Noviembre
Yo tuve una mujer. Era noviembre: mes transparente, aéreo, delgado como un fino cristal,
como una laminilla del ópalo más frágil.
Teníamos una casa.
Nuestra casa tenía un patio accidentado donde brotaba una gran roca oscura:
tronco del tiempo, raíz de un gran dolor.
Patio de piedra negra y hiedra verde bajo la sombra de los robles.
Piedras con musgo en la estación de lluvias
y manchas ocres en el noviembre funeral.
Fue en un claro noviembre:
Yo tuve entre mis manos la urna y aún quemaba.
Nunca estuve más solo que en noviembre.
Nunca estuve más solo en los primeros aletazos del frío:
Solo la roca negra guardaba para mí un poco de sol pálido.
Anochecía.
Tras la cortina verdinegra veía arder la ciudad: la gran herida:
millones y millones de lenguas articulando billones de palabras:
ninguna para mí.
Yo quería mirar
pero del cielo fracturado se desprendían ya los primeros fragmentos.
Noviembre ya tenía la voz enronquecida.
Vendrá otra vez Noviembre.
Y otra vez.
Y otra vez.
Y yo seré un anciano de voz pausada y frágil
que guardará en su pecho
como una fruta seca
un corazón pequeño
ligeramente amargo.