Poesía italiana del siglo XX: Vincenzo Cardarelli

Presentamos, en la traducción del italiano de Victoria Montemayor Galicia, seis poemas del poeta Vincenzo Cardarelli (1887-1959), seudónimo de Nazzareno Cardarelli, fue periodista, escritor y poeta. Nació en Tarquinia, en la región del Lazio en la provincia de Viterbo el 1o. de mayo de 1887 y murió en Roma el 18 de junio de 1959. En 1919 Cardarelli junto con los escritores y críticos literarios, Riccardo Bacchelli y Emilio Cecchi, crearon la revista La Ronda, una de las revistas más importantes de aquella época. Colaboró también en las revistas Il Marzocco y La voce. Cardarelli obtuvo dos premios importantes, el Premio Bagutta en 1929 por Il Sole a picco y en 1948 el Premio Strega por Villa Tarantola.

 

 

 

 

 

Los poemas que presento a continuación con el pretexto del inicio del Otoño y en memoria de uno de los grandes poetas y filósofos, Khayyàm, son: “A Omar Khayyàm”, “Tarde de Gavinana”, “Ilusa juventud”, “Otoño”, “Septiembre en Venecia” y “Otoño veneciano”, espero que los disfruten.

Victoria Montemayor Galicia

 

 

 

 

 

 

A OMAR KHAYYÀM

Mientras vivas, bebe.
Khayyàm

 

 

Khayyàm, en las mañanas de verano,
basta tener una hoja en boca,
el sol de los jardines
nos embriaga mejor que tu vino
que no beberemos.
Habíamos, después de ti,
bebido en otras cantinas.
Tenemos la garganta roja
de nuestros vinos de Occidente,
oh mi viejo, melodioso persa.
Pero tu dulce infancia de filósofo
es un gran don.
Tú miraste el mundo
entre la niebla y por distancias siderales.
Tú pudiste iluminar
de curiosidad primordial
la sombra de la vida.

Donde todo no era sino
desesperada certidumbre
tú hiciste preguntas,
propusiste acuerdos y todo había concluido.
Y cuando, no la dureza
del rostro de Dios
se escondió piadosamente,
y tu carne cansada
te reprochaba,
de aquel oscuro y febril descontento
nacía la gracia de un ritmo.
Así del viaje
humano eludiste
las premisas fatales,
convencido de no saberlas
e iluso de deberlas buscar.
Y éste era el buen vino,
Khayyàm.
El dios que te propiciaba
esta bebida de engaños
hacía tu fortuna
y tu canto.
Y tú libabas a las rosas
de tu sonriente sepulcro,
sin sospechar, o impávido,
de que tu vida era ya
un cementerio florecido.

 

 

 

A Omar Khayyàm

Mentre vivi, bevi
Khayyàm

Khayyàm, nei mattini d’estate,
basta avere una foglia in bocca,
il sole dei giardini
ci ubbriaca meglio del tuo vino
che noi non berremo.
Abbiamo, dopo di te,
bevuto in ben altre cantine.
Abbiamo la gola rossa
dei nostri vini d’Occidente,
o mio vecchio, melodico persiano.
Ma la tua dolce infanzia di filosofo
questa è un gran dono.
Tu hai guardato il mondo
tra nebbie e per distanze siderali.
Tu hai potuto iridare
di primordiali curiosità

l’ombra della vita.

Dove tutto non era 
che disperata certezza 
tu hai fatto domande, 
proposto accordi e tutto era concluso.
E quando, non la durezza 
della faccia di Dio, 
pietosamente a te ascosa,
ma la tua carne stanca
ti rimbrottava,
da quell’oscuro e flebile scontento
nasceva la grazia d’un ritmo.
Così dell’umano
viaggio eludesti
le premesse fatali,
convinto di non saperle
e illuso di doverle ricercare.
E questo era il buon vino,
Khayyàrn.
Il dio che ti propiziava
questa bevanda d’inganni
faceva la tua fortuna
e il tuo canto.
E tu libavi alle rose
del tuo ridente sepolcro,
non sospettando, o impavido,
che la tua vita era già
un cimitero fiorito.

