Poesía guatemalteca: Vania Vargas

Leemos poesía guatemalteca. Leemos a Vania Vargas (Quetzaltenango, 1978). Reunió su poesía en el volumen Relatos verticales.

 

 

 

Leemos a la poeta guatemalteca​​ Vania Vargas (Quetzaltenango, 1978).​​ También es​​ narradora, editora y periodista cultural independiente. Autora de los libros de poesía​​ Cuentos infantiles,​​ Quizá ese día tampoco sea hoy,​​ Los habitantes del aire,​​ y​​ Señas particulares y cicatrices​​ (de los cuales han salido algunas selecciones publicadas en Chiapas, México; Puerto Rico y Montevideo)​​ así como la reunión de poemarios bajo el título​​ Relatos verticales. En narrativa ha publicado​​ Después del fin,​​ Cuarenta noches​​ y​​ El cuaderno del fin del mundo. Es, además, coordinadora de los libros de ensayo​​ Nuevo Signo: siete poetas para nombrar un país; y​​ Luz: trayecto y estruendo -una aproximación colectiva al legado literario de Luz Méndez de la Vega. Ha sido invitada a las ferias del libro del Zócalo, Panamá y Guadalajara, así como a los departamentos de Español de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California, y la Universidad de Copenhague, donde compartió su trabajo. Fue parte de los Festivales Internacionales de Poesía de Granada, Nicaragua; Quetzaltenango, el Latinoamericano de Poesía, Ciudad de Nueva York; Medellín, Leiria, Portugal y Puerto Rico.​​ 

 

 

 

 

 

 

Maya Excelsior blues

 

Tres días a la semana se ilumina la fachada del hotel

casi nadie lo nota

 

Por las calles del centro​​ 

pocas veces se mira hacia arriba

mucho menos si es de noche

 

Adentro suenan los interruptores​​ 

como si alguien tronara los dedos

para hacerlo despertar de su letargo​​ 

 

Entonces el hotel se yergue de repente

como si recordara cuando adentro​​ 

le bullían​​ 

sueños de grandeza de ciudad pequeña

 

Y si alguien se detuviera un momento

lo vería monumental

​​ triste y luminoso

como un buque encallado con las luces encendidas

 

 

 

 

 

 

De vez en cuando encuentro al hombre

parado en el filo de la puerta de entrada

 

Desde allí contempla en silencio la avenida

por donde transita cotidianamente​​ 

el tráfico diario / los cambistas y el sol

 

Se ve joven aún / se ve fuerte​​ 

se nota que ese silencio no le pertenece

que debió instalarse en él hace algunos años

cuando llegó desde su isla

y se quedó varado en la administración del hotel

 

Visto a contraluz / en esa dimensión de las sombras

cualquiera que ponga un poco de atención reparará​​ 

en que mientras su mirada se pierde​​ 

entre el fluir de la avenida

ese sonido que aumenta y que decrece​​ 

no es el tránsito / es el mar

que revienta / sin tocarlo

a pocos pasos​​ 

de su naufragio personal

 

 

 

 

 

La gente que llega y se va es​​ 

la que les da vida a los hoteles

a los lugares de paso

ellos son su respiración

 

El lugar inhala ruidosamente

ruidosamente exhala

es un organismo vivo

 

Pero también están los que llegan

y con el paso de los días​​ 

olvidan hacia dónde iban

 

Y un día amanecen diciéndole casa

a una habitación​​ 

en la que casi nada les pertenece

 

Ellos son los que se convierten​​ 

en el coágulo repentino​​ 

 

en lo más parecido al inicio​​ 

de una enfermedad​​ 

 

 

 

 

 

 

La mujer iba de paso / y un día​​ 

resultó viviendo en una habitación del hotel

 

Algunas noches se le escucha hablar

como si alguien más le prestara toda su atención

 

Como si los trastos sucios/ los libros apilados

que se llenan de polvo

y el cuarto en desorden le preguntaran

¿qué pasó?

 

Y sin / realmente / saber explicarlo​​ 

ella aprovechara ese paciente silencio

para tratar de comprender​​ 

cómo un lugar puede convertirse en puerto

cuánto tiempo más deberá seguir​​ 

reventando su amor como botellas​​ 

contra los cascos de los barcos que se irán​​ 

 

Supongo que al silencio le corresponderá decirle

que de una habitación de hotel​​ 

todos están destinados a partir

menos los ruidos / las goteras / los zumbidos​​ 

 

Alguien / entonces / arrastra un mueble​​ 

en una habitación cercana

y adentro suena como si su cuarto / en realidad​​ 

fuera un estómago​​ 

habitado / pero hambriento

un estómago que no termina de digerirla

insatisfecho

 

 

 

 

 

El fantasma del futuro

 

Hay una anciana que ronda

entre las mesas llenas​​ 

del restaurante del hotel

​​ 

Ofrece mantas / tapetes bordados

 

Hay una mujer que come sola​​ 

en una esquina​​ 

y la observa en silencio

 

Nadie las ve

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