Habitación 5007: poema inédito de Margaret Randall

Hoy leemos “Habitación 5007”, un poema inédito de Margaret Randall en traducción de Juan Suárez y Juan José Pozo.

 

 

 

 

 

 

Margaret Randall (New York, 1936) es poeta, escritora, fotógrafa, militante feminista y activista social. Es autora de más de 200 libros de poesía, ensayo e historia oral. Entre las colecciones de poesía más recientes de la autora se encuentran Their Backs to the Sea (2009), As If the Empty Chair / Como si la silla vacía, She Becomes Time, About Little Charlie Lindbergh and other Poems, y The Morning After: Poetry and Prose for a Post-Truth World, y Contra la atrocidad (todos publicados por Wings Press). En 2018 se publicó su poesía seleccionada en el libro Time’s Language: Selected Poems 1959-2018, seleccionado y editado por Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez (Wings Press, San Antonio, Texas). Y en 2020 Duke University Press publicó sus memorias, I Never Left Home: Poet, Feminist, Revolutionary. Randall vivió en América Latina (México, Cuba y Nicaragua) por 23 años. Entre sus libros recientes de poesía traducidos al epañol: Lenguaje del tiempo (El Angel Editores, Quito, Ecuado, 2019), Espejos cortados a la medida (Quito, Ecuador, Casa de Libros Editora, 2019), Starfish on a Beach: The Pandemic Poems / Estrellas de mar sobre una playa: los poemas de la pandemia (coedición Editorial Abisinia de Buenos Aires y Escarabajo Editores de Bogotá, 2020), Against Atrocity / Contra la atrocidad (Granada, España,: Ediciones Valparaíso, 2020), Out of Violence into Poetry / Fuera de la violencia hacia la poesía (Viña del Mar, Chile: Ediciones Moneda, 2021), Nubarrones como promesas incumplicas (Buenos Aires, Argentina: Editorial Abisinia y Bogotá, Colombia: Ediciones Escarabajo, 2022), Pensando pensamientos (Mexico: Heredad, 2021) y Nunca me fui de casa: poeta, feminista, revolucionaria (Mexico: Heredad, 2022). Ha sido recipiente de la Medalla de Mérito Literario (otorgado por Literatura en el Bravo, Chihuahua, México), el Premio “Poeta de Dos Hemisferios” (otorgado por Poesía en Paralelo Cero, Quito, Ecuador), y la Medalla Haydée Santamaría (enregada por Casa de las Américas, La Habana, Cuba). En mayo de 2019 la Universidad de New Mexico le conferió el Doctor Honoris Causa en Letras.

 

 

 

***

 

 

 

HABITACIÓN 5007

 

 

1.

 

Una mujer de ochenta y seis años, un riñón

que funciona a medias,

presenta deshidratación

fiebre, escalofríos, debilidad.

Llegó en ambulancia.

 

Cuando le digo a la tripulación de la ambulancia

que están haciendo un gran trabajo

uno se ríe y dice: eso terminará

en la puerta del hospital. Humor negro:

familiar y reconfortante.

 

Esta sala de emergencias

hace lo que puede: 1 doctor

para 40 o 50 pacientes,

un sistema de salud en quiebra

batallando por mantenerse en pie.

 

Hace tiempo que ha sido privatizado

en este, el país más rico

sobre la tierra, pero yo busco aquel fulgor

de humanidad a través de la pista de obstáculos

de tubos, murmullos de confusión.

 

Y me nace la inquietud de estar

consumiendo todo el aire

de este pequeño cubículo. Pero nadie

hace la pregunta,

ninguna poderosa voz reclama por su origen.

 

 

 

 

 

2.

 

He sido admitida en una habitación

en un piso superior, pero debo esperar

a que alguna se libere.

Lo que significa que alguien

debe sanarse o morir.

 

Yo soy la mujer de 86 años

que carga su historia

en temblorosas manos, cuidada

por manos de Cameroon

India, México.

 

El veredicto es Sepsis,

causada por la E. Coli

que aúlla a través de las rebeldes

carreteras y vericuetos

de mi sangre.

