Presentamos ocho poemas de Tiempo de Zafra de Claudia Solís-Ogarrio. Comunicóloga, poeta, traductora y promotora mexicana, nacida en Ginebra. Ha publicado los libros: Poemas al Fresco (Editorial Domés, 1987); Insomnios/Insomnia/Insomnies edición trilingüe: español, francés e inglés con traducciones de Jennifer Clement y Francis Obsomer (El Tucán de Virginia, 2001); El colibrí del delta (Colección Imaginaria México-París-Toronto, 2010); Tiempo de Zafra / Temps de Récolte antología bilingüe español-francés (Universidad Autónoma Metropolitana y Écrits de Forges de Quebec, 2021). Es colaboradora de las revistas Casa del Tiempo, Este País, Inundación Castálida, Exile Quarterly de Toronto, Exile de Montreal, y Que sea Poesía, revista digital argentina. Fue agregada cultural de la embajada de Canadá en México y actualmente forma parte del equipo organizador del Festival Internacional de Literatura Letras en San Luis en la ciudad de San Luis Potosí.
Poesía elegante y acuerpada, tan pronto íntima como de horizonte abierto, poesía que quema y a la que se vuelve, es la poesía de Solís-Ogarrio. Si este poemario es memoria y cosecha, nos queda la certeza de que habrá renovadas exploraciones poéticas.
Mónica Lavín
I
Marcamos las tardes,
las mañanas nómadas
y las penínsulas inexploradas
de la noche y sus pronombres,
cuando el tiempo fue selva, bosque
con aves y bestias
(o a lo mejor, una fractura de la Luna)
por disputas entre dioses.
III
En los amplios recursos de la pluma
en la mar extensa,
en las conversaciones discontinuas
y los espacios del polvo,
tu máscara
no es máscara:
es el lazo fatigado
de tejer
las añadiduras de la muerte
y los rostros del pasado.
IX
Tal vez ni se acuerden de nuestros nombres
porque somos hemisferios bajo el agua
en la grieta del mar
lenguajes conocidos
donde sólo nos queda ocultar
los cambios de primaveras
por inviernos.
XII
A Mónica Lavín
Desciframos el nombre de los árboles
Donde el bosque encuentra su límite
yo hada, tú princesa
nos arropamos bajo su naturaleza leñosa
a la sombra de la cariátide
cuyos cántaros surten agua
en los linderos de tardes anodinas y sus cosas simples.
Tras esta nostalgia
y en fila como ellos
con las hojas marchitas y crujientes
espero morir de pie
entre las estridencias de cigarras
y el aroma de cañaverales viejos
ojalá de día.
Se nos resbaló el tiempo entre los meñiques
Con su rostro nuevo sin espinas
al recordar el parque y los verdes de junio
de nubes perezosas
de libélulas que rompen en llanto
y gitanas sin patria.
Bajamos del columpio
te fuiste a Coyoacán
yo por Taxco y Cuernavaca,
donde a paso tímido discurro
que no puedo habitar en otro lado
sino en esta región de la ciudad donde más tiembla,
donde la luna despunta en la cubierta de una fragata ebria
y se vuelve lago
bajo mis pies oculto
mientras pienso
donde quiera que esté
en regresar.
INDOCHINA
A Dominique
En medio de esta sordera que produce el oleaje,
creemos ser olor a inmensidad
animales solitarios al encuentro de la noche,
en una carabela que naufraga
en las manos fieles de un amor callado.
Nuestras vidas son la espera
que juega al teatro de sombras,
la oportunidad segunda
cuando la palabra es un acto de gracias
en junio sereno,
y nosotros,
el paisaje abierto que siempre es diferente.
INTENCIÓN
Despierto:
mis sábanas son la extensión del valle
el olor a nosotros
en medio de la lluvia,
en este abrazo
encuentro la patria más amada
el continente de aliento del futuro
cardumen malaquita,
y el cuerpo escribe su coreografía en rapsodias
pócima de domingo / somos vapor
el buen augurio
sobre nuestras cabezas.
PUNTO DE VISTA
Para Andrea Cataño-Michelena
Nosotras las mujeres
anidamos donde la humedad cabalga,
bajo nuestros ojos
los deltas de un río son cimas de lluvia
que se estrellan en la bóveda de la noche,
en el vientre-colina que gesta mareas.
No tenemos senos turgentes con garantía de por vida.
Albergamos entre el abismo y la superficie
y con extraordinaria pericia,
nos volvemos cráter de un paisaje sublunar
que traemos a cuestas,
sobre una sensibilidad que no se entiende.
Con el meñique echamos a andar el movimiento.
Somos principio y fin,
de las mañanas y su oriente
que toman por añadidura
al sexo en silencio.
Nuestros días despuntan entre precipicios y llanuras.
Geografía especial diseñada —a veces—
con líneas intermitentes,
en búsqueda de un lugar en el mundo del hombre.
¿Dónde estamos?
¿en el apunte de un ensayo?
¿en una partitura deficiente?
¿hechiceras, brujas o hadas que conjuran?
(para tejer y destejer la voluminosa madeja)
de la depresión y la tristeza,
tan femeninas y cercanas
tan atribuladas,
como la vida y la muerte
ambas mujeres,
quienes imprevistas y brumosas
nos asestan sus dardos al corazón.
POESÍA
Cúspides y barrancas
agua en el desierto
lecturas sin temor
a perder el hilo del relato;
indignaciones políticas
amores que duelen hasta las células,
la experiencia de los hijos;
algún acribillado familiar en sopa de letras
y castillos con fosas y monstruos;
son muchos
los buenos años.