dehiscencia
hay algo en pensar cartografías
inequívocamente amoroso
crear un recorrido que acorte distancias
cuando el tacto
no puede afirmarse
entre manos y pies que enraízan
sobre estuco
hablo
sobre el brazo del agua
que nos recogerá
y volverá a juntarnos
si miro entrecerrando los ojos
este canal podría ser un fiordo
hay detalles en el vidrio
que nos permiten ver los paisajes
de otros modos
empaño la ventana
trazo un camino hacia la costa
podríamos recolectar conchas
machacarlas entre ellas
formar un puente
un ligero andamio
una calzada de piedras
hambre que persigue
una pregunta sostenida
enfilamos hacia las rocas
tus hombros delante de los míos
la caída de la luz
se pliega a los eucaliptus costeros
los pinos las docas
rastrean la orilla
como un alga de tierra
carne enroscada
toque y espasmo
el racimo de tus dedos
dibuja en el suelo
una construcción que se levanta
solo para desmoronarse
dación de tacto
dehiscencia que permea
para quedar por siempre
desmoronándose
hablo de la posibilidad
de que algún día esa arena
llegue a ser un vidrio
por el cual mirarnos
desigualdades del hielo
1.
las desigualdades del hielo
solo pueden ser medidas
mediante su crecida y decrecida
trizadura en cristales
resistentes
a toda apropiación de los números
hacen perder las piedras
en lo profundo de su coraza
allí cualquier yuyo
sabe cómo parar el tiempo
para la mala hierba
no hay estación agreste
resistir una helada o granizo
parapetándose al borde
de un peñasco
2.
quebrada la astilla es memoria sutil de su forma
imposible predecir los ángulos
que adopta
fundiéndose en los rostros de las cosas
se adapta a cuerpos de todo ángulo
no así del suyo
3.
cualquier yuyo sabe
creció a contrapelo
a labio desnudo un manojo de dientes
la lengua llagada con el filo de las hojas
a rape del suelo
raíz o gancho
lo que fue hielo
sobre agua
hiere la superficie
reparto impreciso
un cuerpo no puede sino
medirse contra otro
un músculo
informe frente a lo informe
a pleno escombro florece un yuyo
la materia midiendo
a su vez la materia
postales de invierno
resplandor
mecido de infancia
escucho la cordillera
santiago es glaciar a medio derretir
¿habrá sido esto
fiordo alguna vez?
valle ahuecado
ahora desierto
pienso en cómo caemos
espalda sobre espalda
cada vez
que su viento
nos arroja
las rocas inalterables de la cordillera
quebrándose
una ciruela
sobre el pavimento
podrían rasgarse en tu boca
los vacíos se palpan
fuerza mimética de la geografía
la carne misma
se vuelve espacio
mirar no lo es todo
postales de invierno
el frío parece la cosa más limpia
del mundo
allí
sobre un lago
que ya no es lago
sino espejo de hielo
un anillo
reflectante
procedo a extirpar
el órgano del dolor
guardar la piel
para cuando haya
motivos para tocar
la carne es una noción última
que no es unión
o compuesto
de dos sustancias
sino pensable por sí misma
un tropel de barro invade las algas
mi pelo en tu red
cubre el corazón del daño
un manto de adobe
escondido de la sinceridad
el pálpito se hace menos audible
ha parapetado la luz del invierno
sobre los cuerpos rocosos
pero quién quiere
amortiguar el amor
desgajo un trozo de naturaleza
para llamarlo paisaje
rayo sobre agua
agua sobre tierra
tierra sobre montaña
un sauce podrido floreciendo
tres monedas fluctúan
líneas adoptan
la figuración del lenguaje
las cosas
no pueden resistir por un tiempo indefinido
lugar de tránsito
el cambio
es también una forma en que el amor
se torna sustancia
una mueca se convierte en deseo
la piedra evoluciona con el tacto de la corriente
una llama curte su pelaje con el aire que respira
decir la permanencia de una huella
es relativo
la ternura es un paisaje en la deriva de los cuerpos
su roce concatenado construye una porción
unitaria de este amor
poema de amor en la tempestad
1.
un rasgo de nube
anida en el cielo
despeja
las formas mínimas de una tempestad
morosa contenida
la fractura de un sonido
apenas un sonido
un verbo
presiona como gozne
contracturado
rema entre la línea de tu ombligo
y mi cadera
niego un estrecho de brazo
porque quiero más que eso
si la ola no enternece la arena
he dejado un pedazo de mí
para desentrañar
en la fuerza del yerro
cómo habitas otro tiempo
junto al mío
2.
no hay azar en caber
sobre el hueco
de una mano vasta
peso sedimento
arcilla calcárea
una gruta
abriga el agua
en su corriente
el lastre de la noche me recibe
empapada
a codazos el mareo
canto a canto
los dorsos
rejuntados
3.
duermes en silencio el ansia
de un primer sueño compartido
acidez de la mañana
regusto guardado
en el vaso
de la mesa de noche
una isla sobre otra isla
allí donde se filtra
la indecencia del mundo
no es cierto
soy yo la que pierde
su agua en el sueño
no me reconozco
en el calor de la mano
antes adorada
cuando las lenguas
se remecen como una
caja de resonancia
en la nueva resonancia
para la sábana bajera
el movimiento no es virtud
más que escapar
a lo que envuelve
una boca que devora
sin dientes
así como se dibujan los pétalos
y se dibuja el fuego
la bruma se levanta contra el ventanal
con el amor demorado
de quienes pueden verse madurar
en el transcurso de los años