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En la poesía de Karmelo Iribarren (Donosti, 1959) todo está bañado por la luz de la desilusión, incluso el deseo. En su obra, la ironía no es un procedimiento retórico sino una constante del espíritu. Hay en sus poemas-epigramas un lenguaje depurado, simple, sin adorno ni fuegos artificiales retóricos. Pero eso sí, hay oficio. El poeta se siente cómodo en la ironía y el símil. Encontramos a lo largo de su obra una cierta crudeza, un silencioso tremendismo. Eso desencarnado es la pérdida de la fe en casi todo, es el desengaño del mundo. Y quizás también la falta de confianza en el lenguaje. Karmelo Iribarren no es un poeta del lugar común sino del sentido común. Es el poeta perfecto para una época tan poco heroica como esta (Zagajewski dixit). Diría Iribarren: lo heroico es sobrevivir. Por eso sus poemas, tocados por la imaginación moral, al modo de un Gracián moderno, proponen una fórmula de supervivencia: no perseguir el vulgar aquí y ahora sino habitar un modesto y muy realista, pequeño, aquí y ahora. Tres cucharadas de aurea mediocritas para ver pasar de lejos algo parecido a la felicidad. [Alí Calderón]
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A discreción
La radio
está encendida.
Suena
la pedorreta
de una moto
en algún sitio.
La ráfaga
de un coche
a cada rato.
Enciendo
otro cigarro.
Pienso
que no debería
fumar tanto.
Me río,
pero no
me río.
Miro el televisor:
Más masacres,
más fraudes,
más despidos.
¡Bah!
La mierda
de diario.
Saco otro
Camel.
Echo
una bocanada
gorda
de humo
y asco.
Pongo
en marcha
el PC.
Y, como quien
abre fuego
a discreción,
escribo.
Legal
Si eres un tío
legal,
más te vale estar alerta,
porque no
te van a pasar una.
Analizarán
cada uno de tus pasos
con lupa,
esperarán al más mínimo
error.
Recurda que eres
como un espejo
para ellos,
y que no les gusta
lo que ven.
Sólo eres ese
Nada como el camarero
de una cafetería de hotel
para hacerte sentir
tu efímera condición.
Medio borracho,
con el vaso en la mano, lleno
de tu pequeña importancia,
para él sólo eres ese
que mañana no estará.
Hotel Ezeiza
La playa vacía, el agua gris,
helada, quieta, en el cielo
las gaviotas, chillando,
sobre Igueldo la galerna.
Aquí –ruido de vasos
y de tragaperras–, un viejo,
una chica, una pareja,
un perro adormilado
junto a la puerta. Nada,
solo eso, la vida, la poesía
de un miércoles cualquiera.
Madrid, metro, noche
Gente
exhausta,
con la vista
clavada
en el suelo,
preguntándose
por la vida,
la de verdad,
porque no puede ser
que sea
solo eso.
Tras una lectura de poemas
Se acercó,
me dio la mano
y me dijo
que había conocido a mi padre:
“Hace ya siglos –sonrió–,
en el año 57”.
No sé muy bien qué sentí,
Sinceramente.
Fue
como conocer a alguien
que posee algo
que te pertenece,
pero no estás muy seguro
de querer
recuperar.
Formas de la crueldad
A veces,
entre los que ya no se aman,
aparece una extraña quietud,
como una tregua.
Puede durar incluso días.
Es el odio, divirtiéndose
de otra manera.
Consuélate
Si te observas
detenidamente en un espejo,
tras esos rasgos
que creías definitivos, únicos,
como del largo insondable
del tiempo, acaban emergiendo
tus antepasados.
Consuélate,
tampoco los defectos
son enteramente tuyos.