Iván Uriarte (Jinotega, Nicaragua, 1942) es doctor en Literatura Hispanoamericana del siglo XX por la Universidad de Pittsburgh (1980). Ha recibido el Premio Nacional de Poesía Rubén Darío en dos ocasiones: 1999 y 2016. Su bibliografía incluye más de una docena de libros, entre ellos los poemarios Este que habla (1969); Los bordes profundos (1999); Cuando pasan las suburban (2001); Genealogía de las puertas (2011); La desnudez perdida (2016); la colección de cuentos La primera vez que el señor llegó al pueblo (1996) y el ensayo La poesía de Ernesto Cardenal en el proceso social centroamericano (2000).
Esta selección de poemas pertenece a su libro inédito “Una fosa en el aire”, un libro homenaje poético a artistas trágicos y suicidas.
LA CAMPANA DE CRISTAL
Los suicidas van buscan cualquier innominado lugar para recojerse definitivamente
porque en el mundo no hay lugar para ellos: sólo la marginal fosa, el desierto, el estanque,
la estepa, el fondo del mar pueden cobijarlos.
Silvia Plath, encontró temprano refugio en una campana de cristal que inventó a su medida,
campana cuyo aire terminó angustiándola ; comenzó entonces a acopiar píldoras, a tener
fantasías de muerte pasando revista a los más sofisticados métodos de auto-inmolación.
El hara-kiri le pareció ideal, el rito perfecto, la autoseducción.
En busca tal vez de la daga ritual, después de una noche de charla e insomnio en casa,
a las seis de la mañana dejó pan con mantequilla y leche en el cuarto de sus niños.
Cerró la puerta y ventana de su cocina y después de taponear bien las rendijas con
toallas destapó el horno de la estufa, metió su cabeza y abrió la llave del gas violentamente.
SNAPSHOT DE ANNE SEXTO
Con una sonrisa que no revela su pacto con la muerte
no posa frente a la cámara se desposa con la eternidad
mientras las cálidas cenizas de su cigarrillo
se encrespan
y su luenga afilada nariz tensase desafiante.
Sus negros ojos fijos parecen vislumbrar
silenciosa tormenta
sin más protagonista que ella misma
desdibujando lentamente la esbozada sonrisa
previendo, segura,
el tormentoso fatal feliz instante.
MAXINE KUNIN RECUERDA LA ULTIMA VEZ QUE VIO A SU AMIGA ANNE SEXTON
A más de treinta años del acontecimiento
recuerdo claramente que cuando Anne volvió a mirarme
franqueando la puerta de mi apartamento
sentí un profundo escalofrío.
Fue un cuatro de octubre de 1974.
Partió en su coche. Al llegar a su casa
se encerró en el garaje
y dejando el motor del carro encendido
se sentó a esperar frente al volante
ventanas abiertas
a la muerte que había perseguido
hasta acorralarla ese día.
Nos habíamos conocido en un taller de poesía en 1957
y congeniamos a partir de ese día
convirtiéndonos en las críticas más duras del trabajo de cada
una.
Eramos poetas de máquinas de escribir y papel carbón sobre
folios amarillos
lo cual me recuerda que los movimientos de defensa de la mujer
estaban en sus comienzos.
No era fácil entonces para una mujer figurar como poeta
pero poco a poco nuestros poemas fueron pasando de revistas
literarias con escasos lectores
a las páginas de The Atlantic, The New Yorker, Harper’s Magazine
y The Saturday Review of Literature.
!Qué cambios han sobrevenido
desde aquellos días cuando se creía que las mujeres sólo eran
capaces de escribir poemas domésticos
poemas sobre mariposas, la primavera y nubes con forma de cordero!
Con Anne escribimos poemas acerca de la menstruación, la masturbación,
el adulterio, el incesto, el aborto
o la adicción a las drogas mismas.
Claro estabamos tocando un filón, una cantera : la poesía confesional como
la bautizaron los mismos críticos que la
negaban sin imaginar que después se les
revendría casi como marca comercial.
Y asi con el tiempo “ los aspectos más patéticos y repugnantes de la
experiencia corporal ”
se transformaron en material útil y sencillo para definir una lírica
narrativa ruptural
como se demuestra con solo referirnos a la poesía de Allen Ginsberg pasando
por Robert Lowell y W.D. Snodgrass.
¡ Sacré Anne !... durante muchos años mantuvo correspondencia con
un guapo jesuita
y más tarde volcose toda ella con un anciano sacerdote al que
una vez
desesperada llegó a rogarle que le administrara la extrema unción por teléfono.
Hoy, treinta años después, no logro conciliarme con su ausencia
siento que si la medicina sicotrópica falló para tratar sus depresiones
sólo la poesía la mantuvo viva durante todo el tiempo que la frecuenté
y advierto sin saber hasta dónde
que las mujeres poetas estamos en deuda con ella en el abordar
y superar los erizados temas
que hizo suyos
atreviéndose a sacudir tabúes que nos hicieron sin restricciones
ni prejuicios
poetas de nuestro tiempo.