 

 

 

TARDE DE GAVINANA

 

He aquí la tarde y llueve
sobre los Apeninos toscanos.
Con el descenso de las nubes en el valle
aferradas del borde de aquí y allá
como arañas entre los árboles intrincadas,
se colorean los montes de violeta.
Dulce vagar entonces
para quien se angustia en el día
y en sí mismo, incrédulo, se tuerce.
Vienen de los burgos, aquí abajo, de sus quehaceres,
voces alegres y tupidas en las que se siente
el día que declina
y el reposo inminente.
Se mezcla el bullicio, el sonido rauco
y alto del camión en la carretera
blanca que lleva a las montañas.
Y todo cuánto en la tarde,
grillos, campanas, fuentes,
hacen concierto y rezos,
tiembla en el aire que se libera.
Pero cómo fulgura,
en la hora en que no hay otra luz
el manto de tus costados amplios, Apeninos.
Sobre tus prados que se elevan entre giros,
este líquido verde que despunta
entre los engaños del sol en cada charca,
el viento cambia de color y me rapta
por el inquieto camino,
que tiernamente hace callar
al alma vagabunda.

 

 

 

Sera di Gavinana

 

Ecco la sera e spiove
sul toscano Appennino.
Con lo scender che fa le nubi a valle,
prese a lembi qua e là
come ragne fra gli alberi intricate,
si colorano i monti di viola.
Dolce vagare allora
per chi s’affanna il giorno
ed in se stesso, incredulo, si torce.
Viene dai borghi, qui sotto, in faccende,
un vociar lieto e folto in cui si sente
il giorno che declina
e il riposo imminente.
Vi si mischia il pulsare, il batter secco
ed alto del camion sullo stradone
bianco che varca i monti.
E tutto quanto a sera,
grilli, campane, fonti,
fa concerto e preghiera,
trema nell’aria sgombra.
Ma come più rifulge,
nell’ora che non ha un’altra luce,
il manto dei tuoi fianchi ampi, Appennino.
Sui tuoi prati che salgono a gironi,
questo liquido verde, che rispunta
fra gl’inganni del sole ad ogni acquata,
al vento trascolora, e mi rapisce,
per l’inquieto cammino,
sì che teneramente fa star muta
l’anima vagabonda.

 

ILUSA JUVENTUD

 

¡Oh juventud, inocencia, ilusiones,
tiempo sin pecado, siglo de oro!
Después del camino recorrido
se acostumbra a llorar
como un bien perdido.

Yo sé que fuiste un mal.
Sé que no fuiste fuego, sólo hielo,
oh mis cándidas y fieles juventudes
bajo cuyo manto viví
como un tronco sepultado en la nieve:
tronco verde, musgoso,
rico de sabia y estéril.

Ahora que, exhausto y roído,
separado de ustedes recorrí en un destello
mis lozanas estaciones
y esparcido en la tierra veo
el poco fruto que dieron,
ahora que mi suerte he conocido,
no pregunto cómo sea.

Tan rápido huye la vida
que cada suerte es buena
para tan breve jornada.
Sólo de ustedes me duelo, mis primeros engaños.

 

 

Illusa Gioventù

O gioventù, innocenza, illusioni,
tempo senza peccato, secol d’oro!
Poi che trascorsi siete
si costuma rimpiangervi
quale un perduto bene.

Io so che foste un male.
So che non foco, ma ghiaccio eravate,
o mie candide fedi giovanili,
sotto il cui manto vissi
come un tronco sepolto nella neve:
tronco verde, muscoso,
ricco di linfa e sterile.

Ora che, esausto e roso,
sciolto da voi percorsi in un baleno
le mie fiorenti stagioni
e sparso a terra vedo
il poco frutto che han dato,
ora che la mia sorte ho conosciuta,
qual essa sia non chiedo.

Così rapida fugge la vita
che ogni sorte è buona
per tanto breve giornata.
Solo di voi mi dolgo, primi inganni.

 

 

 

OTOÑO

 

Otoño. Ya lo sentimos venir
en el viento de agosto,
en las lluvias de septiembre
torrenciales y llorosas
y un temblor recorre la tierra
que ahora, desnuda y triste,
acoge un sol descolorido.

Ahora pasa y declina,
en este otoño que incide
con lentitud indecible,
el mejor tiempo de nuestra vida
y largamente nos dice adiós.

 

 

Autunno

 

Autunno. Già lo sentimmo venire
nel vento d’agosto,
nelle piogge di settembre
torrenziali e piangenti
e un brivido percorse la terra
che ora, nuda e triste,
accoglie un sole smarrito.

Ora passa e declina,
in quest’autunno che incede
con lentezza indicibile,
il miglior tempo della nostra vita
e lungamente ci dice addio.

