Te amo porque sí. Porque el cuerpo me lo pide.
Porque has llegado de la ola sin orden ni concierto.
Porque el verdor de la floresta te enrama la cabaña
sin cerraduras ni barras, en un verde desvarío.
Porque quiero. Porque me sorbe la raíz de la locura.
Porque es el amor, dallado, que ha granado en mi cama.
Porque llevo, bien remachado, el aliento del escorpión
que provoca el salobre y encrespa la bahía.
Inundarme de ti desposeerme
de esta rigidez que me moldea
y me da cuerpo fluir sin contornos
resbalar por el tacto abierto de las cosas
impregnar las paredes el eje que nos junta
filtrarme escurrirme por las hendiduras
del tiempo deslizarme sin hitos
rodar por tu cuerpo como una bola
de nieve que se agiganta y se incendia
alud candente adentro de ti nieve fundida
fluir fluir sin confines ahogarme
en ti ahogarme: y afirmar la huella
viviente, imperceptible, del amor sobre el agua.
Nada es todo: florecen las glicinas
lívidas por el esfuerzo
de darle un nuevo sentido a otra primavera
y contener la memoria de un antiguo luto.
Te he negado
madre
tres veces
y ciento.
Y no cantaba el gallo
afuera.
Son ciegas, sordas, mudas
nuestras traiciones.
Y la derrota.
Morir: quizá solo
perder forma y contornos
deshacerse, ser
sorbida adentro
del útero vivo,
matriz de dios
madre: desnacer.