 

Imágenes repentinas de los otros: africanos,

sus ojos vacíos, desenfocados

más allá del alcance de la cámara,

cierran una brecha

nunca más extraña.

 

Las diferencias se desdibujan cuando intercambio

nuestra compartida humanidad,

la identidad común

de causa y efecto,

los destinos entretejidos.

 

 

 

 

 

3.

 

Flotando en mi propia órbita

de ida y vuelta, soy consciente 

de que hay miles de millones de órbitas,

cada una anclada a su propio

eje solar.

 

No estamos girando alrededor de nuestro sol

ni de ningún otro

sino en torno a agujeros negros en un cosmos cualquiera 

que amenazan con hundirnos

más allá del olvido.

 

Aquello que siempre hemos sabido

ahora se burla de nosotros 

cruzando los dedos

a través de ojos inexpresivos.

No es para lo que nos prepararon.

 

Un cambio de sentido replantea

todo lo que nos han enseñado

en escuelas que nos desangran

por aquello que debe ser accesible a todos:

el descubrimiento y el poder elegir.

 

Estamos cosechando el residuo pegajoso

de prácticas que ponderaron

excesos y avaricias, y elegimos

enterrar sus cabezas culpables

en arenas movedizas.

 

 

 

 

 

4.

 

Solamente en este hospital, aquellos

de todas las edades y dolencias

se esfuerzan por aceptar o combatir

pronósticos que van a salvarlos

o acabar con sus vidas.

 

Imagino las historias que se desarrollan

al otro lado de aquellas puertas:

el niño cuya oportunidad en la vida

fue demasiado breve, una abuela

que busca la manera de decir adiós.

 

La enfermera a cargo me dice que el doctor

me atenderá pronto, que está al final

del pasillo. Pienso en él saliendo de una historia

y entrando en otra, jugadas distintas

en esta partida de ajedrez humano.

 

¿Soy el sagaz Alfil o el perspicaz Caballo,

el poderoso Rey vistiendo su máscara

de poder o la Reina

con sus planes ocultos?

¿Soy solo un peón en el camino de la conquista?

 

Giran mundos sin control

y chocan. Los humanos

atrapados en la crueldad empresarial

deben emprender la contienda

hasta colocar la última pieza.

 

 

 

 

 

5.

 

Sé que no existe una mano maestra

que esté manipulando este juego

y también sé que no es un juego.

Las historias de salud y hambre

apuntan a un camino, luego a otro.

 

Mundos infinitos giran sobre ejes

anclados a la esperanza

como volutas dispersas de nube.

El mío es tan pequeño que se perdió

en la cegadora inmensidad.

 

Entonces soy la única

que existe, los demás

se apagan como lenguajes extintos

hablados por los últimos labios

capaces de dar forma a sus sonidos.

 

Mi ser como una red aleatoria de moléculas

lucha contra mí misma

como la estrella más luciente en un firmamento

de partículas brillantes: un ir y venir

que desestabiliza al tiempo y al espacio.

 

Porque esto es lo que sé con certeza:

no todo pasa

por una razón, no importa

lo mucho que intente escalar la montaña

o entregarme al valle.

 

 

 

 

 

6. 

 

Ahora, la pregunta es: ¿pueden

mi cuerpo y mi voluntad

hacer lo que debe ser hecho?

¿Pueden las victorias de nuestra generación

hacer girar los engranajes en esta rueda cansada?

 

A partir de entonces, es un gran sueño

soñándose a sí mismo.

Los doctores y las enfermeras solo tienen 

pequeños papeles en este teatro

de fórmulas y mentiras.

 

Ancestros que nunca conocí

danzan a mi alrededor.

Los hijos y sus hijos

toman mi manos. Mi mujer

sostiene mis ojos en los suyos.

 

El truco está en soltar

sin dejar ir, permitir que los engranajes

engarcen sin preocuparse

por el ajuste perfecto o la disonancia,

confiar en que la plenitud puede llegar.

 

Vendrá —si lo hace— en alas

de combate cuerpo a cuerpo,

con la promesa de quedarse

hasta la siguiente crisis de confianza,

feliz jadeo de historia.

 

 

 

 

 

7.

