Alí Calderón (Ciudad de México, 1982) ha publicado el libro de poemas El sin ventura Juan de Yuste (Plural, Bolivia, 2023; Valparaíso Ediciones, España, 2023; Círculo de Poesía Ediciones, México, 2024). Se trata de un libro escrito en torno a un episodio poco conocido en la historia de la Conquista de México.
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E digo que había una voz: El sin ventura Juan de Yuste de Alí Calderón
E digo que era una voz y la voz hablaba aquí, ahí, en El sin ventura Juan de Yuste, con un enredo, con sintaxis de enunciación que se hacía forma e sujeto, e que hacía que su cadencia se siguiera a pesar de hallarse con lo oscuro, que era laberinto y las ganas de salirse de éste. E era una voz que arrancaba con un “e”, que era decir que antes como de siempre ya había algo, e era lo ausente, el drama, la historia e la voz que aquí venía a contarnos de las resoluciones del sin ventura, de aquel, del muerto, de Juan de Yuste, e que venía de lo lejano a sonarse a lejos y a ruina porque era desde allá, desde la Historia, desde la Muerte que venía e que fablaba (que es fabular y hablar al uno).
E digo que era una voz y la voz erraba adrede con los nombres del huey tlatoani del México-Tenochtitlán e consorte de Ecatepec al decirlos Motezuma, Motecsuma, Mutezuma, Montezuma, Montecuhzoma. E en la forma de errar yacía la gracia, pues ya de todo el mundo es saber que la Historia no es más que la suma de errores que se guardan del fuego. Aquí las palabras rebuscando entre las cenizas para mostrarnos todo aquello que era lo que nos quedaba después de tanto incendio.
E digo que era una voz y la voz era muchas ánimas juntas en una la misma garganta e que las voces chocaban entre sí e eran tumulto e las unas decían “Aquesto lo vi de mis propios ojos” trocándose entonces testimonio, estar ahí; e las otras decían ahí mesmo “¿Y qué pollas / escribe / en ese libelo / desfavorido / y con el ánima / atravesada / en la garganta?” (folio 33). Ansí entonces digo que eran muchas e contradicientes: era yo y era él y eras tú que leías ahí esa voz. Y digo que esto es lo mesmo que ha dicho un tal Miqael de Deguy e Juan Miguel de Maulpois pero aquí con el sin ventura llevado a todos sus extremos y aún mejor porque es poesía y grácil y verso.
E digo que era una voz que se transitaba de la Historia a sus sujetos, de los públicos a los privados, de las batallas a los enseres, de la Historia a quien la sufre y que ese que sufre se decía dolor y ternura, como en aquel el poema “Si pienso en vos la brizna” donde se dice “Subiré los peldaños de su cú / para mirar y recordaros / para cobrar anélito / e decir que sin vos no soy / que juntos otra vez seremos todo” (folio 37). E digo que ahí y en lo alto de aquel cú también yacía la forma de hacerse más grande con lo de uno que con lo de todos, de enseñarnos y enseñarte que los dolores del yo son suma de los del mundo, que como en el mesmo tenor que el ya antiguo aquel de Hipona se decía “todo está en ti, todo contigo”.
E digo que era una voz que se volvía en veces yo en veces forma varia y en veces y de varias maneras se sorteaba para hacerse prosa, para hacerse nota, para hacerse imagen, ícono, plástica e símbolo; y en veces era cosa que no acababa de terminar, y en veces era cosa que comienza por la mitad tajando a otra y siempre y nunca en veces era poema y poesía.
E digo que era una voz que otras las menos fue rumor a veces en parco rozando el silencio, y era una que hablaba en varios y al final se decía: “Aunque nadie sabe si pasó ansí” e no importaba, porque la historia ya se sabe se hacía y se hace ansí, del rumor y del silencio también. E también de las otras voces, las que hablaban en voz de aquellos que a según el Bartolomé “gentes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente conocieran a Dios” y que dicen en poema “Naceré en otro tiempo / allá adelante” (folio 51, atiéndase la nota al pie en la versión castilla) y hoy se enrevesa porque hoy que es allá adelante se es también atrás y junto y lejos y nos dice ansí que de otro modo que vas a ser el mismo, por aquella la cadena y la condena de la Historia a repetirse, e serán las voces que son una y otra vez olvidadas e digo que hay una voz que casi no se oye aquí pero que retumba y que duele y que es poema.
E digo que era una voz y que hablaba entre los siempres desde cerca de la muerte. Y la voz se llamaba a veces Pero Villalobos y a veces Cristóbal Baldovinos y otras Bartolomé Cerveri y en veces seguía hablando más allá de la muerte y se hablaba ya muerto y era otra vez poema y decía que miraba la muerte del caballo y decía y se preguntaba: “Hanme matado mi caballo / Cercenaron su testa / Agora puedo verlo clavado en unas vigas / Despellejan también a naturales y han ofrecido al sol sus corazones / Vi comerles sus carnes como tienen a bien comerse los perrillos / Non conocí que ya cuando podrido e sucio / amargaba mohoso el pan cazabe me estaba de la mano del Señor/ Qué son estos escollos resonantes” (folio 59).
E ansí preguntaba y yo digo que sí que resonante y que era una voz que se hacía Historia y se volvía para apretar la Historia como cuerda al mismo tiempo. Pues era Yuste contra lo que se contaba, y era lo que se contaba contra lo que se había vivido en otra carne. Y una voz ahí decía “Dicen que de Cortés quedó una mano / ya sin músculo sin carne sólo el hueso / cinco huesitos desastrados en ofrenda de su dios / Ya se llevan a Juan Fuentes que huyendo de la pobreza vino a dar en estar zarrabustío / Soy Juan de Yuste / Soy el postrer cristiano de la tierra” (folio 62). E entonces digo que la voz ahí en el libro de los poemas de Calderón es fervor y temperatura y lírica: digo que es la historia que está antes de la lápida que está antes del testimonio que está antes de quién lo leyó. Todo ahí en el poema que se dice “Que Gonzalo de Sandoval halla en Tecoaque a su paisano Juan de Yuste e lo que luego recontó”; ahí donde el fin de la historia de nuestro sin Ventura, pero no del libro que sigue y que nos cuenta la Historia de aquel Bernal que habla desde Guatimala, ese que cierra el libro, e las otras voces que se interjectan, las de los naturales, la del tiempo, la de las crónicas, la de hoy que lees aquí, de aquel Alí de Calderón, pues digo que era y había una voz y eras tú y nosotros acá los congregados, el que lee y que resuena y que devuelve de la muerte al sin ventura, al Juan de Yuste.
E digo ha venido para decirnos mira aquí sus despojos, mira aquí las ruinas, mira aquí “Todas las casas llenas de indios muertos / Torres de ídolos y casas y otras aberturas de zanjas y puentes llenas de mexicanos muertos / Y las llamaradas en que el cú mayor ardía”. E digo que nos dice mira cómo le transcurrimos a la Historia. E solamente he querido venir acá a decir que había una voz y decía mira cómo decimos juntos, después, en los finales que “Cesaron las voces y el ruido” (folio 68).
Gustavo Osorio de Ita
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