Mario Frausto Grande: dislocación del macho

 

Leemos algunos poemas del poeta mexicano Mario Frausto Grande. Licenciado en Letras Hispánicas y Maestro en Investigaciones Sociales y Humanísticas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Actualmente, se dedica a la impartición de clases de español para extranjeros, talleres de escritura creativa y académica y realiza investigaciones independientes acerca de literatura, sociedad, masculinidades, emociones y comunidad LGBT+. Los poemas de esta muestra pertenecen al libro dislocación del macho, próximo a publicarse.

 

 

II

 

 

este miedo húmedo, constante,
de no ser lo suficientemente macho, de que miren
todos mis huesos expuestos
y la medida de mi corazón
en medio de la ternura del calcio

 

este duelo,
espada derribada por una pluma y un alcatraz,
puño contra la pared, gritos
porque miro a otro hombre
con un par de pétalos aclarados
en mis ojos

 

este miedo, eternidad 

de eternidades, salir a la calle
con mi piel empapada y los puños quebrados,
con la impotencia como una piedra
de sangre entre las manos

 

camino con la mirada arrastrada,
con las costillas desnudas y el corazón
fracturado, con un temor tan grande,
lúbrico, oscuro, implacable,
que me hunde
la boca de un cuchillo
entre los días y pasos

 

 

X

 

para reafirmar la hombría,
me diste un cerdito y lo dejaste
conmigo, lo abracé
y durmió noches inmensas
en el corazón de mi cama

 

era mi amigo: cuatro patas
para sostener el cariño y el peso de una flor,

una cola rizada
para recorrer la cercanía y la ternura

 

fuimos juntos al lodazal
y el camino, a los pies chuecos
del árbol y a ver las mejillas
del sol detrás de las lluvias

 

pero ya grande el cerdo, crecido
como las sandías cuando
se hinchaban de verde,
tomaste mi mano, tomaste
su pata y nos llevaste al granero

 

pusiste el peso
de un cuchillo en mis dedos,
y me obligaste a punzarlo,
a hacer en su cuerpo
un dibujo de sangre

 

¡no seas joto! me dijiste,
y el eco de tu mano se sembró
en mi cara, ¡no seas joto!,

 

reiteraste, y el cerdo rugió
como rugía el cielo
antes de que las mejillas del sol
se asomaran
detrás de las lluvias

 

 

 

 

 

no más bukowski, por favor

 

 

señoros, entendimos su disertación
sobre las vaginas y el pájaro azul, y también la manera
en que el culo de sus gatos les recuerda
a las caderas
de su compañera o a las piernas de una secretaria
cuando caminan
y a ustedes se les prolonga
la vena
más hinchada de
todo su cuerpo

 

entendimos todas las referencias a la corona
de vacío que llaman alcohol, la manera en que los bares
les parecen el símil perfecto

de los jardines de babilonia
o la tierra prometida

 

entendimos
una a una
las cosas que quisieron nombrar,
lo oscuras que consideran sus palabras y lo cerca
que se encuentran de los balbuceos
de satán o la lengua opaca
de calígula,

 

señoros, entendimos
pero ya no queremos saber, tenemos suficientes
poemas acerca de mujeres pantera
que vienen y se van, bastantes composiciones
sobre cómo los abandonaron
después de robarles sus mejores escritos

 

ya estamos
cansados y alguien lo debe decir,
no necesitamos más tabernas para esbozar senos
ni más penes que se inclinan
húmedamente
en las esquinas

 

por eso, me atrevo a decirles:
no más bukowski, por favor, señoros,
el pájaro azul
se ha quedado sin cielo y necesita
nuevas disertaciones

 

 

 

 

 

 

minuscular

 

 

la queja es que no escribo
la palabra dios con mayúscula inicial,
que le quito
su halo celeste
y su estructura de telaraña sagrada

 

eso dijo él,
aquel maestro, señoro de señoros,
pulgar predilecto de dios,
orquestador
de todos los querubines

 

va a hacer planas 

hasta que lo entienda y lo escriba bien,

me dijo

 

yo acataba:

 

dios se escribe con d mayúscula inicial
dios se escribe con d mayúscula inicial
dios se escribe con d mayúscula inicial

 

pero, aunque lo intentaba, volvía
a caer, a tener cero
por las minúsculas trazadas
sin memoria de fe o aleluya

 

nunca corregí, mejor continué,
me dediqué a minuscular:

 

yo minusculo
tú minusculas
ella minuscula
y él también
nosotros minusculamos toda palabra
y así hasta el quiebre
de la gramática lineal,
hasta la dislocación del macho
y su lenguaje sin contracturas,

 

dios se minuscula, maestro,
se minusculó,
se minusculaba,
y se minusculará

 

usted y otros señoros
han sitiado las palabras
y hace falta exponerlo:

 

minusculantes seguiremos por la vida,
minusculando a toda hora

 

no tenemos miedo

 

minuscular es nuestra forma
de decirles:

 

no habrá tregua ni reposo

 

 

 

 

 

 

 

defensa de la ternura

 

 

dijeron que la ternura era instrumento de debilidad,
ley de juegos infantiles, decreto
de algodón de azúcar y cursilerías semejantes

 

pero no contaban con nuestros abrazos en la calle
ni nuestra capacidad para sentir,
para hacer de las banquetas hogares
de besos multiplicados y columpios
de manos sudorosas

 

han subestimado nuestra forma de querer,
nuestra negación del binomio y su amor deslavado,
nuestra ruptura con sus recipientes
de amor decimonónico
y simulacros de afecto

 

nada debemos y por eso
quebramos, hacemos pegasos de oración
con nuestros cuerpos, felinos
de centella en nuestros labios

 

ternura: cuerpos en margarita
que no deshoja su tiempo, amores multitudes
en camas matrimoniales, comer
la fresa y compartirla
con toda lengua, mirar al cielo
y romperle las ventanas

 

nos han subestimado
y esta es nuestra respuesta:
corazones hormiguero
para que todas entremos juntas,
caricias públicas
-interminables-
para que les rechinen las muelas

 

hoy ya no somos
sus amores de folleto
ni sus novelas de miel y sangre

 

¡rompemos todo!

 

ternuros, ternales y ternúricos,

así avanzamos,

 

tenemos campos de girasoles en el pecho
y nuestras raíces se alcanzan, abrazos de rizoma
y semilla, caricias amarillas
y afluencia

 

la luz sabe
que nos toca y en su mano
somos la multitud que alumbra
y quiebra

 

 

 

 

 

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