Poesía cubana: Laura Ruiz Montes

Leemos poesía cubana de Laura Ruiz Montes (Matanzas, Cuba, 1966). Poeta, editora, ensayista y traductora. Ha publicado libros de poesía en Cuba y el extranjero, de ellos Los frutos ácidos y Otro retorno al país natal, obtuvieron el Premio Nacional de la Crítica Literaria.

 

También ha publicado volúmenes de ensayos, teatro y literatura para niños y jóvenes. Su traducción del francés de​​ L’exil selon Julia​​ (El exilio según Julia), de Gisèle Pineau, obtuvo​​ en 2018 el Premio de Traducción Literaria. Sus libros más recientes publicados son​​ Diapositivas​​ (2017/poesía) y​​ Grifas. Afrocaribeñas al habla​​ (2020/ testimonio. Premio Nacional de la Crítica Literaria, 2022) donde reúne entrevistas a treinta creadoras del​​ Caribe anglófono, francófono e hispanohablantes. Es la editora principal de Ediciones Vigía y la directora de La Revista del Vigía de dicha casa editorial.

 

 

 

 

 

A partes iguales1

 

En días de aquello de nombre tan hermoso:

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ Período Especial,

Maribel, Maritza, Orestes y yo almorzábamos juntos.

Aunque tocara a menos,

dividíamos a partes iguales

el poco de arroz y los escasos chícharos.

 

El día de lujo

juntábamos Noche Buena, Navidad

y todos los festivos del mundo.

Hervíamos un​​ huevo

y lo cortábamos

a partes iguales.

Una vieja botella de vino

–de etiqueta desgarrada–

con agua y flores silvestres

acompañaba nuestros mediodías.

 

Hoy Maribel vive en Segovia,

en un pueblo de nombre tan hermoso:

Cerezo de arriba

Maritza está en Toronto

Orestes es pastor de una iglesia bautista

y yo aún almuerzo en el mismo lugar.

Aunque a simple vista no lo parezca

seguimos dividiendo la patria

en cuatro porciones iguales.

 

 

 

Un pliegue en el tiempo2

 

Para Carmen Gómez​​ Puñales y Damaris Puñales Alpízar

 

Cuando la niña Carmen

nacida en Norteamérica

visita la isla

y asiste durante dos semanas

a una escuela en Cuba

cuando se distancia de su​​ daddy​​ y su​​ mommy

y​​ mommy​​ la ve alejarse

con su uniforme rojo

mezclándose con los niños del barrio

cuando​​ mommy​​ le ruega

que en las clases de inglés

no señale faltas a la maestra,

cuando la niña Carmen

(que no es Zayas Bazán)

levanta la mano y va a la pizarra

cuando​​ mommy​​ sabe que aprenderá

a escribir malas palabras y párrafos largos

cuando la niña Carmen

después de las dos semanas

(reglamentarias, permitidas)

regresa a Norteamérica

con su​​ daddy

su​​ grandma

su​​ sister

y su perra

cuando​​ mommy​​ devuelve el uniforme prestado

y se sube al avión

se cierra un pliegue en el tiempo

una arruga en​​ la organizada perfección de la Isla.

Entonces​​ mommy​​ aprenderá

después de tantos años

tantas lágrimas derramadas

viajes

y tantos libros leídos

sabrá que el imposible uniforme rojo en Norteamérica

las malas palabras

y el inglés imperfecto de la maestra

también son aquello

que en el Matutino

Carmen oyó

que le llamaban

La Patria.

 

 

 

Qué noche la de aquel año3

 

Para Sigfredo Ariel

 

 

No era así la vida en la provincia

sino más alegre.

No era así la vida en la provincia

sino más​​ triste.

El regreso no fue lo que esperabas.

 

Dijiste que aquí habías sido feliz.

Yo sabía que era cierto.

Pero la provincia ya no se deja atrapar.

No le vale que entornes los ojos

ni enciendas un cigarro tras otro.

A la provincia nada le vale, nada le sirve,​​ 

ningún halago le hace bien.

 

Aquella noche fue inocente y patética.

Un poeta clásico explicó al clásico Chaikowski

sin saber que tú y yo también lo éramos:

 

tú llorabas sobre tu camisa negra

y yo lloraba sobre mi blusa blanca,

 

como correspondía,​​ llorábamos.

 

Fue patética la noche y había ruido.

Teníamos los mismos ministros

y leíamos los mismos libros,

Éramos iguales pero no.

Tú ya habías estado en el café Berlín

y te habías despedido de algo que llaman los ochenta.

 

Yo aún quería ir a Pompeya

y​​ fingía haberme olvidado

de los ochenta,

de los noventa,

de Berlín,

y del café, pero no.

 

Volviste para después escribirlo.

Mirabas como quien está a gusto

pero a ratos decías​​ qué raro es todo.

Raro en ti quería decir​​ ven con los que se fueron sin remedio.

