Poesía mexicana: Laura Rojas

Presentamos una muestra poética de la autora potosina Laura Rojas, quien es una reconocida poeta, narradora, activista y divulgadora de los derechos de niñas, niños y adolescentes con discapacidad.

 

 

 

OCIOSA

 

Tuvieron que pasar los años

para que el verso ganara ritmo

pasmo

justicia

memoricé la metáfora

al lavar los trastos

limpiar el excusado

el vómito del perro

la jornada nocturna

intentando bajar la fiebre

a los niños

el ronquido terrible a las tres a. m.

las injustas peleas de los vecinos

el odio a la sopa de letras

el asco de las manos que se deforman

 

la espalda perdió postura

grabé el paisaje de la ventana

excepto cuando llovía

en cinco años logré leer dos paginas

de Live or die

para soportarme

 

durante años

fui barril de leche arrinconado

en la espera de que el bebé durmiera

para creer que seguía viva

el problema no fue el arroz quemado

la ropa sucia

el llanto del recién nacido

los juguetes en el piso

fue mi voz

la creencia del poema

en el mal de Sjögren

por memorizar el poema

perdí la cuenta de lo domingos

 

intenté escribir

a la hora más profana del día

no sabía si era mejor comer 

bañarme  dormir

o mirarme a los ojos

 

y es que cuando te desconoces

e intentas recuperarte

el cuerpo se enferma

como el mal de angina

un dolor de pecho irreparable

-sigo reteniendo la metáfora-

 

nadie soporta a los suicidas

no tardan en santificarlos

 

la herida nació de los aburridos

los hijos no me quedan

la noche en que me perdí

me repuse en una lagrima.

 

 

 

Pasé de dormir del puente peatonal

a la banqueta

de la cloaca

a la fosa común,

por un boleto

de estacionamiento

para que los gatos

no confundan mi mano esquelética

con un desecho de pollería.

 

De la nada abro los ojos,

nunca tuve casa propia,

ni un abrazo eterno

en el que me quisiera quedar,

exigía mantenimiento,

amor condicional.

 

Me abrigué en camas ajenas,

refugios,

nosocomios,

nidos improvisados que simulan

                                   una piel amada.

 

Mis ojos se confunden con marranos,

y no las pupilas de lucero que describes

en la carta que mandaste con el abogado de oficio.

 

Mi piel de azufre sirvió como pesticida,

gusano para volverse larva.

Pienso en el poema mientras corto la cebolla

en la menudería,

el cuchillo refleja el esmalte a media uña

muestra de nuestro olvido.

 

Soy producto

del consumo humano,

me buscan en las esquinas, aparadores,

hotline

en el chat del sexto grado de primaria,

Onlyfans.

 

Infrahumana,

aprendiz de indigente;

intenté no pincharme

con jeringas usadas,

buscando comida en los callejones;

maniáticos anónimos:

limosna de bondad,

cliente frecuente

en el tianguis de tercera mano.

 

Mi memoria anhela

los recuerdos de los paracaidistas

en el tiradero municipal,

ver pasar las constelaciones.

 

La huella del pulgar vendada,

llega al hospital

para que nadie la conozca,

porque nadie me reconoce;

manos atadas

para no pedir la palabra.

 

Los ojos sirven

para evitarse.

 

La lluvia aprovecha

para florecer la ira,

la tierra se asquea

del lodo que se pudre.

 

Los ojos nerviosos

jamás se secan.

 

No sé dónde estuve, cuando amanecía.

 

 

 

PARVEDAD

 

Para Lupita, calcetitas rojas

                                                                                  

Niego mi existencia,

la posibilidad

de pertenecer en la arena

que cristaliza el litoral,

como el mugido sordo

de la gaviota

a punto de rendirse.

 

Niego la vida que me habitó

sin raíz,

cuerpo,

ingenuidad,

acta de nacimiento,

huellas sobre la acera.         

 

Nadie concedió mi partida,

no se escuchó el eco de mi nombre,

en el parque, en los columpios,

caudal de sangre,

inmóvil,

corazón renuente

que nunca latió por nadie.

No se aferraron a mi tumba,

nadie me desterró.

Mi cuerpo fue abandonado

en los extremos del Xochiaca

envuelta entre cobijas.

¡Nezahualcóyotl,

mataron a tus hijas!

los carrizos jamás florecieron.

 

 

 

Quise esconderme de Dios

en el mejor rincón de mi infancia:

bajo el lavadero,

donde las arañas

extinguen hormigas,

donde las colillas de cigarro

 siempre humean.

 

Donde nadie nos busca                            

y los ojos no miran de noche.

 

Quise esconderme de dios

mientras comía una manzana

y escondía con mi vestido la entrepierna,

pero él asomó su cabeza.

 

El horizonte se ha convertido

en destino de inmigrantes.

 

 

 

ASTROLABIO

 

Si las horas tuvieran tentáculos,

definirían el destino de nuestro tiempo,

el ritmo del marcapasos.

 

La nostalgia es el barco

donde Dios dirige,

nos guía a tierras infecundas.

 

Estamos perdidos y lo sabemos.

 

La zozobra es la metralla de nuestra pesadilla,

animal invertebrado.

Si no existieran los sismógrafos,

los rascacielos serían nuestros aliados.

 

Nunca estuve segura de resistir

el tsunami sobre mis brazos,

pero aguanté la pesadez de la sombra,

el hambre de cada viernes,

la vergüenza de pedir limosna,

la sed en la tormenta.

El mar se mide en ahogados.

 

 

 

 

Laura Rojas es poeta, narradora, activista y divulgadora de los derechos de niñas, niños y adolescentes con discapacidad. Sus textos han sido publicados en diarios y revistas locales, nacionales e internaciones, en antologías de poetas potosinos como, Poesía San Luis (2010), Palabras libertas (2015) y Antología de Escritoras Potosinas (2023). Ha participado en encuentros de escritores, como Horas de Junio en Sonora, La Vía Letra en Aguascalientes, Festival de letras en San Luis Potosí y Poetas del Mundo Latino, por mencionar algunos. Fue directora de la revista cultural electrónica Ahí va el agua. Recibió la Mención Honorifica en el Premio 20 de noviembre en la categoría de poesía “Manuel José Othón” con su libro Malandra (2013). Mención Honorifica en el premio nacional Dolores Castro 2022 con su libro Mecanismos de Defensa. Es cofundadora del proyecto Lectura Masiva de Escritoras Potosinas. Actualmente es docente en el Centro Universitario de las Artes de la UASLP.

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