Reseña de El espejo del mundo, de María Laura Decésare

Presentamos una reseña de El espejo del mundo, de la autora argentina María Laura Decésare (Rufino, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1969). Estudió Ciencias de la Comunicación y es Técnica Superior en la Corrección de Textos, con especialización en textos literarios. Publicó los libros de poesía: La letra muda (Ediciones del Dock, 2010); Vida de gatos (Ediciones del Dock, 2012 – reeditado en 2015); Somos lo que damos (Ediciones del Dock, 2015); La hija menor (Colección Pez Náufrago de Ediciones del Dock, 2017) y El espejo del mundo (Colección Pez Náufrago de Ediciones del Dock, 2023). Integra la antología Tango, la plata de las palabras, que reúne a poetas argentinos contemporáneos traducidos al árabe por Krasiah Al Awad (Editorial Dar Almuheet, 2022); Otras nosotras mismas, antología en homenaje a Olga Orozco, AAVV (Agua viva, 2020) y antología Décima Convergencia Internacional de poemas "JUNÍNPAÍS2011" (Ediciones de las tres lagunas, 2012).  Sus poemas fueron publicados en revistas gráficas y virtuales de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, España, Francia, Italia, México y Portugal. Administra el blog: La letra muda: http://mldecesare.blogspot.com.ar/ IG:@marialauradecesare

 

 

 

 

El espejo del mundo, de María Laura Decésare

Por Nancy Montemurro

 

Cuando se nombra “mundo”, por default pienso en este mundo controvertido y alterado. Por eso creí en un primer instante que encontraría reflejado en los textos de “El espejo del mundo” algo de su dolor o de su horror. Nada más lejano. Sólo llegar al primer poema y la invitación de la poesía que “siempre estuvo ahí” nos permite entrar en un mundo más íntimo, donde se pueden espejar las cosas bellas de una vida.

A lo largo de este libro, el yo poético lleva de la mano al lector hacia un detenimiento de la mirada. La observación se vuelve contemplación para poder ver las pequeñas cosas. Verlas a través de los propios ojos o a través de los ojos de un otro cercano y querido. Se trata de ver los pájaros en la noche, o el pájaro que revolotea en el balcón vecino, un gato ajeno que entra perdido al jardín, o los ojos achinados de Yiyí, el amanecer, las gotas de lluvia, la flor, la Santa Rita o la altura del pino. Incluso es posible sacar una instantánea de la gente que pasa sabiendo qué le pasa. En fin, esas cosas pequeñas que se tornan tan grandes ante una mirada: “En lo simple me detengo y me levanto para ver los colores del arcoíris…” dice María Laura Decésare, como una forma de ver, que permite la reparación de la belleza, así como el mismo arcoíris lo permite al surgir después de la lluvia.

Entonces, estamos sumergidos en un mundo interior, propio. Un espejo que refleja el mundo de ese yo constituido en la poesía. Tiene el poema un lugar preponderante: “la poesía vuelve como si siempre hubiera estado ahí” y nos revelara su belleza en la vigilia. Sus versos son “una ventana que se abre frente a vos y te revela lo que realmente importa” o “un mantra que repetís como una plegaria”.

Hay una fuerza especial en la “palabra” rondando de muchas formas a lo largo de los poemas: lo que hay que decir y lo no dicho, el clamor de las mujeres antes silenciadas y ahora recuperando su voz, la palabra políticamente correcta o la que se encuentra en el silencio.  Pero, por sobre todas las palabras, es el “nombre” lo que presenta un valor fundamental en el recorrido de estos textos: el nombre que se niega tres veces, el nombre que se olvida, el que duele, el nombre escrito en el cuaderno de la infancia, el nombre de lo amado. En lo amado es donde el nombre cobra su poder absoluto. Se instala y se hace carne, se vuelve íntimo: “pero el nombre de lo amado, ese sí que no se olvida”; “podés pintar las paredes, una y otra vez, pero hay nombres por donde mires” nos dice María Laura.  Esa recurrencia reconocida incluso como una manía, tiene su arraigo en la magia del nombrar: “cuando alguien me nombra dejo de ser nadie y vuelvo a mí”.

Como una tímida confesión, también se nos presenta la instancia de “pedir un deseo”. El pedido del deseo es otra forma del uso de la palabra, aun oculto, aun silencioso. Y nos dice la autora: “cuando se trata de pedir se me viene a la cabeza la palabra amor”. Ay! El amor. Acompañamos el recorrido lírico por los sitios donde el amor ha circulado y sólo nos deja en el recuerdo su nombre: “Su nombre ya no duele, pero no se borra más”. Una nueva intimidad es revelada por este espejo: la intimidad de los amantes “¿Cómo podemos evitar la brisa que dejó la lluvia y no adorarla?”

Vamos viendo a lo largo de los poemas, cómo se va espejando la vida: recuerdos de la infancia, contemplación del ahora, los seres queridos, los perdidos y la mirada sobre sí misma que la devuelve a un lugar propio: “En el fondo sabía bien lo que quería: un lugar propio con una ventana enorme abierta de par en par, la biblioteca repleta de libros y el gato sobre la hoja donde escribe un nombre”.

Ese lugar es su mundo.  Y… ¿Cuál es el espejo? El espejo es el poema que permite reflejar todas las cosas, las del espacio y las del alma. Pero para que la belleza aparezca, no basta con el espejo. También hace falta tener la ventana abierta: “Enfrentarse al espejo puede ser fatal si no se tiene cerca una ventana para ver la belleza que te ofrece el sol”.

 

 

 

LO QUE VUELVE ES EL NOMBRE

 

Quiere hablar de amor

y le duele un nombre.

¿Acaso el amor y el dolor

van por la misma vereda?

¿Será cuestión de cruzarse

para evitar el tropiezo?

¿Cómo podemos evitar

la brisa que dejó la lluvia

y no adorarla?

 

 

EN LA TARDE

 

Vi una flor llorar, qué cosa rara

pensé mientras el colibrí con su aleteo

intentaba animarla.

De pronto el cielo se abrió

y unas gotas comenzaron a caer

suaves sobre mí.

En lo simple me detengo y me levanto

para ver los colores del arcoíris

belleza pura en la tarde de domingo.

 

 

LO QUE REALMENTE IMPORTA

 

Un poema puede ser un barco

que te aleja de la orilla

cuando el mundo habla de peste.

Cada verso es una ventana

que se abre frente a vos y te revela

lo que realmente importa.

 

 

PREGUNTAS SIN RESPUESTA

 

Extraño nuestra casa,

moverme como un gato.

Perder el tiempo

observando la noche.

Echo de menos el silencio

que nos habitaba,

el tictac del reloj

que nunca tuve, el aroma

a café de madrugada, la pila

de libros sobre la mesa

pero sobre todo extraño

las preguntas sin respuesta.

 

 

DÉJAME SER

 

Dicen que un pájaro

vuela porque es lo único

que sabe hacer

y hoy quisiera ser como él

volar hasta la copa del árbol

para observar desde lo alto

la belleza

que hemos perdido.

 

 

Librería

También puedes leer