Quevedo en el origen y el fin de la modernidad, de Hernán Sánchez Martínez de Pinillos: un libro inspirado

El crítico y narrador nicaragüense Roberto Carlos Pérez reseña Quevedo en el origen y el fin de la modernidad de Hernán Sánchez Martínez de Pinillos, publicado por la Biblioteca Áurea Hispánica.

 

 

 

 

 

Quevedo en el origen y el fin de la modernidad​​ de Hernán Sánchez Martínez de Pinillos: un libro inspirado

 

No es exagerado que en el​​ Inventario “Cuatro siglos de Quevedo” (1980) José Emilio Pacheco (1939 – 2014) haya dicho lo siguiente acerca del maestro del Siglo de Oro español: «Francisco de Quevedo es el mayor artista que ha tenido la prosa y el verso castellanos. Estéticamente no resulta inferior a ninguno de sus grandes contemporáneos, dentro y fuera de España».​​ 

Asumidas con la responsabilidad y el enciclopédico conocimiento que caracterizaron la vida, obra y pensamiento de Pacheco, tales palabras hoy dicen mucho sobre la importancia del autor de​​ España defendida (1609) y del cancionero religioso​​ Un Heráclito cristiano (1613).​​ 

Francisco de Quevedo (1580 – 1645) es quizás una de las grandes víctimas de la guerra de propaganda antiespañola conocida como la Leyenda Negra iniciada en el siglo XVI por las naciones enemigas de España (Inglaterra, Francia, la Alemania protestante, los Países Bajos calvinistas, etc.), que dieron crédito a los textos, hoy ampliamente cuestionados, del fraile dominico Bartolomé de las Casas (1484 – 1566), particularmente su relato titulado​​ Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1532).​​ 

El filósofo Julián Marías (1914 – 2005) lo dijo en los siguientes términos en el libro​​ España inteligible: razón histórica de las Españas (1985):

 

Uno de los testimonios más lúcidos y expresivos de la reacción temprana a la Leyenda Negra es el de Quevedo. En 1609 escribe su​​ España defendida. Lo más interesante es que la preocupación de Quevedo se reparte entre los extranjeros que atacan y​​ calumnian a España y los españoles que los siguen, o desconocen nuestra realidad, o escriben sobre nuestra historia con tal incompetencia, que es mucho peor que si no escribieran. Es decir, que está atento a la participación española en la situación que ya entonces se estaba creando […] El texto de Quevedo no puede ser más elocuente. Y lo decisivo a mi juicio es su amarga queja por el desconocimiento que los propios españoles tienen de su realidad, hasta el punto de que prefiere el olvido al tratamiento que le han dado la mayoría de los escritos existentes. Han pasado casi cuatro siglos, y las palabras de Quevedo conservan mucho de su validez.

 

En su dedicatoria al frente de​​ España defendida, Quevedo nos enderezaba estas sentidas frases:

 

Al lector,

 

No ambición de mostrar ingenio me busco (en) este asunto; solo el ver maltratar con insolencia mi Patria de los extranjeros (…) no habiendo para ello más razón de tener a los forasteros envidiosos (…) y callara con los demás, si no viera que vuelven en insolencia desbocada nuestra humildad y silencio…

        

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ En​​ Quevedo en el origen y el fin de la modernidad​​ (Editorial Vervuert, 2022), Hernán Sánchez Martínez de Pinillos toma el testimonio de Quevedo y hace con Quevedo, emblema de su patria, lo que el mismo Quevedo pedía se hiciera con España: sitúa al autor de​​ Los sueños​​ (1627)​​ en el contexto histórico, cultural e intelectual que por méritos propios le corresponde. También coloca a Quevedo dentro de una Europa cuyos poetas y novelistas​​ bebieron abundantemente de su obra. Al trazar el marco de estas influencias, convenientemente silenciadas por los influidos, el autor nos ofrece una visión renovada, inédita, muchas veces sorprendente, del pensamiento poético quevediano.​​ 

A través de las más de ochocientas páginas que componen el estudio, Sánchez Martínez de Pinillos abre nuevas vetas y nos hace repensar cómo, hasta ahora, habíamos visto y estudiado al maestro madrileño. ​​ 

