José Francisco Robles (Santiago, 1979) ha publicado poesía, traducciones y trabajos académicos en castellano e inglés. Su monografía Polemics, Literature, and Knowledge in Eighteenth-Century Mexico: A New World for the Republic of Letters (Voltaire Foundation, U. of Oxford / Liverpool University Press, 2021), fue ganadora del premio Louis Gottschalk 2022 otorgado por la American Society for Eighteenth-Century Studies de Estados Unidos. Su primer libro de poesía, Especies, fue publicado por Valparaíso Editores (Granada, España) en 2022 y el segundo, La isla blanca, por Libros de la Calabaza del Diablo (Santiago, Chile), saldrá a principios de 2024. En 2022 se publicó su edición y co-traducción de un volumen bilingüe inglés-español con la poesía de Vicente Huidobro, Poetry is a Celestial Attack / La poesía es un atentado celeste como parte de la colección Horizon Carré, iniciativa editorial de la University of Washington, RIL Editores y Fundación Vicente Huidobro, en cuyo comité participa. En 2024 se espera la aparición de La montaña de cristal, obra narrativa basada en su infancia durante la dictadura en Chile, la cual estuvo parcialmente financiada por una beca de creación literaria del Fondo del Libro del gobierno chileno. Actualmente, Robles vive en Seattle donde es profesor asociado de literatura hispánica en la Universidad de Washington.
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Pacífico
Este es el océano
que conoció tu padre
cuando soñaba
con un mundo sumergido
tras el cielo de plata y la bruma.
Este océano
me llevó y me trajo
entre sus encajes
cargados de arena y aire.
Aquí nací,
sobre esta tierra,
espina de dolor.
Aquí tallé mis pies
que se fueron
para encontrarte
en tierra de lluvia.
Pero este mismo océano
nos hizo amar
el alma de las cosas
que has descubierto
en tus primeras tardes
de sol.
Cosas que se aman
y se tocan y se huelen
como ese pino alto y seco
de nuestro jardín en otoño.
Primavera en Bellingham
¿Cuál es nuestro lugar en el mundo?
Elizabeth Park tiene un cielo de párpados,
catedrales de madera que parecen árboles,
helechos verdes, fríos y luminosos,
tulipanes frescos ofreciendo coloridas mieles.
Por aquí pasamos
y nos llevamos un poco de su aire:
la primavera ha sido generosa
y nos ha dicho que este es,
por un instante,
nuestro lugar en el mundo.
Huellas, pensamientos felices y amor
han hecho su nido
entre el crepúsculo y el océano.
Las islas que se ven desde la bahía,
esas islas que visitaremos antes del fin,
dan señales inequívocas
de que la inmortalidad
es una obra silenciosa de la lluvia.
Tepoztlán
Todas las noches del mundo
suben su agua oscura
por los ojos de estos árboles.
Y se sientan a mirar
los espejos de los tejados,
las hormigas muertas que dejó el día,
los hocicos mojados de los perros
que beben su último charco
y se despiden de unas manos frías.
Mudo mundo entrando en la flor
como una abeja sin zumbido.
En todas las noches del mundo
la vida sube tan alto
que trae gigantes de enormes dedos
que rompen en estrellas
el olvidado rumor del cielo.
Tinieblas blancas ocultan todo,
luminosas como heridas de la mañana.
En todas las noches del mundo,
como en esta noche,
se escucha a la abeja beber dormida la vida
como la efímera reina de la memoria.
La noche que llega
Este es el momento
más esperado.
Es la noche la que ha caído
lentamente,
como un árbol enorme
cuya copa se derrama en la mañana.
Y se oyen palabras que huyen de labios
para abrazarse a licores y fragancias
que descansan al pie del fuego.
Este momento es un cristal frágil,
una pausa esperada en la penumbra,
el aroma de los canales arrastrado por el viento,
la unidad que solo la felicidad
y la oscuridad poseen.
Este es el momento
de cerrar las promesas del día,
de tocar con humildad
las manos de un minuto
y desearle un buen viaje a la arena
que se va a unir
con la aurora que alguna vez fuimos
y que alguna vez volveremos a ser.