 

La máquina que monitoreaba

mi corazón, sus líneas moviéndose

como olas

y sus estridentes números

parpadeando en rojo y verde,

 

era una Piedra de Rosetta del siglo XXI

hablando cruda poesía.

Recuerdo a una amiga, una

que de verdad lee mis poemas,

diciendo que encontró uno viejo

 

llamado Daughter of Lady Jaguar Shark

y lo volvió a leer

sentada en las escaleras bajo una lánguida luz.

Me dijo que el poema decía

todo lo que necesitaba ser dicho.

 

Mi tributo a la mujer Maya

que encendió su estrella

y acompañó los siglos de los hombres

me da la fuerza

para desterrar a este invasor de mi cuerpo.

 

Y sé que esas líneas digitales

y números en la pantalla

se traducen en palabras

que recorren mi cuerpo,

luchando por sobrevivir.

 

 

 

 

 

8.

 

Un día, vientos violentos

traen consigo dudas,

cantan algo

que yo imito a la perfección

en un tiempo determinado.

 

Un día, una nueva energía

me llama, e incluso

en sus visitas breves,

la premonición me levanta

sobre sus hombros vigorosos.

 

Las posibilidades eran morir o salvarme:

la enfermedad pudo tomar cualquier camino

aún sin nombre en la sorpresa,

con dolor o sin dolor

en sus ofrendas.

 

Esta vez lo conseguí,

estoy aquí todavía

equilibrándome entre opciones

que jamás pude guiar

ni controlar. 

 

Pude haberme abandonado

pero en lugar de eso me repuse

y seguí avanzando,

haciendo preguntas sin respuestas,

haciendo trueques con el futuro.

 

 

 

 

 

9.

 

Aprendí que mi cuerpo guarda maravillas

bajo la manga, historias contadas

en lenguajes que jamás he oído

y que sujetarán mi mano

en tiempos de necesidad.

 

Mi órbita no es más grande ni más pequeña

que la próxima, mi vida

no importa más que aquella

de la enfermera africana que se toma el tiempo

para sonreírme.

 

Es más: nuestras órbitas dependen

la una de la otra, y su desempeño

es mayor que la suma de sus partes.

Ocupo mi lugar en este escenario:

en una mano el propósito, el azar en otra.

 

La mujer de ochenta y seis años se va casa,

a un mundo transformado,

hecho de paja y arcilla

en lugar de los ceros y unos

de nuestro conocimiento impostor.

 

Sobrevivir o derrumbarme

ya no es el problema,

sino cómo usar el tiempo

que me resta, cómo entregaré su significado

al pasado, al futuro, al ahora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Room 5007

 

 

1.

 

Eighty-six-year-old female, one kidney

and its half gone,

presents with dehydration,

fever, chills, weakness.

Arrived by ambulance.

 

When I tell the ambulance crew

they’re doing a great job,

one laughs and says: It’ll end

at the hospital door. Black humour:

familiar and comforting.

 

This emergency department

does what it can: 1 doctor

for 40 to 50 patients,

broken healthcare system

scrambling to keep up.

 

It’s been corporate for a while

in this richest country

on earth, but I seek that glimmer

of humanity through obstacle course

of tubes, hum of confusion.

 

And the question rises about me

sucking all the air

from this small cubicle. Yet no one

is asking the question,

no power voice claims provenance.

 

 

2.

 

I’ve been admitted to a room

upstairs, but must wait

for one to become available.

Meaning someone else

must go well, or someone die.

 

I am the 86-year-old woman

carrying my history

in trembling hands, cared for

by hands from Cameroon,

India, Mexico.

 

The verdict is Sepsis

caused by E. Coli

shrieking through the rebel

highways and byways

of my blood.

 

Sudden images of the other: Africans,

their vacant eyes unfocussed

beyond the camera’s range,

close a breach

no longer alien.

 

Differences fade as I barter

our shared humanity,

common sameness

of cause and effect,

intertwining of destinies.

 

 

3.

 

Floating from my own orbit

and back, I am conscious

there are billions of orbits,

each anchoring its own

solar spin.

 

We are not circling our

or any other sun

but black holes in a random cosmos

threatening to suck us

past oblivion.

 

What we have always known

taunts us now

from behind fingers laced

across expressionless eyes.