Heredero del nuevo y brillante quevedismo de las últimas décadas en torno a Ignacio Arellano Ayuso (1956) en la Universidad de Navarra, fundador y director de la revista quevediana​​ La Perinola, y a los quevedistas discípulos de Alfonso Rey en la Universidad de Santiago, entre otros, el libro de Hernán Sánchez propone un acercamiento caleidoscópico, interdisciplinar, con una comprensión interrelacionada del pensamiento metafísico, amoroso, moral y teológico de Quevedo, que es puesto en diálogo con la tradición intelectual europea de los últimos siglos. ​​ 

Como ya hicieran los maestros de la estilística española Amado Alonso (Materia y forma en poesía, 1955) y Dámaso Alonso (Poesía española: ensayo de métodos y límites estilísticos, 1950), así como Gonzalo Sobejano (El epíteto en la poesía española, 1956), maestro del autor, el estudio indaga en las fuentes y técnicas retóricas del pensamiento poético de Quevedo, pero también explora la belleza con que ese pensamiento se expresa.  

Con una prosa sencilla y amena, el investigador define el mundo conceptual de Quevedo en base a dos grandes motivos fundantes: ​​ 

 

  • El mundo enfermo –Quevedo quizás sea el primero en hacer de la enfermedad un motivo poético– y la fractura del cuerpo místico, idea anclada en el pensamiento de San Agustín (357 – 430).

  • La poesía mística española, interiorizada por Quevedo, expresada como su reverso en la poesía moral y metafísica. Hernán Sánchez lee la poesía más honda y personal de Quevedo como una mística frustrada, una vocación mística que queda en un anhelo frustrado de trascendencia.

 

De esta poesía antimística nace la quevediana figura moderna del hombre deshabitado: «fantasma soy en penas detenidas»; «nada, que siendo poco será nada en poco tiempo». De esta fuente mística frustrada brotan, según Hernán Sánchez, los poemas metafísicos, cuyos atormentados portavoces pronuncian una sorda protesta contra el orden del mundo; así el hombre condenado en el infierno a permanecer sentado a solas por toda la eternidad en una silla (Sueño del infierno, 1608). Este motivo es analizado como precursor de los personajes de Samuel Beckett en la obra de teatro​​ Final de partida​​ (1957) y de la pintura de Francis Bacon​​ Study After Velázquez's Portrait of Pope Innocent X​​ (1953), con el retratado consumido y desfigurado por la ira, el rencor y la soberbia.

Frente al tiempo que fluye y las asechanzas de la corte, Hernán Sánchez nos adentra en un motivo quevediano del hombre «advertido», el hombre dueño de sí, opuesto al hombre «divertido». De tradición senequista, el hombre advertido se refugia en su propio ser para hacer frente a los grandes enigmas del mundo en oposición al hombre adormecido por la fiesta y la diversión. Hernán Sánchez traza la genealogía del motivo quevediano pasando por Blaise Pascal (1623 – 1662) hasta arribar a la dicotomía orteguiana entre ensimismamiento y alteración y la existencialista del hombre auténtico heideggeriano y sartriano enfrentado a su lenta aniquilación cotidiana.  ​​​​ 

El libro está compuesto por doce capítulos en los que el autor analiza con gran perspicacia y agudeza muchos de los emblemáticos poemas de Quevedo​​ y de sus pasajes en los tratados en prosa. Es importante mencionar las citas que acompañan cada análisis, verdaderas joyas en las que Sánchez Martínez de Pinillos se apoya y hasta traduce​​ o se vale de traducciones existentes– del griego, hebreo, latín o lenguas modernas. Más aún: el académico nos muestra la influencia de Quevedo en autores fuera y dentro de la tradición hispana tales como Edgar Allan Poe (1809 – 1849), Charles Baudelaire (1821 – 1867), Rainer Maria von Rilke (1875 – 1926), Martin Heidegger (1889 – 1976), Ezra Pound (1885 – 1972), Rubén Darío (1867 – 1916), Pablo Neruda (1904 – 1973), Octavio Paz (1914 – 1998), Emile Cioran (1911 – 1995), etcétera.​​ 

