Presentamos la poesía del poeta chileno Eduardo Bustamante (Puente Alto, 1996). Es escritor y librero en Nueva Altamira. Licenciado en Literatura con mención en escritura de guiones por la Universidad Finis Terrae. Obtuvo una mención en poesía en el Premio Roberto Bolaño con un fragmento del libro inédito No tuve papá, pero sí un Super Nintendo (2021). Escribe sobre literatura en diversos sitios web y es colaborador permanente de Fundación Japonistas Chile, que difunde todos los aspectos de la cultura nipona en Chile. Igualmente, realiza talleres y clubes de literatura japonesa. Publicó la plaquette digital Th (2021). Actualmente escribe poesía en torno a insectos y videojuegos. Se adjudicó la beca de creación del Fondo del libro en poesía (2023).
Cuántas veces vimos un par sobrevolando los frutos húmedos
que crecían como enredadera sobre la reja.
Una mínima variación del zumbido y dejábamos la vereda
–sé de historias increíbles sobre su capacidad de persecución
y mi infancia guarda alguna, corriendo bajo la parra–
sin tener en cuenta otra cosa que el temor
valía su aparición si veíamos ese brillo que parecía más intenso
por un tamaño que mi memoria recuerda descomunal.
Una vez caminé por el lugar sin ti
y después de unos pasos tuve que volver, bien abiertos los ojos;
en un rincón de pasto se movía un bulto
que sostuve de sus alas y luego guardé en un envase de yogur
como un trofeo que te mostraría apenas despertaras.
Pero el júbilo no tuvo la suficiente fuerza
no pudimos ocultar la decepción
dentro del frasco ya no era tan grande
ya no refulgía
destacaba únicamente el hedor
no deseábamos verlo morir.
El reflejo de la luz sobre el cadáver de un insecto:
la última respuesta
de un cuerpo que se va
insignificante como el día en que llegó
incapaz de hacer algo más
que confundir al niño que le recoge
y horas después se pregunta
dónde fue el brillo
y mira ese pequeño bulto
que hiede, negruzco.
En el proceso de armado
una cámara de alcohol elimina toda impureza
propia de la vida.
Pero con los años, un exoesqueleto perfecto
se descascara como un papel tapiz
manchas blancas como destellos,
pequeños territorios que de a poco reconstituirán
el mapa de una identidad perdida
reclamando su derecho a la disolución.
EL INGENIO
Como si fuera un juego de niños,
uno le dice al otro
deja que este caracol te ande por la cara
o lo pisaré y será tu culpa.
Nadie que ignorara su propio poder
diría eso, pienso
y luego escucho el crujido
en un tiempo de respuesta insuficiente
para considerarlo una prueba
antes que una tortura.
Corren por la plaza
ambos son presa de algún temor, afrontan las cosas como pueden
pero no son una excepción a la regla
inexplicable que sostiene nuestros actos.
Es lo que heredamos con los años
que el miedo es el mejor combustible para sobrevivir
y así la respuesta ineludible ante arañas, pumas o tiburones
será la violencia.
Un caracol, sin embargo, no conoce sus posibilidades
y por lo mismo anhela el contacto
no rehúye la mano de los gigantes
en cuyos jardines encuentra
antes la muerte que la comida.
Un caracol se esconde por un instante
y luego llena de baba lo que le rodea
y la mano solo se esconde lo necesario
como para sujetar bien el puñal.
THE END?
En el último nivel de Donkey Kong Country
tras unos cuantos golpes
el rey lagarto caía y soltaba su corona,
la cámara se deslizaba hacia el centro
la pantalla se oscurecía de forma tenue
y de inmediato bajaban los kréditos.
Jugaba solo, no conocía revistas, no sabía leer:
difícil llegar a saber lo que ocultaban
pero esos breves segundos
el curioso engaño reflejaba la facilidad
de los sentimientos y las esperanzas
y quizá, incluso, le daba término
a la maravilla
en el momento justo;
el corte que separa el júbilo
de la duda sobre a quién contárselo.
La magia de una sola ocasión, intransferible
y luego el consuelo de imaginar, la estela
ver a alguien más celebrando un triunfo apresurado
sin prestar atención al signo de interrogación
que advertía el próximo despertar del tirano.
MINECRAFT
A veces me gustaría
que todo fuera más fácil
como una buena partida
durante un día nublado.
Pero todo tiene sus matices, claro:
como cuando exploro, tú me sigues, y en realidad
no quiero que lo hagas; ya sabes, nadie nos observa
y no hay objetivos que cumplir
puedes seguir picando piedra, tranquilo
yo mantendré en orden
el mundo a tu alrededor.
Sin saber cómo decirte estas cosas
el tiempo pasa y cae la noche
a veces olvidamos las antorchas
y no vemos los monstruos venir.
Pierdo el mapa, te pido perdón.
Yo también estoy aprendiendo.
Escapas al ruido de los días
y escondido tras palabras cuyo eco
vas distorsionando en tu cabeza
logras componer un poema
como un espectro; sin sonido,
ni imágenes, solo una sombra,
una latencia que, tarde te das cuenta
vas a olvidar
no guardaste la partida y no recuerdas
el orden de los hechos recientes
las combinaciones no son infinitas,
pero son bastantes: el brillo
quizás no vuelva
y decides dejarlo así
un archivo incompatible
que ya no puedes visualizar
que no te animas a borrar
quizá qué pueda llevarse.