructuras de espacio tanto como declaraciones (de lenguaje). Energía cinética del espacio en blanco, respiración, campo abierto y el ojo a través del oído.[32] Confinado por el lenguaje, busco descubrir nuevas posibilidades de la forma y la estructura.

¿Por qué se perpetúa la rotunda idea sin sentido de que todo se ha escrito antes? Nosotros –si lo elegimos– podemos entrometernos en/con varios lenguajes diferentes, incluso solo en inglés. El lenguaje cambia y subvierte el lenguaje. La “oración no se suprime, se vuelve infinita”.[33]

El ser, al buscar a los demás –incluido a sí mismo otrificado– se mueve hacia la pluralidad. ‘El mundo […] es pluralidad, flujo, relación; así como los elementos son combinaciones, el individuo es una sociedad.[34]

LA GRAN SOCIEDAD. Materialidad del lenguaje. El deseo de un ladrón de tiendas de robar, dar forma, formar y reformar lo que ya existe. El ladrón en la comunidad.

Encajar, pero solo desde el exterior. Sospechoso de las élites, camarillas y clubes literarios. Y sin embargo, deseo una comunidad de escritores.

Al abrir un libro, intuitivamente, encontraré sobre lo que quiero escribir. ‘[B]uscar intuitivamente deseadas / uni-identidades // de primarias / saciedades del deseo’.[35]

¿Qué alimenta un apetito infinito? En última instancia, el deseo, insaciable, termina en el fracaso. No pude descongelar el alfabeto de su ‘sonido congelado’.[36]

Un deseo de pensar lo impensable mientras se sabe que hay “un límite para el pensamiento, […] para la expresión de los pensamientos”.[37]

El placer de escribir y el disgusto por la escritura que se encuentran en cada sesión.

Nunca prescindir de uno mismo por completo en el poema. Múltiples peligros de auto-desdibujarse (incluso el deseo de hacerlo).

Observe al poeta privilegiado –generalmente blanco, de clase media, hombre– esforzarse por removerse de su propia historia.

Descentralizar el ser es una posición privilegiada y, sin embargo, frecuentemente deseo ser ‘desplazado de la centralidad de mi propia expresión’.[38] Quiero quitarme del camino para que el poema pase al frente.

El deseo sigue al polvo, no al camino recto.

Deseo: “deja que todo sea más que todo, y que aún lo sea todo”.[39]

 

NOTAS

[1] Robert Sheppard, The Necessity of Poetics (Liverpool: Ship of Fools, 2002), p.3.

[2] Polly Jean Harvey, Is this Desire? (New York: Island Records, 1998).

[3] William Blake, ‘Public Address’ in The Complete Poetry and Prose of William Blake, edited by David V. Erdman (New York: Anchor Books, newly revised edition, 1988), p.581.

[4] Butler, Subjects of Desire, p.19.

[5] G.W.F. Hegel, Phenomenology of Spirit, trans. by A.V. Miller (Oxford: Oxford University Press, 1977), p.105.

[6] Julia Kristeva, Revolution in Poetic Language, trans. by Margaret Waller (New York: Columbia University Press, 1985), p.116.

[7] Hegel, Phenomenology of Spirit. This view is expressed by Hegel variously in the Phenomenology, initially in relation to the idea of ‘I’ as self and other (p.104) and later with the expression of life as consisting of ‘reflected unity’ (p.108). I will explore Hegel’s thoughts on mediation later in a section titled ‘Selvies: Evading the Hegelian Other’.

[8] Butler, Subjects of Desire, p.34.

[9] Maurice Blanchot, The Writing of the Disaster, trans. by Ann Smock (Lincoln: University of Nebraska Press, 1986), p.55.

[10] Aristotle, ‘De Anima’ in Introduction to Aristotle, ed. by Richard McKeon (New York: Modern Library, 1947), p.23.

[11] La idea del aprendizaje resulta importante en ‘Apprentice Work’, una elegía para el poeta británico Peter Redgrove (1930-2003), publicada en  Blood/Sugar, p.12.

