La navaja
las palabras son basura
armas gastadas por el uso inofensivas
como una navaja de papel de aluminio
Garner, NC
pongamos que él tiene 30 y ella 17
música de tom jones los dos bailando muy juntos
en el centro de la pista pongamos que se deciden
que ella se entrega en el servicio de caballeros
que pasan tres días y tres noches encerrados
en el hollyday inn baño piscina vistas a la carretera
que él es un maníaco que ella hace cosas delante de una handycam sony de 8 mm. cosas que al principio duelen y luego duelen más
que despierta en la cuneta de la 95
aturdida por el efecto de los somníferos casi desnuda
como los hijos de la mar
y que espera el autobús en algún punto del mapa después de caminar toda la noche con los zapatos blancos en la mano fogueada por los faros de todos los camioneros
Supervivencia
Devora en silencio las sobras del día anterior. Patatas frías que no comió el niño, pan, un poco de agua, es suficiente. No has vendido nada, ¿verdad? El eco de las palabras rebota en los electrodomésticos. Hace años habría temblado de pánico sólo con escuchar esas palabras, pero el tiempo cubre las cosas de una espesa capa de normalidad.
Sabbat
Los polígonos, las áreas comerciales, las oficinas iluminadas. En todas partes el rostro de la angustia, los horarios, y esa puerta que nunca cierra. El cansancio de abrimos sábados tarde, el lunes se lo instalan, Antonio, acompaña al señor hasta la puerta. Y las tarjetas pasando por las ranuras, los coches atestados de familia, los teléfonos de servicio. Dulces operadoras que trabajan hasta muy tarde, ahorrando para un sábado futuro de zapatillas, cine en casa y ojos cerrados. Buenas tardes, le atiende Luisa, en qué puedo ayudarle.
Media españa
Media España despierta un domingo a las siete de la mañana sin motivo alguno. Media España despierta, los demás duermen aún, niños, adolescentes, pensionistas, funcionarios. Media España se asoma al balcón y contempla las grúas detenidas, los retretes envasados, las puertas sin pomo, los encofrados al aire. Y piscinas sin agua y céspedes quemados. Media España cambiaría la dignidad por uno de esos apartamentos a pie de costa. Media España se pregunta en qué nos equivocamos, qué hicimos mal. Media España despierta a las siete de la mañana, el día será caluroso, pero ahora es fresco y limpio. Media España escucha las fauces de lo que se avecina. Tiene miedo, mucho más que indignación, unos pocos ahorros, cuentas que no salen, hijos que se precipitan por los acantilados, sin poder hacer otra cosa por ellos que rezar, rezar, rezar. Media España quisiera leer otra vez la Biblia y entenderla, y creer de nuevo en el Apocalipsis. Y sentirse abrumado por la violencia de los capiteles románicos. Media España quiere ser Mariano Rajoy justo antes de ganar las elecciones. Media España quiere mudarse a la arcadia de José Luis Rodríguez Zapatero. Media España quiere volver a 2008, a ese verano feliz, cuando creíamos que Cesc Fábregas, al marcar el penalty decisivo frente a Italia, había cambiado para siempre el inequívoco signo de nuestra historia. Media España creímos en esos ojos diáfanos y limpios que miraban al futuro sin las marcas en el rostro de Luis Aragonés. Éramos tan jóvenes y tan felices que hubiéramos votado a Lincoln, porque este país era nuevo, reluciente, y las estaciones estaban limpias y la mierda no se acumulaba en los retretes de las bibliotecas. Y podíamos dedicar toda nuestra vida a escribir poemas de amor. Media España quiere volver a cerrar los párpados, volver a dormir, descansar hasta bien entrada la mañana, pero es demasiado tarde, y ya han repartido los periódicos.