Entre las páginas más profundas del libro se encuentran las dedicadas al soneto «¡Ah de la vida!», un luminoso análisis en el que Sánchez Martínez de Pinillos confronta el grito «¡Ah de la vida!» con el silencio que sucede a la subsiguiente pregunta: «¿Nadie me responde?». Tal interrogación, nos dice, no halla respuesta en Dios, como sí la encontraron místicos como Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582) y San Juan de la Cruz (1542 – 1591). El investigador afirma que ante la falta de contestación sólo le resta al hablante del poema escuchar el eco vacío y desgarrado vibrando en​​ sotto voce en las cavernas del alma. ​​ 

El legendario apóstrofe y su posterior silencio no sólo repercutió en el arte pictórico como lo demuestra el autor del estudio sino, también, vale decirlo, en la música, especialmente en la de Ludwig van Beethoven (1770 – 1827), cuya trágica vida, encarnada en su sordera, lo hizo erigir imponentes quejidos melódicos en​​ fortes​​ y dolorosas aceptaciones ante la falta de respuestas a su sufrimiento en sutiles volúmenes bajos o​​ pianos, como en la «Sonata Pathétique» (1798) o la «Sinfonía no. 5» (entre 1804 y 1805), calcos del desesperado grito sin respuesta que abre el soneto de Quevedo.​​ 

Por otro lado, si poetas modernistas como Rubén Darío y Amado Nervo (1870 – 1919) hicieron del amor profano algo sagrado es, en cierta medida,​​ por herencia de las audacias sacroprofanas de la poesía amorosa de Quevedo en​​ Canta sola a Lisi​​ y en la​​ Musa Erato. Situado en la tradición quevediana, el Modernismo envolvió en melodía la violencia del poeta madrileño e inspiró así la canción hispanoamericana que, por su parte, también enalteció a la amada y bendijo el amor​​ Eros​​ en infinidad de boleros; recordemos a Rafael «El Jibarito» Hernández (1892 – 1965), Agustín Lara (1897 – 1970) y​​ Roberto​​ Cantoral (1935 – 2010).​​ 

Quevedo en el origen y el fin de la modernidad​​ es un libro que comprende a Quevedo como una​​ summa​​ de la cultura occidental, de la tradición bíblica y grecolatina, de los Salmos y Heráclito,​​ el Renacimiento y el Barroco hasta el Romanticismo, el Simbolismo y las Vanguardias. Esta es la lección principal del libro: Quevedo generador de grandes ideas; Quevedo tan vivo hoy como ayer; Quevedo conformador del pensamiento poético e intelectual de Occidente, y Quevedo paradigma del legado cultural español. Un legado que, insiste Hernán Sánchez, debe ser colocado en el centro mismo de las reflexiones poéticas, morales, políticas y teológicas que formaron la Modernidad en Europa y que modelarían, a su vez, la Modernidad en la América hispana y angloparlante.​​ 

El trabajo de Hernán Sánchez Martínez de Pinillos parece ser un saludo al estudioso Antonio Regalado (1932 – 2012), quien en su libro​​ Calderón:​​ los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro​​ (1995) demuestra que Pedro Calderón de la Barca (1600 – 1681) ha sido una de las grandes fuentes del ideario literario occidental. Como Regalado con Calderón, Sánchez Martínez de Pinillos pone a Quevedo en el lugar que por derecho le corresponde en el canon de Occidente. ​​ 

Quevedo en el origen y el fin de la modernidad​​ supone, sin duda, un torpedo en la línea de flotación del ya obsoleto​​ Canon occidental (1994) de Harold Bloom (1930 – 2019) y de​​ La poesía del pensamiento​​ de George Steiner (1929 – 2020), que excluye la poesía del pensamiento en español.​​ Como Ezra Pound ante el féretro de T.S. Eliot (1888 – 1965), Hernán Sánchez Martínez de Pinillos ante la sombra inmensa y fulgente de Quevedo nos reclama: “Léanlo”.​​ 

 

           

 

 

 

 

 

 

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