 

No fue lo que esperabas.

No tuve vergüenza ni rubor.

No me sentí apedreada contra un muro

ni tan grotesca como la bailarina llena de maquillaje

que tropezó con el pie del músico.

 

Fue la noche perfecta.

No tuve que hablar.

Una noche en la provincia te​​ hizo entender:

el silencio

la anacrónica dignidad

la asfixia húmeda

la siesta en la orilla

-porque la tortuga nunca llegará al final de la carrera​​ 

el vicio de haberme quedado aquí

la enfermedad mortal de seguir quedándome.

 

 

 

Dadme un número*4

 

Mi número, el número que yo pudiera ser

en la chapilla de plata

que cuelga de la cadena

que cuelga del cuello

que cuelga de la cabeza.

 

Dadme mi número.

El número que me corresponde en la espera de los hospitales,

en la fila de los​​ autobuses,

en el pasaporte

y en todos los registros de firmas.

 

Dadme mi número,

el número que seré en el panteón de la familia.

Quiero saber cuántos muertos descansan debajo de mí.

 

Dadme mi número,

el número despedazado que podría ser

si me lanzo al mar​​ en pos de...

 

Dadme mi número,

mi verdadero número de identidad,

el número del teléfono que suena después de medianoche

para que el número de la cuenta a pagar sea menor.

 

Dadme mi número.

O al menos que alguien me diga la cantidad de cifras que soy,

los ceros que tendré cuando llegue el momento

en que los nombres no signifiquen ya ninguna cosa.

 

*Julia de Burgos

 

 

 

Astas5

 

Los venados de adentro se enfrentan.

Las astas sacan chispas cuando chocan.

Los venados de adentro

golpean una y otra vez.

La punta de cada cornamenta se encaja en mis costillas.

Como todo está a oscuras,

no pueden ver dónde está el otro.

Mueven las astas en la oscuridad

y acaban abriéndome en dos,

–o en tres.

La cantidad de agujeros nunca es importante.

 

 

 

Preguntas6

 

Pregunto si el gato va a acordarse de mí después de tanto tiempo.

Hago preguntas así

para no hacer las otras.

No quiero saber de la subida de los precios

ni de las enfermedades.

No quiero saber cuál​​ fue el mes más frío

o si las goteras acabaron de podrir el techo.

 

Me concentro en el pelo amarillo del gato,

en contar las líneas de su lomo,

son como las marcas del preso en el muro de su celda.

 

Espero el maullido compasivo,

la cola en alto, indiferente,

su paso que no pregunta por qué he vuelto

a pesar de los precios

las enfermedades

la humedad

el techo podrido.

 

No pregunto. Él tampoco pregunta.

Me ignora,

hace que no me ve

pero en silencio lo veo contar las bolsas bajo mis ojos,

las patas de gallina,

las marcas que yo misma hice en las preguntas que me acechan.

 

 

 

Otro gran mediodía7

 

íntegro

natal

solemne

Adición.

  • Césaire.

 

 

En el que hay que limpiar el patio.

Mientras recordamos experimentos de la infancia.

La​​ hoja coloreada, la lupa al sol para quemar papeles,

el grano de frijol podrido en el fondo del pomo

y de allí saliendo aquello que llamábamos –con ternura-​​ la matica.

 

(Decimos hay que limpiar el patio

como si no tuviéramos trasfondo,

como si lo que​​ ocultamos detrás de,

no necesitara aclararse.)

 

Hay que botar escombros,

perseguir a la rata.

Vamos a quemar las hojas secas.

Llenar de hollín las sábanas blancas de la vecina

que no nos insultará

porque ella también tiene patio… y trasfondo.

Sabe que sabemos.

 

Cortaremos los gajos de los grandes árboles.

Dejaremos que caigan sobre el lomo del perro de al lado.

El animal aullará

pero la dueña lo va a acallar.

Ella sabe que sabemos a qué ladrones temen,

por qué el perro está tan bien entrenado.

 

Botaremos las patas de la silla rota,

la vieja antena del televisor en blanco y negro

que no mostraba el verdadero color de la mirada.

Tiraremos los platos de cerámica rajados,

las latas con herrumbre,

las aspas gastadas del ventilador inmóvil.

Guardaremos unas pocas​​ tablas para defendernos de los ciclones.

 

Pondremos todo en la calle,

lo roto,

la basura,

los escombros,

la rata.

 

Durarán allí cinco minutos.

Sin pestañear,

a ritmo de comparsa

o en una fila como de hormigas

todo entrará en otra casa,

otro traspatio.

Para​​ reciclar su vida

y alimentar los trasfondos.

 

En la acera solo quedará el frijol en el fondo del pomo.

Hidalguía de la simiente que espera que alguien pase,

mire y se pregunte

–con ternura–​​ 

si es posible que de aquel moho

vuelva a nacer algún día​​ la matica.

