Nada está perdido para siempre. La poesía de Dinu Flamand

Dinu Flamand (Transilvania, 1947) es ensayista, traductor y poeta. Representa una voz de suma trascendencia para la literatura rumana.  Como traductor ha llevado al rumano voces tan importantes como las de Fernando Pessoa, Antonio Porta, Samuel Beckett o César Vallejo. Por su trabajo poético ha merecido varios reconocimientos entre los que destaca el Premio Mihai Eminescu. En este 2023 se le ha otorgado el Premio Internacional de Poesía Nuevo Siglo de Oro en el marco del Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México. El poeta Rubén Márquez Máximo, a manera de breves notas, nos acerca a su libro El frío intermediario traducido por Omar Lara y publicado por Círculo de Poesía y Valparaíso México

 

 

 

Nada está perdido para siempre. La poesía de Dinu Flamand

que nada está perdido para siempre  mientras
las montañas continúen en el horizonte

Dinu Flamand

 

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La escritura de Dinu Flamand, dice Omar Lara, llega del exilio, de “un dolor que viene desde afuera y sale desde adentro”. En esta idea está la sensación de lo otro, de lo extraño, de la mirada del extranjero. En los poemas de Dinu, el hombre observa desde ese afuera y ese adentro, como en un estar y no estar en el ahora.

 

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La ventana es un puente entre el mundo interior y el mundo exterior. Es transparencia por donde la mirada anhela y se guarda. Ahí llegan y chocan los restos de las cosas de afuera:  “en la ventana la ceniza del tiempo”. La transparencia se opaca, el Eros y el Thánatos se unen en una imagen con el avance de Cronos. Pero desde ese sitio cubierto de ceniza siempre existe la posibilidad de la mirada, que entre el gris y el frío, se ilumina: “tres naranjas palpitaban en la ventana / en el frío intermediario.”

 

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Desde el exilio la consciencia se retrae para buscar el tiempo, ese fluir de las horas, de los días, de los años. Pero algo se escapa siempre y nos deja fuera de esa otredad  que está tan cerca pero que nunca es nuestra “y lo único visible del tiempo era el viento”. Cronos ya no es agua como lo era para Heráclito, es ahora un viento con rastros de ceniza. Y en ese mirar por la ventana el tiempo de Kairós nunca llega: “resistes / lamentando la espera / del tiempo que esperabas la vida / y su momento preciso.” Hay tiempo pero se trata del tiempo de la espera.

 

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La espera es una forma del dolor y el dolor una manera de sentir. Como en “Los heraldos negros” de Vallejo hay algo que llega de súbito y nos golpea: “era casi una inexplicable cólera de los cielos / dirigida a nosotros / casi odio / apretado en el pecho / y cercano…” Es un rayo que escapa a nuestra comprensión, un recuerdo de la fragilidad humana pero también de su resistencia.

 

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En la resistencia el amor da el pulso para contener el destino “y ahora llegas tú a mi vida / y eres la nube que borra un instante el dedo de la sombra”. No se trata de la completa claridad dado que una nube borra la sombra. Eros es luz y oscuridad, presencia y ausencia: “más hondas raíces que las del amor / sólo tiene la ausencia del amor / no por casualidad son todas ellas / también las raíces del árbol de tu sombra.” Y más adelante se persiste el tiempo de la espera como verdadero catalizador del amor: “y en el amor nadie ama sino en la espera”.  Sin la ausencia no hay Eros, no hay retracción ni exilio necesario para mirar de otro modo: “solo cuando te abandona / el amor se entiende con la poesía / y te deja pulir las palabras / después de su partida abrasiva.”

 

De esta manera, la poesía de Dinu Flamand se instaura en un tiempo donde el hombre  espera que nada esté perdido para siempre.

 

 

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