Poesía mexicana: Gabriela Rábago Palafox

Leemos poesía mexicana. Leemos un par de textos de Gabriela Rábago Palafox (1950-1995). Periodista, narradora, poeta. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores. Como narradora mereció varias distinciones: Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada, Premio Puebla de Ciencia Ficción, Premio Clementina Otero de Barrios, Premio Literario de Novela Policiaca.

 

 

 

 

 

Desideratum

(fragmentos)

 

 

II

 

Hagámonos un niño​​ 

–te propuse–​​ 

y al comenzar la tarea​​ 

desperté

(sola en el lecho).

 

 

 

III

 

Esta noche​​ 

tu lengua sabe extrañamente​​ 

a nuez.

 

 

 

XI

 

Seca,​​ 

con la resequedad​​ 

persistente de la arena

 

mi entraña​​ 

sin tu riego prodigioso.

 

 

 

XIII

 

¡Si al despertar​​ 

llevara entre los muslos​​ 

las flores de castaño​​ 

de tu sexo...!

 

 

 

 

XXIV

 

No sé si sucumbir​​ 

al ansia de la cópula​​ 

o escribir un poema.​​ 

Con las palabras,​​ 

podría jugar​​ 

a que el placer se alarga.

 

 

 

 

 

 

 

Recopilación

 

Yo te quería​​ 

para fundir mi carne​​ 

con la tuya,​​ 

bajo el roce discreto​​ 

de las sábanas​​ 

y la dudosa​​ 

claridad del día.

 

Para que tu vigor​​ 

me penetrara,​​ 

me rompiera,​​ 

me transformara​​ 

en tierra roturada;​​ 

para que el peso​​ 

de tu cuerpo

sobre el mio​​ 

me encendiera de vida​​ 

las entrañas.

 

Te quería​​ 

con natural impulso,​​ 

con vehemencia,​​ 

como quieren los peces​​ 

a las aguas

que los empapan todos,​​ 

sin violencia.

 

Te anhelaba,​​ 

silencioso y anónimo​​ 

en la noche​​ 

que es crisol​​ 

de nostalgias y alegrías;​​ 

y ya dormido,​​ 

aparentando ausencias,​​ 

pálido y desforzado​​ 

te quería.

 

Te quería también​​ 

para mezclarme,​​ 

apoyada en amor​​ 

e inteligencia,​​ 

en la mansa ventura​​ 

de tus sueños;​​ 

y, después, en tu ayer:​​ 

cuando podías vivir​​ 

sin mi presencia.

 

Para enjugar tus penas​​ 

te quería.​​ 

Para tejer leyendas​​ 

y quietudes​​ 

y alargar con mi dicha​​ 

la absurda brevedad​​ 

de tu existencia.

 

Así es como te quise.

Tan de veras.

Sin razonarlo nunca.

Y pensando en unir​​ 

con tal certeza​​ 

nuestras almas,​​ 

los cuerpos,​​ 

los ratos vivos​​ 

y las horas muertas,​​ 

que fuéramos ya uno;​​ 

que supiéramos serlo​​ 

y repetirlo​​ 

con rara complacencia,​​ 

aunque nadie​​ 

pudiera adivinarlo​​ 

ni nadie​​ 

en este mundo​​ 

lo creyera.

 

 

 

 

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