Desideratum
(fragmentos)
II
Hagámonos un niño
–te propuse–
y al comenzar la tarea
desperté
(sola en el lecho).
III
Esta noche
tu lengua sabe extrañamente
a nuez.
XI
Seca,
con la resequedad
persistente de la arena
mi entraña
sin tu riego prodigioso.
XIII
¡Si al despertar
llevara entre los muslos
las flores de castaño
de tu sexo...!
XXIV
No sé si sucumbir
al ansia de la cópula
o escribir un poema.
Con las palabras,
podría jugar
a que el placer se alarga.
Recopilación
Yo te quería
para fundir mi carne
con la tuya,
bajo el roce discreto
de las sábanas
y la dudosa
claridad del día.
Para que tu vigor
me penetrara,
me rompiera,
me transformara
en tierra roturada;
para que el peso
de tu cuerpo
sobre el mio
me encendiera de vida
las entrañas.
Te quería
con natural impulso,
con vehemencia,
como quieren los peces
a las aguas
que los empapan todos,
sin violencia.
Te anhelaba,
silencioso y anónimo
en la noche
que es crisol
de nostalgias y alegrías;
y ya dormido,
aparentando ausencias,
pálido y desforzado
te quería.
Te quería también
para mezclarme,
apoyada en amor
e inteligencia,
en la mansa ventura
de tus sueños;
y, después, en tu ayer:
cuando podías vivir
sin mi presencia.
Para enjugar tus penas
te quería.
Para tejer leyendas
y quietudes
y alargar con mi dicha
la absurda brevedad
de tu existencia.
Así es como te quise.
Tan de veras.
Sin razonarlo nunca.
Y pensando en unir
con tal certeza
nuestras almas,
los cuerpos,
los ratos vivos
y las horas muertas,
que fuéramos ya uno;
que supiéramos serlo
y repetirlo
con rara complacencia,
aunque nadie
pudiera adivinarlo
ni nadie
en este mundo
lo creyera.