EL DESDICHADO
En la foto de medio cuerpo que te tomó Felix Nadar bordeando
ya los cincuenta
se te ve el rostro sereno, nariz bien pronunciada bajo escasas cejas
ojos angulados
bigote espeso, barbilla orillando rellenos pómulos
y muestras mas que una frente amplia una avanzada calvicie.
Frente al fogonazo de manganeso luces desolado como si hubieras
perdido algo que tu memoria no
alcanzara a ubicar nunca.
Gerard Labrunie, universalmente conocido como Gerard de Nerval,
ya a esa edad habías recorrido mundo
y en la foto probablemente reposas como si contemplaras aquel féretro
con el cuerpo aún tibio de la actriz y cantante Jenny Colon
que desde hacía algún tiempo perturbaba ya tu mente.
.
Desdichado amor que nunca te dio consuelo pero te hizo trasponer las
fronteras celestes
con las esplendidas Hijas del Fuego que te acompañaron siempre
y acabaron consumiendo tu cerebro en la callejuela parisina de
la Vielle Linterne.
Aunque tu juventud fue aparentemente disipada escribiste centenares
de crónicas teatrales
traduciste El Fausto a los diecinueve años
y tus versiones de poetas alemanes al francés conmovieron a
Shiller y al mismo Goethe
y te acercaron personalmente a Heine.
Al cumplir 26 años cuando ya habías adoptado el seudónimo de
Nerval
heredaste 30.000 francos oro que comenzaste a despilfarrar en Italia
y a tu regreso deambulaste trajeado como verdadero
dandy los café, teatros y salones de Paris.
Después tu casa devino el centro de reuniónes de iluminados y ocultistas.
Balzac, Gautier y Alejandro Dumas te acompañaron en tus andanzas.
Todos acudían, incluyendo Baudelaire mismo, motivados en conocer
nuevas experiencias sensoriales. Opio y especialmente el hachis,
producto derivado del canabis, con más poder alucinatorio que la
marihuana.
Con la muerte a cuestas de tu amada Jenny Colon
viajaste por Oriente y Africa, y ni la pianista Marie Pleyel
ni la amazona inglesa Sophie Dawes, lograron borrarla de tu mente.
En Siria estuviste a punto de casarte con la hija de un Jeque
y en Beirut te enamoraste de una drussa : Salerna.
En el Cairo compraste una esclava javanesa que dejaste botada
en tu camino de regreso.
En Paris recorriste todos los manicomios cada vez que salías desnudo
a la calle
en busca de tu estrella perdida.
Depresiones, sonambulismo y esquizofrenia atormetarón tus más
brillantes días.
CRONICA DE MILENKA
Suele subestimarse el lugar que ocupó Milena en la vida amorosa
y espiritual de Kafka.
El biográfo Stach apenas la menciona.
Elías Canetti en su ensayo sobre Kafka sólo se ocupa de Felice.
Si miramos atentamente lo ocurrido entre ambos
resulta fácil comprobar que de todas las mujeres frecuentadas
por él
Milena ( utilizando el diminutivo con el cual Kafka
la llamaba cariñosamente Milenka )
resulto ser la más próxima a su sensibilidad artística y amorosa.
Milena fue la que tradujo del alemán al checo algunos de sus
primeros textos.
Kafka le escribió cartas menos trascendentes que a otras, pero
más honestas.
Con Milena el escritor intentó superar el casi patólogico miedo a vivir
dirigiéndose a ella con franqueza inusual al detallarle sus
conflictos sexuales.
Joven rica, desgraciada y rebelde, Milena estaba signada por la
transgresión en todas sus formas.
Se embriagaba, bailaba y a veces creía ser un personaje de
Dostoieveski.
A los catorce años besa a un amigo de su padre treinta años mayor.
Más tarde posará desnuda para pintores, prueba cocaína, sufre un aborto
cruza a nado el río Moldava en plena noche para acudir a una cita amorosa.
Se enamora de Kafka estando ya comprometida en matrimonio
y una vez establecida con él una relación que se inició epistolarmente
lo insta a compartir una cama en un hotel de Viena.
Tras la muerte de Kafka Milena rompe con su marido
se convierte en militante de izquierda y se casa con un camarada
austriaco del que luego se separa.
Un año después vuelve a Praga y trabaja como corresponsal de modas.
En 1927 se casa con un arquitecto.
En la década de los treinta hace del periodismo una trinchera
de combate político.
Es expulsada del partido comunista por haber criticado las purgas
estalinistas.
Luego cuando Hitler invade Checoslovaquia se compromete con la
Resistencia
y por solidaridad con los judíos luce la estrella amarilla por las
calles de Praga.
Detenida por la Gestapo es encerrada en el campo de Rovensbruck
donde muere en la cámara de gas el 17 de mayo de 1944.