ALBA
La aldea testifica al sol,
algunos pasos se persiguen a sí mismos
Un cometa se extiende hasta la orilla del río
El humo espera a los hombres
que vuelven con las manos vacías
Alguien intuye al mar con un suspiro,
continúa su tejido,
todas las sonrisas del mundo
se encuentran en sus labios que hablan:
Alguien quería descender en un día como este,
traer consigo el milagro del agua,
y entre sus manos gigantes, una casa de espejos;
pero no fue posible,
la vida sabe lo que entrega y lo que recoge a tiempo
Los niños apresuran su paso,
una mirada los persigue tras la ventana:
A donde vayan,
habrán de esparcir su luz
LA VISIÓN DEL NEGRO CORAZÓN QUE ESCAPÓ DE UN GRABADO DE JULIO RUELAS
Primera luz de seres blancos,
limbo despierto en el grabado del siglo:
si levantas tu figura del pasado
para llegar nuevamente a mi pecho,
después de perdidas batallas
a nombre de mi juventud,
levanta mi cuerpo al centro del vitral;
salva la arena desbordada,
pues no he llenado la altura
que habitaste en mi sueño,
lejos de la cólera y mis ojos enlutados
El mundo es mi enemigo,
suelta su veneno
contra todas las flores
y contra todos los ríos
Sueño con volar
y no llego a tiempo
***
Bajo la luz original que exige su vuelta,
a la hora de los árboles,
caminamos juntos una última senda,
reconocimos el sonido de los pájaros
Cada paso duele distinto:
los muertos de Rusia, Varsovia, Praga, Berlín;
los muertos del aire,
fumarolas de un infierno inventado
por niños que matan hormigas
Los ideales de César y Darwin
tras la mirada incendiada,
el error de ser humano y seguir callando
a Wagner para echar el Reich a los perros
Duele no ser parte de los fuertes,
compartir el azar, la gloria, el destino
con la razón impuesta
Un poco de indulgencia moral, una buena idea,
una histórica avanzada, esperar
para no permitir una sola milésima de fracaso
«En una riña pierde el que teme» —dice—
elevando el brazo ante las masas,
las suyas, las conquistadas
—ya confundidas y sin rumbo
por la calma distraída de quien va
rumbo al infierno
***
Yo estuve ahí,
en medio de confusas muchedumbres,
entre la voz de la verdad
y el agua escurriendo entre las grietas
Entonces éramos más compañeros que amigos
Atardecía la argucia y el canto
la juventud
—ese pecado que conduce al infierno—
(a nosotros nos llegó muy pronto,
sin juicios
ni testigos)
No tuvimos tiempo,
era preciso abandonar las teorías para asaltar las calles
Ganamos el espacio a gritos,
defendimos el ardor del fuego y las lenguas
que invadían la ciudad a causa del despojo,
las lunas invisibles,
la V de la victoria,
el pueblo y la esperanza de no endurecer las manos
(pero a nosotros también nos faltó humildad)
Delinquimos con la ley del menos fuerte y el arma en la sien
Nos atrevimos a encender el fuego,
a agraviar banderas,
a revivir a Lenin
con más elocuencia que en los libros
La obstinación se apagó desde el primer disparo,
(luego de la luz que traicionó al aire)
nadie supo de dónde venía
su trayectoria irremediable,
pero luego vino otro y otros miles
Corrimos en todas direcciones,
niños sin la mano de sus padres,
tacones de mujeres,
toda la sangre de la historia
Tropezamos con nuestros propios cuerpos,
vacíos de Dios, de entendimiento
Sin opción,
cedimos la voz al diablo
Caímos y seguimos cayendo
Y al levantar la mirada
nadie
sólo odio con guante blanco
Yo estuve ahí,
aún siento el dolor en los pulmones,
aún no me encuentran
Alguien canta mi muerte,
yo canto la de otros,
la de todos los héroes de la historia
AQUELARRE
Irreversible,
como el aire respirado en la infancia
y el fruto anterior en la boca,
sin causas ni efectos
cosechamos de la tierra el alimento del diablo
Algunos ríen su amontonada locura,
se acercan al vaho y hacen fiesta entre el fuego
El tiempo ha muerto,
la invisible culpa se mueve entre el ardor,
la cordura brinca por las grietas
Nadie entiende o advierte el grito,
simplemente está,
en el negro corazón sin amo
que late en el pecho de los perros
Nadie,
todos han confiado en su bestial motivo,
son ceniza los oídos y el cuerpo,
herencia de un mundo condenado
Ellos compraron su infierno y lo tienen,
lo pidieron desde temprano.
Se hizo hasta lo imposible por entregarles la verdad a gritos,
—hasta sus oídos—,
Nos preparamos con sabiduría bíblica.
Lo querían y ahí lo tienen
(Aplausos)
Eduardo Pérez Espinosa. Morelia, Michoacán (1977). Licenciado en Administración Pública y Maestro en Gestión Administrativa. Catedrático en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Ha participado en talleres y seminarios de poesía coordinados por José Falconi, Mijail Lamas, Diego José y Yanira García. Coautor del Poemario Pecados al Viento (Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, 2011) y autor de Inminente (Big Bang Ediciones, 2023). Realizador y conductor del programa radiofónico Recorte Auditivo en Radio UAEH Pachuca, dedicado a difundir textos literarios y música subterránea.