[12] Blanchot, The Writing of the Disaster, p.37.

[13] Hegel, Phenomenology of Spirit, p.112.  Para Hegel, esto involucra el reconocimiento a través de la aceptación de un ser dividido, donde el ser y el otro se reconocen mutuamente.

[14] Blanchot, The Writing of the Disaster, p.135.

[15] Butler, Subjects of Desire, p.9.

[16] ‘Historia’ es también el título de un poema en White Coins, p.11

[17] Anne Sexton, ‘Anne on Anne’ en On Not Being Able to Sleep: Psychoanalysis and the Modern World by Jacqueline Rose (New York: Vintage, 2003), p.100.

[18] Vladimir Mayakovsky, ‘How Are Verses Made’ trad. por G.M. Hyde in Gossip and Metaphysics: Russian Modernist Poems and Prose, Farris, Katie, Ilya Kaminsky, Valzhyna Mort eds. (North Adams: Tupelo Press, 2014), p.192.

[19] H.D., ‘Fragment 113’ de ‘Hymen’ en Collected Poems 1912-1944 (eighth edition), ed. Louis L. Martz (New York: New Directions, 1986), p.131.

[20] Augustine, Confessions, trad. R.S. Pine-Coffin (London: Penguin, 1961), Book x, p.243.

[21] Jacques Lacan, Ecrits, trad. Alan Sheridan (New York: W.W. Norton, 1977), p.322.

[22] Samuel Beckett, Worstword Ho! (London: John Calder, 1983), p.7.

[23] Susan Sontag, ‘Writing Itself: On Roland Barthes’ en A Susan Sontag Reader (New York: Farrar Straus Giroux, 1982), p.433

[24] ibid.

[25] Estoy pensando en las multiples teorías de Sigmund Freud en torno a la sexualidad y el padre, volviendo hacia el Complejo de Edipo, el cual fue su término adoptado para describir la relación del infante con sus padres. Esta teoría retoma el mito del Rey Edipo, quien supuestamente mató a su padre y después desposó a su madre. Sigmund Freud, The Standard Edition of the Complete Works of Sigmund Freud, Vol. XI, 1910, trans. by James Strachey, (New York: Vintage, 2001, first published in 1961, p.47.

[26] Jules Laforgue, ‘Avertissement’ [Advertisement’] en Des fleurs de bonne volonté [Flowers of Good Will], trans. by Peter Dale (London: Anvil Press, 2001, p.265.

[27] Lacan, Ecrits, p.324.

[28] Charles Bernstein, ‘The Practice of Poetics’ en Attack of the Difficult Poems (Chicago: The University of Chicago Press, 2011), p.73.

[29] Sheppard, The Necessity of Poetics, p.5.

[30] Octavio Paz, ‘Recapitulations’ en Alternating Current, trans. by Helen Lane (New York: Arcade Publishing, 1990), p.65.

[31] Esta frase es de Charls Olson en su escritos sobre “El verso proyectivo”. Olson declara que él está condenasndo un señalamiento anterior hecho por Robert Creeley. Charles Olson, Selected Writings of Charles Olson (New York: New Directions, 1966), p.16.

[32] Olson, p.19.

[33] Kristeva, Revolution in Poetic Language, pp.108-109.

[34] Paz, Alternating Current, p.123.

[35] Mina Loy, ‘Hot Cross Bum’ en The Lost Lunar Baedeker Poems, ed. by Roger Conover (New York: Farrar Straus Giroux, 1996), p.141.

[36] Bernstein, Attack of the Difficult Poems, p.122.

[37] Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, trans. by D. F. Pears and B. F. McGuinness (London: Routledge Classics, 2001, first published in 1921), p.3.

[38] Denise Riley, The Words of Selves: Identification, Solidarity, Irony (California: Stanford University Press, 2000), p.2.

[39] Blanchot, The Writing of the Disaster, p.10

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