Roberto López (Tamaulipas, 1994). Ganador del I Concurso Nacional de Poesía Rubén Bonifaz Nuño 2017. Poemas suyos aparecen en Blanco Móvil, Pérgola de humo, Tintero blanco, Revista de la Universidad de México, Punto de Partida y en diversas antologías. Edita la Plana poética: Sol filamento y dirige las Jornadas de Poesía Tamaulipeca. Autor de los libros de poesía Donde el cielo desemboca (2018) y Saudade (2019).
***
Y si la sed
no fuera más que el deseo
de abrazar el caudal hasta romperlo.
Si las manos
tuvieran inscrito el vértigo en la sangre.
Si hubiéramos descubierto
el nombre oculto de la hondura
que flotaba sin rumbo en el sueño
(el mismo que no supimos enunciar).
Si la caligrafía del agua fuera siempre igual.
Si el horizonte de nuestros sentidos
ya no tuviera movimiento.
De no haber visto, oído ni tocado
una piel más brillante, huidiza,
la oscuridad fuera cierta,
en esta débil luz
la oscuridad fuera real.
Extendemos las manos
en busca del corazón
donde late la savia.
Las nervaduras esconden
frutos en su envés.
Crecen los brotes
y una aspereza que desgaja
se nos encalla en el tacto.
¿A quién decirle que los higos
ya están maduros
y que es mediodía
y que se pierde la luz
entre las ramas?
Ahora que el pulso
se hunde de lleno en la luz
y la mañana borra el rastro
de la lluvia en la cantera,
ahora que el silencio
desborda esta habitación
y tu cuerpo se prolonga
más allá de los límites del sueño,
digo tu nombre
(en voz baja digo tu nombre):
como decir amanecer,
como decir agua o letra o filo.
Te beso los párpados
y me contestas en voz baja todavía.
La luz, amor, es lo único que precede a las caricias.
No debimos desgastar
las paredes del deseo,
la desnudez que escondimos
en la luz.
Los contornos se disipan
en la misma habitación,
deshacen
un final que
está vacío.
Soñamos con la sed
mientras el sonido del agua
nos canta en el oído.
Estamos tan cerca uno del otro,
que no podemos distinguir
el significado del naufragio.
Alguien saboreará nuestra asfixia.
Alguien pronunciará la sed de nuestro sueño.