Les desseins de l’intempérie, nuevo libro de Audomaro Hidalgo

Audomaro Hidalgo (1983) vive actualmente en Francia y ha publicado allí el libro Les desseins de l'intempérie bajo el sello editorial de Phloème. Audomaro Hidalgo también seleccionó y tradujo la antología El gallo y la serpiente. Poesía francesa actual (Círculo de Poesía Ediciones, 2022).

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Oscura marea

 

Propicia voces, echa abajo puertas,

su labor es circular pero no cíclica,

agazapada como una felina dispuesta al zarpazo,

apostada en su errante trono de sombra,

bella que no duerme y no desea ningún príncipe,

mi sangre tiene la tibieza de una hembra en celo,

sabe parir pendencias, estallidos en las cantinas.

 

Mi sangre busca espejos sepultados, explora 

recintos sumergidos, en su vagar sonámbulo 

despierta criaturas, escucha bramidos,

abre canales interiores, pocas veces veo su cara;

es una embarcación que llega o parte,

hacia regiones donde nunca he estado me lleva,

me llama con su respiración de anfibia,

me atrae con su misterioso imán salvaje.

 

Loba en las noches de mi carne, 

perra que huella y lame mis orillas, 

víbora que me envuelve y me obsede, 

pájara que chilla y canta entre espesuras, 

gata de oscuros malabares, 

cierva en los alrededores del placer y el espanto,

sus belfos y su hocico sombríos me arrebatan.

 

Bajo la luna mi sangre cae por las gradas del sueño, 

diosa destronada en busca de sus fragmentos,

dadora de la llave de fuego, emisaria del canto, 

roja madrina de visiones;

es la hoguera en la penumbra del templo,

la ceremonia inadvertida a la que asisto cada día.

¡Qué hermoso hablar en lenguas es mi sangre!

 

Me interroga, me ausculta,

es ella quien dicta lo que desconozco,

hechicera que me conduce al otro lado,

allá donde no soy sino lo que ella me descubre,

lo olvidado, mi rostro verdadero, mi palabra enterrada, 

sepultada catedral de los instintos, 

marea circular que aparta diques, desborda estuarios,

golpea con voz indescifrable mis costas día y noche.






Noctumbre de tambores

 

Tambores, tambores, tambores,

tambores de los astros, percusiones

de las mareas y de las galaxias

contra los muros, contra los edificios;

tambores de partida y de llegada,

tambores y taladros, marros y martillos,

golpes parejos de tambores

como un solo dictamen;

senderos del silencio, rutas de viaje;

tambores anunciando la aventura,

tambores que escuché en Ambato

repetidos en Samaipata;

tambores en el cruce de caminos,

en el centro sin centro,

procesión de tambores, palmas abiertas

en la cintura de la noche,

en las nalgas rosadas del deseo,

en el cuero, en el cuero de la muerte;

tambores de la lluvia,

                                   tambores de los pájaros,

tumulto de tambores del océano,

el gran tambor del mar, 

marea de sonidos y de golpes,

galope de tambores en el sueño,

hordas de percusiones,

danza de las columnas y las piedras;

los primeros orines del alba,

tambores desvelados de la sangre,

el oscuro tambor del corazón,

sol envuelto en tinieblas,

casa del fuego, granada de las llamas;

racimo de tambores que palpitan

igual que las estrellas;

                                    tambores del pantano,

áspera orgia de los sapos y de las ranas;

diminutos tambores tus pezones,

tambores en la plaza de tu vientre,

lengua caliente, herida al infinito,

tallo erguido del clítoris,

abierta rosa descarnada,

ascuas de un mar oculto,

botón de fuego que no quema,

estremecimiento nocturno, 

temblor tectónico de la carne;

tambores, tambores, tambores,

desatados tambores de la noche:

las circulares reses del insomnio

en las norias vacías de mi frente,

cruzan por las corrientes de mis ojos,

orillan pensamientos anegados;

manadas de tambores en el pecho,

tambores en parvadas fugitivos

al fondo de las venas, al fondo de tus sueños;

tambores que se ayuntan

untados por la leche de la luna,

marea circular que trae,

                                      certera y dolorosa,

las joyas de la sangre del comienzo;

tambores de las plantas;

tambores sepultados de las minas,

remolino de tumbas y tambores,

el río de tambores de los muertos,

río torpe, callado,

remolino de imágenes de la infancia,

puzle que no se volverá a juntar;

tambores sin cabeza

clavados en las picas del deseo,

guillotina en la nuca del lenguaje,

hermoso y deslumbrante filo de la noche,

estacas de palabras y de sílabas,

percusiones que nos convocan

como barcos piratas que saquean

el errante tesoro de la vida;

la fuente primitiva del comienzo;

los tambores maduros de la música,

el árbol solitario de la carne

colgado de la cresta de las llamas,

en medio de la noche 

sembrada de tambores

como labios lascivos,

                                  como frutos de jade

en fuga apenas extiendo las manos;

inciensos, danzas, bailes,

                                        rotación de los astros,

ceremonia del fuego,

                                  auspicios de la lluvia,

caracoles del tiempo ciegos;

tambores de semillas y de voces;

tambores en los sótanos, en las cavas tambores,

tambores arrojados de este lado

que golpean, que están tocando hoy hace mil años,

en Otumba, tambores en Otumba,

tambores, tambores, tambores;

rotos tambores de los grillos,

tambores roncos de los gallos,

oídos para los tambores del cosmos 

y de la sangre;

oídos en la noche, en tu cuerpo oídos.

 

 

 

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