Si tuviera otro nombre: Prólogo y Rosa Antílope

Este 23 de abril de 2023, Día Mundial del Libro, presentamos la primera entrega de Si tuviera otro nombre, una serie de poemas de Roberto Amézquita con el símbolo de la Rosa como fuente. En esta ocasión compartimos el poema que sirve de breve prólogo y su primera rosa, la Rosa antílope.

 

 

 

 

 

 

Arquetipo mudable de los arquetipos y Forma de las formas es la Rosa; símbolo de la vida interior y sus espinas, esencia de la vida exterior y su lumbre de apariencias. La Rosa es cuerpo y espíritu, pasión y límite que nos recuerda lo efímero -y por tanto lo eterno-, de todo cuanto tiene existencia. Fue, además, con el aceite de la Rosa que Afrodita ungió a Héctor en la pira mortuoria para que no lo royera -del todo- la muerte. Las Rosas de Pieria han sido cultivadas por poetas de todas las épocas, de Safo y Anacreonte, a Ovidio y Ausonio; por Shakespeare y Ronsard, por Blake, Darío, Rilke, Celan, Borges o Lizalde, entre muchos otros poetas excelentes. Por tanto, uno quizá no debería dejarse arrebatar por el engaño de esta indeseable flora parásita, pero como ha ocurrido a otros, estas flores fueron trepando irremediablemente a mi escritorio. Las entrego pues a los lectores de Círculo de Poesía, cuando menos, una por una y cada semana, pues el veneno cuando es tomado en dosis pequeñas es menos letal o incluso, se torna propicio para alcanzar su condición de tónico (cumplan pues estas rosas la sentencia de Silesius).

Roberto Amézquita
23 de abril de 2023

 

 

 

 

 

 

PRÓLOGO

Son los días pulsar la renegrida cuerda
una y mil veces la misma inarmónica cuerda
del día sin el Día y por la noche
saciar el ya antes harto oído
con el mismo agotado frescor. El mismo
tema exhausto y consumido: Rosa marchita
maravilla opaca en que las horas se repiten
en lo escrito oscuro violín que ha refregado el grillo
la idéntica nueva y vieja luz: ya casi a punto
todavía quizá tan sólo
espina
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I


What’s in a name?
Shakespeare


La Rosa antílope descarna al sol
su rojo costillar, garfio en la luna,
y su cuarteada cornamenta vegetal,
bullen la sangre del plateado pétalo
en que rojo el azogue y roja,
su hermosa simetría, se cuartan
‒bajo la zarpa y luz
del sueño y de la espina‒.

Decapitada yace en el jardín, es presa
que se ha llevado la propia flor con su fragancia.
Muerte más muerte la de esta rosa
que brilla sus flujos y legajos por la tarde
mientras los buitres y las hienas floran,
irremediablemente floran
en su nombre.

La Rosa antílope descarna al sol,
si tuviera otro nombre, si fuera otro
el aroma del brillo de sus huesos,
por igual rasgaría sus sílabas de ámbar, igualmente
un tañido en las cuerdas ocultas de la noche
repetiría el eco de los salmos del sol y de la luna
en que el antílope y su pasto azul
ahora despiertan.

 

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