 

 

 

Vals de las hojas muertas8

 

Rodando por el suelo

sucia como serpentina de carnaval

enredándose en los pies

aplastada bajo un zapato

izada y vuelta a dejar caer

como hojas muertas

mezclándose con el polvo

dando​​ cuenta de los años

pasando de mano en mano

barriendo el camino

recibiendo alabanza de unos

y desprecio de otros

sobre el suelo

está

esa segunda piel llamada​​ ropa reciclada

que alguien usó en un país distante

y ahora ya está muerto

o cubierto de nuevas galas.

 

Vestidos, pañuelos, camisas

ahora son vendidos en lugares cercanos

también de segunda mano

sin mostradores ni mesas

perchas ni armarios

solo sobre el piso frío

que recoge y guarda

en el mismo bolsillo de pantalón

la esperanza y el agravio.

 

 

 

Preparados para la defensa9

 

Como ya estaban las armas preparadas

y en verdad no llegaba la guerra

como nadie bombardeaba

y el ejercicio había sido apr(h)endido de memoria

algunos acabaron disparando al amigo en otra provincia

al​​ amante en otro país

a la madre

a los hijos

dentro de la propia casa.

 

 

 

La visita10

 

¿Cómo están por allá? era el saludo.

Aunque no recordáramos

quiénes vivían en su casa

si la hija por fin se había casado

si la nieta iba ya a la​​ escuela.

Su familia

la casa de la calle siguiente

eran ese​​ allá.

 

Nosotros también éramos el​​ allá

de otro que saludaba.

 

Todo quedaba tan cerca

tan en la punta de la lengua

para decir hazme la visita.

Pasa a tomar café.

 

No era el petróleo o el oro

era el​​ café lo que queríamos.

Tomado en aquel​​ allá

que era la cocina de la casa

el murito de la entrada

el quicio del patio…

 

Ahora, para tomar aquel café

se necesita dar explicaciones,

ofrecer fotos

visas y pasaportes.

Ahora, aunque se le colme de azúcar

cada vez sabe más amargo.

 

 

 

Lentes11​​ 

 

La cámara de fuelle

la cabeza bajo el paño

todo el mundo frente al Capitolio

nerviosos y con guayaberas

la cámara pequeñita

la Kodak que parecía de juguete

descubierta registrando el escaparate de​​ abuela

la Smena

la Lubitel

los rollos de 12 o de 36

la foto en que estoy con una bata

de la misma tela que la blusa de mi madre

–yo prolongación de ella

jamás ella prolongación de mí–

el revelado,

la impresión en papel o la diapositiva

que amarillean en el​​ fondo de la caja

la cámara digital sofisticada

la del celular

todas las imágenes

que en tropel te vienen a la mente

cuando alguien pregunta

de cuántos píxeles es la tuya

la ausencia de respuesta

el recuerdo de aquellos

a quienes los años

las​​ sofisticaciones

carencias y partidas

han ido dejando

definitivamente

fuera de la foto.

 

 

 

¿Dónde está la carretera central?12

 

Para Maya Islas

 

La madre de Albertina no pudo decirle a Olga

cuántos años guardó el radio

que aquella le​​ dejó al salir de Cuba.

No pudo decirle porque murió antes.

 

Esto sucede al centro de la Isla.

No conozco a Olga ni a la madre de Albertina

pero la mudez de la onda corta

me arranca el llanto

dentro de un automóvil

que alquilaron otros

y que estremecido

apenas alcanza a preguntar

dónde está la Carretera Central.

 

Olga tampoco sabe adónde fue a parar su radio,

ni las melodías de entonces,

las novelas radiales,

los consejos de belleza

y los trucos para la vida.

Ella, junto a su hija,

escucha otras emisoras

en Texas,

nombre que no es más

que una extraña evolución de​​ Techas

y para los indios quería decir «amigos».

 

Todo esto sucedió al centro de la Isla.

Pero ni​​ CMBF / radio musical nacional,

ni​​ Radio Reloj / exacta y concisa

dan aún noticia de ello.

 

 

 

 

Esta​​ muestra es una colaboración​​ bajo la curaduría de Karel Leyva Ferrer 

 

1

​​ De​​ Diapositivas, 2017.

2

​​ De​​ Diapositivas, 2017.

 

3

​​ De​​ Los Frutos Ácidos, 2008.

4

​​ De​​ Los​​ Frutos Ácidos, 2008.

 

5

​​ De​​ Los Frutos Ácidos, 2008.

6

​​ De​​ Otro retorno al país natal, 2012.

7

​​ ​​ De​​ Otro retorno al país natal, 2012.

8

​​ De​​ Otro retorno al país natal, 2012.

9

​​ De​​ Diapositivas, 2017.

10

​​ De​​ Diapositivas, 2017.

11

​​ De​​ Diapositivas, 2017.

12

​​ De​​ Diapositivas, 2017.

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