Leemos poesía peruana. Leemos poemas de José Carlos Yrigoyen (1976) pertenecientes a dos colecciones, Horoskop (2007) y Ciclo del Partido de la Caridad (2022). También es narrador, ensayista y crítico literario. En 2020 publicó la novela Mejor el fuego y en 2021, con Carlos Torres Rotondo, Hora Zero. Una historia, en el que pasan revista al mayor movimiento poético del Perú en las últimas décadas. Esta es una recomendación de Círculo de Poesía: Yrigoyen es uno de los autores que hay que leer en la poesía peruana actual.
Esta mañana con Beatriz Eguren
Comparar, yo lo sé bien, nunca ha sido tu estilo,
pero ahora sabes qué cierto es eso que cuando la vista
le comienza a fallar a uno, no queda sino fijarse
en los objetos que se han ido acumulando poco a poco
dentro de esta casa hace más de cincuenta años.
Por ejemplo, el sol. El sol, dices señalando el espacio
gris de la ventana, rueda por el cielo, bruscamente
y sin saber a dónde ir, al igual que mi lengua,
la que se debate en silencio, mientras voy leyendo
mentalmente el poema encontrado en una revista europea,
escrito en un idioma que desconozco,
pero en el que de todos modos algo nuevo podemos
rescatar. Si estamos frente a una declaración que insiste
delante de nuestros ojos en tener algún significado
que no logramos desentrañar, como la canción
interpretada por un desconocido encerrado en el baño,
y nos rendimos a la mitad del intento, somos
dueños de una libertad algo incómoda, que primero
nos mantiene frescos y libres de toda influencia,
como si de pronto fuéramos colores primarios.
Y si estamos comenzando a flotar de esa manera,
a través del humo de los arbustos y los incineradores,
no podremos dejar de reparar en una sensación subterránea
que se separa de sí misma para no correspondernos,
igual al enloquecido capitán de un bote salvavidas
al que rogamos un sitio dentro de su embarcación,
flotando, con nuestros organismos remontando
este mundo tan hermoso como un tumor hermoso.
Por supuesto que no podemos estar así mucho tiempo.
Lo incomprensible —amplios y minuciosos planos
para una boca antigua clamante, digamos, entre las hojas—
no es un goce que se pueda mantener más que unos pocos minutos.
Luego todo se vuelve obvio, como sentir el amanecer
y con él otro día que viene. Cielos siempre azules,
los simples pájaros negros —no los pájaros de la Historia—
como débiles símbolos de algo que conocemos
pero de lo que no estamos muy seguros. En la esquina
oigo cómo una mujer detalla a otra, enseñando la cicatriz,
la mastectomía que le practicaron la semana pasada.
La realidad es un crimen que se comete siempre en nuestro nombre.
Apunte para un poema sobre el matrimonio
1 de octubre. Si este amor puede crecer, sólo lo hará
debidamente en el Orden. He dormido hasta muy tarde,
como la primera vez que desperté contigo, hace tres años:
a diferencia de aquellos cuerpos ocasionales que amanecían
a mi lado, desordenados como tablas viejas en la orilla,
recuerdo bien nuestra posición sumisa al abrir los ojos,
que en algunos países pudo ser una forma de rezo.
He dormido hasta muy tarde, he pasado la noche apenas
sostenido en la lectura de la primera oeuvre de Ernst Zundel,
The Hitler we loved and why. Leyéndola puedes encontrar
la gozosa disposición de quienes fueron desnudados en la puerta,
lavados y purificados al igual que los veloces ratones
del sembrío, amontonados sobre el fuego solamente para destruir
el elemento mortal que heredaron de sus antepasados.
Zundel imagina esas almas liberadas escapando por el ducto,
como por una especie de vacío circular. Yo pienso, más bien,
que el exterminio es un río que acepta la perfecta sincronía
de unos muchachos sobresalientes en el manejo de los remos.
El exterminio es mi negativa a respetar lo imperfecto.
(Y si la variación continua es el estado natural de la mente,
Zundel de esa manera convierte las flores en sonido.)
Nada de esto servirá cuando me encuentre frente a ti.