Not what they groomed us to expect.

 

A shift of meaning rethinks

all we’ve been taught

at schools that bled us dry

for what should be accessible to all:

discovery and choice.

 

We are reaping the sticky residue

of practices that weighed

excess and avarice, then chose

to bury their guilty heads

in shifting sands.

 

 

4.

 

In this hospital alone, those

of all ages and ills

reach to accept or fight

prognoses that will save

or end their lives.

 

I imagine the stories unfolding

behind those other doors:

The child whose chance at life

was much too brief, a grandmother

trying to say goodbye.

 

The charge nurse tells me the doctor

will get to me soon, he’s just down

the hall. I think of him leaving one story

and entering another, disparate gambits

in this game of human chess.

 

Am I the devious Bishop or smart Knight,

the mighty King wearing his mask

of power or Queen

with her hidden agenda?

Am I just a Pawn in Conquest’s path?

 

Worlds spin out of control

and collide. Humans

caught in corporate cruelty

must wage the contest

to its final piece.

 

 

5.

 

I know there is no master hand

manipulating this game

and I know it’s not a game.

Histories of health and famine

signal one way, then another.

 

Infinite worlds spin on axes

anchoring hope

like scattered whisps of cloud.

Mine is so small it is lost

in the blinding array.

 

And then I am the only one

who exists, all others

fading like extinct languages

spoken by the last lips

able to shape their sounds.

 

Myself as random web of molecules

sparring with myself

as the brightest star in a firmament

of brilliant specks: a back and forth

that dizzies time and space.

 

For this is what I know for sure:

everything does not

happen for a reason, no matter

how hard I try to climb the mountain

or give myself to the valley.

 

 

6.

 

The question now: can my

body and will

do what must be done?

Can our generational victories

turn the cogs on this tired wheel?

 

From then on, it’s one great dream

dreaming itself.

Doctors and nurses have only

bit parts in this drama

of formulae and lies.

 

Ancestors I never knew

dance about me.

Children and their children

take my hand. My woman

holds my eyes in hers.

 

The trick is to release without

letting go, let the gears

engage without worrying

about perfect fit or dissonance,

confident wholeness may come.

 

It will come, if it does, on wings

of hand-to-hand combat,

carrying the promise it will stay

only as long as the next crisis of confidence,

jubilant gasps of history.

 

 

7.

 

The machine that monitored

my heart, its moving lines

like waves

and blaring numbers

flickering red and green

 

was a 21st century Rosetta Stone

speaking crude poetry.

I remember a friend, one who

truly reads my poems,

saying she found an old one

 

called Daughter of Lady Jaguar Shark

and reread it

sitting on stairs in fading light.

She told me it said

all that needed to be said.

 

My tribute to the Mayan woman

who brightened her star

accompanying centuries of men

gives me the strength

to banish this invader from my body.

 

And I know those digital lines

and numbers on the screen

translate to the words

that run through my body,

fighting for survival.

 

 

8.

 

One day violent winds

bring hesitation,

each song  something

I mimic perfectly

in resolute time.

 

The next, a new energy

pays a call and even

when its visits are brief,

premonition lifts me

on sturdy shoulders.

 

It could have gone either way

or some other way

still nameless in surprise,

painful or painless

in its gifts.

 

This time I made it through,

and still here

balanced between options

I could neither manage

nor control.

 

I might have left myself behind

but rallied instead

and kept moving,

asking questions without answers,

making tradeoffs with future.

 

 

9.

 

I have learned my body has wonders

up its sleeve, stories told

in languages I’ve never heard

and that will hold my hand

in times of need.

 

My orbit is no greater or smaller

than the next, my life

no more important than that

of the African nurse who takes

the time to smile at me.

 

What’s more: our orbits depend

on one another, performance

larger than the sum of its parts.

I take my place in this scenario,

purpose in one hand, chance in the other.

 

The eighty-six-year-old woman goes home

to a changed world,

one built of straw and clay

rather than the zeros and ones

of our imposter knowledge.

 

Surviving or succumbing

is no longer the problem,

but how to use what time is left

to me, how I will bend its meaning

to past, future, now.

 

 

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