El espejo del mundo, de María Laura Decésare
Por Nancy Montemurro
Cuando se nombra “mundo”, por default pienso en este mundo controvertido y alterado. Por eso creí en un primer instante que encontraría reflejado en los textos de “El espejo del mundo” algo de su dolor o de su horror. Nada más lejano. Sólo llegar al primer poema y la invitación de la poesía que “siempre estuvo ahí” nos permite entrar en un mundo más íntimo, donde se pueden espejar las cosas bellas de una vida.
A lo largo de este libro, el yo poético lleva de la mano al lector hacia un detenimiento de la mirada. La observación se vuelve contemplación para poder ver las pequeñas cosas. Verlas a través de los propios ojos o a través de los ojos de un otro cercano y querido. Se trata de ver los pájaros en la noche, o el pájaro que revolotea en el balcón vecino, un gato ajeno que entra perdido al jardín, o los ojos achinados de Yiyí, el amanecer, las gotas de lluvia, la flor, la Santa Rita o la altura del pino. Incluso es posible sacar una instantánea de la gente que pasa sabiendo qué le pasa. En fin, esas cosas pequeñas que se tornan tan grandes ante una mirada: “En lo simple me detengo y me levanto para ver los colores del arcoíris…” dice María Laura Decésare, como una forma de ver, que permite la reparación de la belleza, así como el mismo arcoíris lo permite al surgir después de la lluvia.
Entonces, estamos sumergidos en un mundo interior, propio. Un espejo que refleja el mundo de ese yo constituido en la poesía. Tiene el poema un lugar preponderante: “la poesía vuelve como si siempre hubiera estado ahí” y nos revelara su belleza en la vigilia. Sus versos son “una ventana que se abre frente a vos y te revela lo que realmente importa” o “un mantra que repetís como una plegaria”.
Hay una fuerza especial en la “palabra” rondando de muchas formas a lo largo de los poemas: lo que hay que decir y lo no dicho, el clamor de las mujeres antes silenciadas y ahora recuperando su voz, la palabra políticamente correcta o la que se encuentra en el silencio. Pero, por sobre todas las palabras, es el “nombre” lo que presenta un valor fundamental en el recorrido de estos textos: el nombre que se niega tres veces, el nombre que se olvida, el que duele, el nombre escrito en el cuaderno de la infancia, el nombre de lo amado. En lo amado es donde el nombre cobra su poder absoluto. Se instala y se hace carne, se vuelve íntimo: “pero el nombre de lo amado, ese sí que no se olvida”; “podés pintar las paredes, una y otra vez, pero hay nombres por donde mires” nos dice María Laura. Esa recurrencia reconocida incluso como una manía, tiene su arraigo en la magia del nombrar: “cuando alguien me nombra dejo de ser nadie y vuelvo a mí”.
Como una tímida confesión, también se nos presenta la instancia de “pedir un deseo”. El pedido del deseo es otra forma del uso de la palabra, aun oculto, aun silencioso. Y nos dice la autora: “cuando se trata de pedir se me viene a la cabeza la palabra amor”. Ay! El amor. Acompañamos el recorrido lírico por los sitios donde el amor ha circulado y sólo nos deja en el recuerdo su nombre: “Su nombre ya no duele, pero no se borra más”. Una nueva intimidad es revelada por este espejo: la intimidad de los amantes “¿Cómo podemos evitar la brisa que dejó la lluvia y no adorarla?”
Vamos viendo a lo largo de los poemas, cómo se va espejando la vida: recuerdos de la infancia, contemplación del ahora, los seres queridos, los perdidos y la mirada sobre sí misma que la devuelve a un lugar propio: “En el fondo sabía bien lo que quería: un lugar propio con una ventana enorme abierta de par en par, la biblioteca repleta de libros y el gato sobre la hoja donde escribe un nombre”.
Ese lugar es su mundo. Y… ¿Cuál es el espejo? El espejo es el poema que permite reflejar todas las cosas, las del espacio y las del alma. Pero para que la belleza aparezca, no basta con el espejo. También hace falta tener la ventana abierta: “Enfrentarse al espejo puede ser fatal si no se tiene cerca una ventana para ver la belleza que te ofrece el sol”.
LO QUE VUELVE ES EL NOMBRE
Quiere hablar de amor
y le duele un nombre.
¿Acaso el amor y el dolor
van por la misma vereda?
¿Será cuestión de cruzarse
para evitar el tropiezo?
¿Cómo podemos evitar
la brisa que dejó la lluvia
y no adorarla?
EN LA TARDE
Vi una flor llorar, qué cosa rara
pensé mientras el colibrí con su aleteo
intentaba animarla.
De pronto el cielo se abrió
y unas gotas comenzaron a caer
suaves sobre mí.
En lo simple me detengo y me levanto
para ver los colores del arcoíris
belleza pura en la tarde de domingo.
LO QUE REALMENTE IMPORTA
Un poema puede ser un barco
que te aleja de la orilla
cuando el mundo habla de peste.
Cada verso es una ventana
que se abre frente a vos y te revela
lo que realmente importa.
PREGUNTAS SIN RESPUESTA
Extraño nuestra casa,
moverme como un gato.
Perder el tiempo
observando la noche.
Echo de menos el silencio
que nos habitaba,
el tictac del reloj
que nunca tuve, el aroma
a café de madrugada, la pila
de libros sobre la mesa
pero sobre todo extraño
las preguntas sin respuesta.
DÉJAME SER
Dicen que un pájaro
vuela porque es lo único
que sabe hacer
y hoy quisiera ser como él
volar hasta la copa del árbol
para observar desde lo alto
la belleza
que hemos perdido.