Sólo me salvará llevar el poema hasta sus propios márgenes,
pedirte perdón por todos esos vicios en los que te inicié,
aceptar que se necesitaron dos para hacer de este amor
algo tangible o al menos verificable, que no pude hacerlo solo.
En el interior de la Iglesia aguardan nuestros padres,
nuestros amigos, la nostalgia del guardián de la torre de vigía,
los horribles nombres de los sobrevivientes. Aquí quedan
todas las cosas que para ser definidas deben estar ausentes. Aquí
mi plegaria entre los automóviles estacionados. 1 de octubre.
(de Horoskop, 2007)
Primicias del mundo
[i.m. John Berryman]
El desastre del cuerpo se sienta a escribir. Toma conciencia
de los demás y decide entrar en comunicación con ellos. Sabe
que la urbe ha sido construida para el prójimo: por eso se recluye,
por eso escribe sobre esta actualidad que, como la talidomida,
desprende brazos, dispone a los médicos al borde del colapso,
desentierra hombres y mujeres para su estudio, se blinda
en una historia inacabada. El desastre del cuerpo lo escuchó alguna vez
y está de acuerdo: la vida es corta, brutal y nunca está de nuestro lado.
Hay contraventanas por donde es posible atisbar la evidencia.
Los drogadictos ocupan un lugar destacado en la trama. Cuidado
con la gente de las alcantarillas: vienen por usted. En Port-Louis
una esposa mata a su marido al encontrarle fotos con otra mujer
más joven que terminó siendo ella misma. Las escolares japonesas
rinden el examen médico en un gimnasio a la vista de todos.
Deben desvestirse ante la ambigua funcionalidad de la justicia.
El encierro nos ha puesto de un humor lascivo.
El presidente de Nauru y sus artilugios complicados y monstruosos.
Dos fundadores del Partido de la Caridad son reconocidos en la calle.
Fueron insultados y agredidos por una multitud de padres de familia
hasta que encontraron refugio en el baño de un restaurante chino.
La foto de unos cazadores desgarrando un okapi en la página seis.
Como los árboles sin hojas, suspendidos sistemas nerviosos,
la ultraderecha crece. Gana los escaños que entorpecen el objetivo.
Los diarios nos dedican titulares que son hornos crematorios.
La Corte Suprema prosigue operando en su tensa resurrección.
A punta de pistola, obligó al violador a desnudarse y procedió.
Ahora los niños están muy tristes por perder a su amigo.
El desastre del cuerpo no puede confirmar eso. Pero lo sospecha.
También percibe y difunde el terror institucional que ahoga la luz,
los depósitos de plasma que se pudren en los puertos paralizados,
los discursos que alimentan la noche de los desórdenes raciales,
y, como una mentira, restituye la forma de un mundo aparte.
Entrevista exclusiva a Todd Nickerson
El rumbo del artrópodo y de su predisposición por forjar
la lenta y ondulante destrucción de un libro, sinuoso-laborioso,
denso ante la amenaza de la verdad que insiste en negar y carcomer
es una forma de respuesta ideal porque sacrifica lo que estorba.
Nací sin mano derecha. Es el primer desbalance inquietante
que quisiera resolver. Cuando llega la noche a mi casa móvil,
donde duermo porque en la concisa ciudad que tengo al lado
demasiada gente sabe quién y qué soy, estudio Gálatas y un versículo
me susurra aquella teoría que ilustra la inclinación de algunos zurdos
por la pederastia. Si los ojos de una pequeña de falda naranja
me parecen más grandes que la vida, si me llevo a casa esa imagen,
mi virtud está invicta. Yo amo a los niños. Los monstruos son ustedes.
He llegado a la edad en que comenzamos a lidiar con la nada
y miramos con pasmo a los adolescentes combatir la ciencia.
Un mundo zodiacal, de animales aún por descubrir, de falacias
autobiográficas, es lo que impera. Logro reunir con esfuerzo
doscientos dólares al mes y cupones de alimentos y me pierdo
los sábados por el campo para reflotar la escena de esa niña
de siete años probándose zapatos en una tienda del centro comercial.
