Poesía peruana: Ale Pastore

Leemos poesía de Perú. Leemos cuatro poemas de Ale Pastore, seudónimo de Alessandra María Chávez Maggi. Es una poeta peruana. Nació y creció en Lima, actualmente radica en Nueva York. Licenciada en comunicación social y audiovisual, artista multidisciplinaria. Escribe una columna de prensa cultural en el Diario “Poder Edomex” de México. También forma parte del comité editor de Códice. Revista de Poéticas. Su obra aparece publicada en diversas revistas de Perú e internacionalmente con traducciones al portugués, italiano, inglés y griego. Recientemente ha publicado La distancia del tiempo (2020) y Todavía oscura (2022), por Gambirazio Ediciones.

 

 

 

 

 

IGLESIA DE SAN PATRICIO

Suenan campanadas
en la iglesia de San Patricio,
y aun sabiéndome en Nueva York,
el mundo se apaga a sus amaneceres
mientras reluce la mirada misma de Dios.

Así acontece septiembre,
con el recinto caído tocando los cielos
va a su puerta coronando
de luz sus ventanas,
hurgando el aire
la tormenta de pronto se desata.

Trovar/ Trovar/ Trovar

—Atada al tronco de la vida—
donde nunca más el sosiego arderá,
el cuerpo pugna en la palabra
y retorna siendo pájaro.

(Inédito) N.Y, sept. 2022

 

 

 

LAS PIEDRAS

Me até las piedras a los pies,
bañé de fango el trozo de carne
que colgaba de mis ojos.
Me ofrecí siendo las sobras,
en aquella mesa de cuervos
y colibríes.
Pero ascendí,
como ellos,
entre los pinos
me fui sin preguntar

¿cuán difícil era la ceniza?

Allá abajo el desasosiego
dejó hendido el pulso del lenguaje,
y la lluvia dejó temblando las piedras.
Mi cuerpo cabalgó sobre ellas
hacia todos los confines,
cruzando el desierto me vi nacer.

(Inédito) N.Y, oct. 2022

 

 

 

 

EL GRITO

El grito, Edward Munch

Nadie sabe, sabe nadie: la nada
del que pisa o aplasta la voz
y repone y recobra y quita
se disipa la nada, vuelve y talla
en los fondos ojos del silencio
donde grita la garganta y calla.

Nadie es en mí, en mí nadie
en ti está todo aquello que nace
otro silencio batallando fantasmas
más viva y vida, más muerte y llaga
y sana y cura y enferma
y el dolor expulsa lo que traga.

 

 

 

LA CAÍDA DE ÍCARO

Pintura de Marc Chagall

¿Será que ya duermes en el mundo
azul cobalto de Marc Chagall?

Sobre el estupor de los riachuelos silenciosos,
sabiéndote camino que marca las salidas
y acortan las brumas malvas que la cruzan.

Serás levedad celeste sobre las alas de Ícaro,
saltando al abismo en un vuelo de espera
kilómetros bajo las nubes, al ras del suelo.

¿A dónde trasladar las cenizas de la negra noche?

¿A dónde lleva esa vía y su sentido?

Dicen, anda ahuyentando el temporal que se desvanece,
medianamente alejado del dolor, así; desplegando la tristeza,
como si asomase la apocalíptica combinación,
alta quimera delirando sobre su cabeza de León.

Ahuyentando lo que en continuidad, ya nunca es
y ahora a lo lejos, el sentir de la nada
bajo la gracia misma de la tierra solitaria,
trasladando los colores al linde de tu blanco cuerpo.

La vida quiere más vida, donde no cabe.

 

 

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