Yohei Moriya Miyakawa es un poeta peruano-japonés. Ha sido el director de Fundación Biblioteca Virtual El Último Bastión y fundador de la Catedra Intercontinental Antonio Cillóniz De La Guerra. Es miembro de MCIERGO. Sus poemas han sido traducidos al italiano, francés, inglés, árabe y japonés. Su poemario Memorias Evocables fue publicado en Bilbao España.
Beto Miyakawa
1964 en el chasís de su chevrolet
mi abuelo miraba cayaltí
La hacienda lo escondía entre sembríos
de caña de azúcar
sórdidos secretos,
susurros de huacas,
cielos de terratenientes.
Descubrió que el costeño
utiliza una lámpara de kerosene entre cumbres de silencios.
Cazuelas
de barro y hierro fundido.
El costeño camina entre mulas halando un yunque.
Descansando en un pozo de agua artesanal,
rebuzna, retumba, estalla,
hi-aaa
mueren los capataces, mueren los abusos.
Murió Inocencia la cocinera-heredera,
sobre la avenida 28 de julio.
Santiago de Miraflores de Zaña
iay!
tantas ruinas, tantas décimas
1964 a la ribera del río
mi abuelo miraba
cómo jaraneaban
los zañeros.
El olvido devora zaña,
hambriento de hombres,
sediento de precariedad.
Cielos familiares,
susurros en el cine,
sórdidos secretos.
Ríos
de ausencia dejó mi abuelo,
como el puente colgante y sus extrañas pumarosas.
En monteseco,
Nueva Arica,
La Otra Banda,
el cine debía seguir, sin decir,
sin preguntas,
entre nubes de ausencia,
establos de caballos de paso,
sórdidos secretos.
Brotan huesos de la tierra.
En el cerro corbacho,
en 1964 en el chasis de su chevrolet
mi abuelo miraba
las ruinas coloniales,
sembríos de checo,
vestigios de una carreta.
Me miraba como dentro de mi
llevo su sangre
sus entrañas.
Convicción
Si es la continuidad
del verso y la obra
bajo la gran máquina de la creación.
Si es la humildad que arrastra
sin mesura premios, dinero, recitales
en universidades
hacia el anhelado recuerdo imperecedero
de las generaciones.
Si es el caballito de totora sobre el mar
de un verano perdido y reencontrado
( largamente perdido en las juergas de Máncora, apenas
reencontrado
en ciertos traspiés, ausencias y éxtasis ).
Si es la noche en la cordillera del Vilcabamba
posada en nuestros cuerpos
compasivos,
guiándonos a través del laberinto
de construcciones incaicas y estatuas de oro
que alguna vez se extendió
hasta los límites del
mundo.
Si es la erosión del Amazonas,
la depredación
de nuestros animales nativos,
el sabor del agua contaminada
por la minería illegal
y la humillación en todas esas bocas de los indígenas de la étnia ashaninka,
ni el temblor presentido tras las voces
llenas de mezquindad,
zozobra y miedo.
Si es la imagen de mi pueblo en la
distancia
-remota, inalcanzable, demolida-
la que hace que me vaya de las tinieblas,
hacia la luz.
Sí, si es la noche espesa de ficciones
la que me vuelve a la realidad
de mi país
sin avisar a nadie solo anhelando
volver
cargado de nostalgia serrana
según recetas mías que parecen
dictadas por el miedo a la soledad
más próxima
y al filo más jodido de los años
ciegos, indiferentes, que no hemos
compartido juntos.
Sí, si es por todo eso:
se trata del ambulante
y sus chicles halls y sus cigarros lucky.
Se trata de un concierto de cumbia
y del magnífico olor de un lomo saltado:
así puedo explicar el sentimiento de abrazar
una comida japonesa que no es mía, la sazón
absoluta
que dejamos atrás, el olor de una pachamanca
recién preparada
cada vez más distantes en las noches de Japón.
Yukie Miyakawa
Mi madre solía decir:
“El peruano de pura cepa nunca vive temporadas largas en otro país,
ni tiene que visitar el Royal Opera House
de Londres
ni el Martyrs' Memorial de Oxford.
Seguro de sí mismo como el puma
-que lleva su alimento a su guarida,
la cola larga de pelos gruesos
de la vizcacha
colgando de su boca
como cordón de zapatillas-,
a veces disfruta del canto del ande,
y se le escucha hablar
de la estética del ritual andino.
La identidad más profunda se revela siempre en silencio; no en el silencio, sino en la contemplación del quechua hablante”.
No le falta sinceridad al decir: “Haz de la metrópolis donde vives tu morada”
Las moradas no son tu hogar.
Antonio Cillóniz De La Guerra
La explotación
es una grieta
en la corteza de un Estado de Derecho
en la que se acumula el clasismo de las noches limeñas.
En su derrumbamiento
todo magnate es manso,
toda empresa protege la plenitud de los
derechos de sus trabajadores,
el desvarío culpable de un opresor.
Ni los Benavides saben qué es el trabajo forzado,
aunque lo hayan visto
moverse sigiloso
a su alrededor.
Pero igual que la música andina termina en silencio,
es posible que todo quede en nada,
en una nota última
que acabe diluyéndose en el exterminio del campesinado y de la clase obrera.