ELEGÍA 1938
Carlos Drummond de Andrade
Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no contienen nada ejemplar.
Practicas, laboriosamente, los gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, hambre o deseo sexual.
Los héroes llenan los parques de las ciudades en las que te arrastras
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.
De noche se nubla, abren sus paraguas de bronce
o se guardan en los volúmenes de siniestras bibliotecas.
Amas la noche por el poder de aniquilación que encierra
y sabes que, cuando duermes, los problemas te eximen de morir.
Pero el terrible despertar demuestra la existencia de la gran maquinaria
y te repones, pequeñito, frente a indescifrables palmeras.
Caminas entre los muertos y con ellos conversas
sobre cosas del tiempo futuro y negocios del espíritu.
La literatura arruinó tus mejores horas de amor.
Al teléfono perdiste muchísimo tiempo por sembrar.
Corazón orgulloso, tienes prisa por confesar tu derrota
y posponer para otro siglo la felicidad colectiva.
Aceptas la lluvia, la guerra, el desempleo y la distribución injusta
porque no puedes, tú solo, dinamitar la isla de Manhattan.
ELEGIA 1938
Trabalhas sem alegria para um mundo caduco,
onde as formas e as ações não encerram nenhum exemplo.
Praticas laboriosamente os gestos universais,
sentes calor e frio, falta de dinheiro, fome e desejo sexual.
Heróis enchem os parques da cidade em que te arrastas,
e preconizam a virtude, a renúncia, o sangue-frio, concepção.
À noite, se neblina, abrem guarda-chuvas de bronze
ou se recolhem aos volumes de sinistras bibliotecas.
Amas a noite pelo poder de aniquilamento que encerra
e sabes que, dormindo, os problemas te dispensam de morrer.
Mas o terrível despertar prova a existência da Grande Máquina
e te repõe, pequenino, em face de indecifráveis palmeiras.
Caminhas entre os mortos e com eles conversas
sobre coisas do tempo futuro e negócios do espírito.
A literatura estragou tuas melhores horas de amor.
Ao telefone perdeste muito, muitíssimo tempo de semear.
Coração orgulhoso, tens pressa de confessar tua derrota
e adiar para outro século a felicidade coletiva.
Aceitas a chuva, a guerra, o desemprego e a injusta distribuição
porque não podes, sozinho, dinamitar a ilha de Manhattan.