 

 

SEPTIEMBRE EN VENECIA

 

Ya en septiembre oscurecen
en Venecia los crepúsculos precoces
y de luto visten las piedras.
Dispara el sol su último rayo
sobre el oro de los mosaicos y enciende
llamas de paja, efímera belleza.
Y quieta, dentro de las Procuradurías
surge en tanto la luna.
Luces argentinas y festivas ríen,
van discurriendo titubeantes y lejanas
en el aire frío y bruno.
Yo las miro fascinado.
Quizá más tarde me acordaré
de estos majestuosos atardeceres
que son fugaces cuando aparecen,
y más hermosos, más vivas sus luces,
que ahora me desesperan un poco
(¡siempre afuera y distantes!)
volverán a brillar
en mi fantasía.
Y mi felicidad será
verdadera y serena.

 

 

Settembre a Venezia

 

Già di settembre imbrunano
a Venezia i crepuscoli precoci
e di gramaglie vestono le pietre.
Dardeggia il sole l’ultimo suo raggio
sugli ori dei mosaici ed accende
fuochi di paglia, effimera bellezza.
E cheta, dietro le Procuratìe,
sorge intanto la luna.
Luci festive ed argentate ridono,
van discorrendo trepide e lontane
nell’aria fredda e bruna.
Io le guardo ammaliato.
Forse più tardi mi ricorderò
di queste grandi sere
che son leste a venire,
e più belle, più vive le lor luci,
che ora un po’ mi disperano
(sempre da me così fuori e distanti!)
torneranno a brillare
nella mia fantasia.
E sarà vera e calma
la felicità mia.

 

 

 

OTOÑO VENECIANO

 

El hálito húmedo y frío exhala
de la otoñal Venecia.
Ahora que el verano
de encanto húmedo
y sudoroso se fue,
una rígida luna de septiembre
esplende llena de funestos presagios,
sobre la ciudad de aguas y piedras
que revela su rostro de medusa
contagiosa y maléfica.
Muerto está el silencio de los canales fétidos
bajo la luna acuática,
y en cada uno
parece que duerma el cadáver de Ofelia:
tumbas de flores esparcidas
marchitas y otras vegetales inmundicias
por donde pasa deslizándose
el fantasma del gondolero.
Oh noches venecianas
sin canto de gallos,
sin voces de fuentes,
tétricas noches lagunosas
en las cuales ningún tierno murmullo anima,
casas torvas, celosas,
en pico sobre los canales,
durmientes sin respiración,
ahora las guardo más que nunca en el corazón.
Aquí no hay vientos impetuosos y fúnebres
del septiembre montañoso,
ni olores de vendimia, ni jofainas
de lluvia lagrimosa,
ni el fragor de las hojas que caen.
Un ramillete de hierba que se torna amarilla y muere
sobre la ventana
es todo el otoño veneciano.

 

 

Autunno veneziano

 

L’alito freddo e umido m’assale
di Venezia autunnale.
Adesso che l’estate,
sudaticcia e sciroccosa,
d’incanto se n’è andata,
una rigida luna settembrina
risplende, piena di funesti presagi,
sulla città d’acque e di pietre
che rivela il suo volto di medusa
contagiosa e malefica.
Morto è il silenzio dei canali fetidi,
sotto la luna acquosa,
in ciascuno dei quali
par che dorma il cadavere d’Ofelia:
tombe sparse di fiori
marci e d’altre immondizie vegetali,
dove passa sciacquando
il fantasma del gondoliere.
O notti veneziane,
senza canto di galli,
senza voci di fontane,
tetre notti lagunari
cui nessun tenero bisbiglio anima,
case torve, gelose,
a picco sui canali,
dormenti senza respiro,
io v’ho sul cuore adesso più che mai.
Qui non i venti impetuosi e funebri
del settembre montanino,
non odor di vendemmia, non lavacri
di piogge lacrimose,
non fragore di foglie che cadono.
Un ciuffo d’erba che ingiallisce e muore
su un davanzale
è tutto l’autunno veneziano.

 

 

ASÍ DELIRAN LAS ESTACIONES EN VENECIA.

 

Por sus campos de mármol y sus canales
no son más que luces desvanecidas,
luces que sueñan la buena tierra
olorosa y fructífera.
Sólo el naufragio invernal conviene
a esta ciudad que no vive,
que no florece
sino cual nave en el fondo del mar.

 

 

Così a Venezia le stagioni delirano.

Pei suoi campi di marmo e i suoi canali
non son che luci smarrite,
luci che sognano la buona terra
odorosa e fruttifera.
Solo il naufragio invernale conviene
a questa città che non vive,
che non fiorisce,
se non quale una nave in fondo al mare.

Librería

También puedes leer