Jamás le haría daño a ninguna, y en eso hay una épica. Quien define al héroe
debe recordar que este nunca está completo. Su regreso es una apuesta
que suele desembocar en la pérdida. Entonces lo único que puede acreditar
es una voz testamentaria lastrando toda fe. Ese ha sido mi caso.
Ya Tennyson lo anunciaba: siempre vagaré con el corazón hambriento.
No soy tomado en cuenta por las transacciones de la noche. Huyo
de la muerte prematura en cada ademán, me informo del estado
de la leche y la carne que ingiero, no invito a nadie para pernoctar.
Una tarde me difamaron y guardé silencio. Fue una mala táctica.
Perdí mi empleo en un negocio local y hoy estoy detenido en el vacío.
Se ha aceptado la compulsión erótica de caernos por las escaleras,
la lujuria por las abejas, la atracción hacia los retrasados mentales;
en cambio, los locutores de radio dudan de mi pacifismo sexual.
Me preguntan por el Partido de la Caridad. Una muy mala jugada.
Para la ciudadanía no son humanos sino morados pulpos tenebrosos.
Es hora de entender que nunca nos saludarán con afecto ni alegría
las bronceadas familias que, al atardecer, regresan de la playa.
Marthijn Uittenbogaard en el remolino
El caos eligió un seudónimo y así perdió la identidad
con que podíamos señalarlo y precavernos. El caos
hizo lo mismo que los niños autistas: empezar contra todo
una canción nerviosa y concluirla como un gran enigma.
Zonas de tolerancia en la amoblada jerga de los terapeutas
donde mi corazón finalmente descansará sin aprensiones.
Pero antes izaré junto a Daniel una bandera pirata en casa,
jugaremos a la guerra, nadaremos, escalaremos montañas;
la niebla nos responderá con los abyectos íbices que hospeda.
Solo después de cumplir todo eso podremos iniciar
el dulce acoplamiento con que comenzarás a recordarme.
Noche electoral
[1] CONFERENCIA DE PRENSA
La poesía es más verdadera que la historia;
solamente por eso hemos logrado llegar a este punto
donde no ronda el cansancio del fuego, símbolo
de cada disidencia que sucumbe. Durante meses evitamos
a hermosos chiquillos diestros con la lanza, complemento
de los brezos que rodean el amanecer, de la noche
que nos es propicia como el cuero de los guantes,
temiendo que todo aquel encanto se redujera a un cruel
señuelo policial. Eliminamos los archivos y videos
que pudieran ofender a quienes no entienden la lógica
de una sintaxis deliberadamente rota, a quienes no escaparon
nunca de los monótonos distritos suburbanos del alma;
nos presentamos limpios y castos ante la voluntad popular,
tan confundible con una oca consagrada o un arco cretense.
Los locales de campaña, los denostados cuadros técnicos,
la incestuosa tesorería, las aleccionadas juventudes:
todas las expresiones que el Partido de la Caridad congrega
están listas para el combate. Iniciamos hoy nuestro hundimiento.
[2] CONTEO OFICIAL
El teléfono no ha dejado de sonar desde las cinco.
Los primeros resultados arriban veloces como el sol
cuando brilla antes de tiempo, cuando sacude a los ciudadanos
en sus camas y separa violentamente a las parejas
porque tiene algo nuevo y maravilloso que decir.
Pero hay malas noticias en el norte. Nuestra esperanza
no ha sido desminada. Menos de mil votos en Groninga,
ninguna posibilidad de representación en Heerenveen.
En Ámsterdam nadie ha querido escuchar la doctrina
de los perseguidos. Rotterdam y Limburgo censuran sonreírle
a un niño en la calle. Resultado final: cero bancas
sobre ciento cincuenta. Es definitivo, ya no hay nada que hacer.
La dictadura de los adultos seguirá rigiendo en Holanda.
Se anexionará este libro apenas descuidemos sus fronteras.
El canceroso laberinto de la democracia arruinado por completo.
Cada voto nuestro la negativa a tomar la sierra por el lado seguro.
Cada voto nuestro la sabiduría del río resolviendo un crucigrama.
Cada voto nuestro un carterista confundido con un astro.
Cada voto nuestro una ofensa entrando en colisión.
(Ciclo del Partido de la Caridad, 2022)