Poesía brasileña: Hilda Hilst

Leemos, en la traducción de Indira Díaz, algunos textos de la poeta brasileña Hilda Hilst (1930-2024). Es una de las autoras de culto en su país. Además de poeta, fue narradora. Pornógrafa. Recibió el Premio Jabuti en 1994.

 

 

 

 

 

 

Hilda Hilst​​ nació en​​ Jaú,​​ São Paulo​​ en​​ 1930​​ y murió en Campinas​​ (SP) en​​ 2004. ​​ Fue una de las más importantes escritoras brasileñas del siglo XX, publicó una obra​​ vasta y versátil en​​ los géneros de​​ poesía, ficción, crónica y dramaturgia.​​ Autora de más de 15 libros de poesía, entre los que destacan: Presságio (1950), Balada de Alzira (1951), Sete cantos do poeta para o anjo (1962) y, Cantares de perda e predileção (1980). ​​ Recibió numerosos reconocimientos como el Prêmio PEN Clube de São Paulo, el Prêmio Jabuti,​​ entre otros. La siguiente​​ muestra fue seleccionada y traducida por​​ Indira Díaz.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

No hay silencio que baste​​ 

Para mi silencio.

En las prisiones y en los conventos

En las iglesias y en la noche

No hay silencio que baste

Para mi silencio.

 

Los amantes en el cuarto.

Los ratones en el muro.

La niña

En los largos corredores del colegio.

Todos los perros perdidos

Por los cuales he sufrido:

Mi silencio es mayor

Que toda soledad

Y que todo silencio.

 

 

 

 

 

 

 

Não há silêncio bastante
Para o meu silêncio.
Nas prisões e nos conventos
Nas igrejas e na noite
Não há silêncio bastante
Para o meu silêncio.

Os amantes no quarto.
Os ratos no muro.
A menina
Nos longos corredores do colégio.
Todos os cães perdidos
Pelos quais tenho sofrido:
O meu silêncio é maior
Que toda solidão
E que todo o silêncio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me mataría en marzo

si te parecieras​​ 

a las cosas perecederas.

Pero no. Fuiste casi exacto:

dulzura, calma, amor, amigo.

 

Me mataría en marzo

de no ser por esta nostalgia que tengo de ti.

Y la​​ incertidumbre​​ del descanso.

Si yo sobreviviera casi nula,​​ 

Inerte como el silencio:

El verdadero silencio de catedral vacía,

sin santo, sin altar. Sólo yo misma.

 

Y si no fuera verano,

Y si no fuera el miedo de la sombra,

el miedo de la lápida en la oscuridad,

el miedo de que sobre mí

broten plantas​​ y​​ entierren

sus raíces en mis dedos.

 

Me mataría en marzo

Si el miedo fuera amor.

Si marzo, junio.

 

 

 

 

 

 

 

 

Me mataria em março

se te assemelhasses

às cousas perecíveis.

Mas não. Foste quase exato:

doçura, mansidão, amor, amigo.

 

Me mataria em março

se não fosse a saudade de ti

e a incerteza de descanso.

Se só eu sobrevivesse quase nula,

inerte como o silêncio:

o verdadeiro silêncio de catedral vazia,

sem santo, sem altar. Só eu mesma.

 

E se não fosse verão,

e se não fosse o medo da sombra,

e o medo da campa na escuridão,

o medo de que por sobre mim

surgissem plantas e enterrassem

suas raízes nos meus dedos.

 

Me mataria em março

se o medo fosse amor.

Se março, junho

 

 

 

 

 

 

 

IV

(fragmento)

A Vinicius de Moraes

 

A la hora de mi muerte

estarán a mi lado más hombres

infinitamente más hombres que mujeres.

(Porque fui más amante que amiga)

Sin duda dirán cosas que no fui.

O entonces con gran generosidad:

No era mala poeta la pequeña Hilda.

 

Tendré rosas en el cuerpo, en las manos, en los pies.

Lo sé porque hice un pedido cursi

A mi madre: “Quiero tener rosas conmigo

A la hora de mi muerte”.

 

Y habrá rosas,

Son todos tan delicados

tan delicados…

 

A la hora de mi muerte​​ 

estarán a mi lado más hombres

infinitamente más hombres que mujeres.

 

Y uno de ellos dirá un poema siniestro

a modo de balada en​​ tono menor...

 

tiene tanto miedo de la tierra

la muchacha que hoy entierran.

Hizo un poema, hizo un soneto

mucho más mío que de ella

Lá, lá, ri, lá, lá, lá, lá.

 

 

 

 

 

 

 

 

IV

[fragmento]

A Vinicius de Moraes

 

Na hora da minha morte

estarão ao meu lado mais homens

infinitamente mais homens que mulheres.

(Porque fui mais amante que amiga)

Sem dúvida dirão as coisas que não fui.

Ou então com grande generosidade:

Não era mau poeta a pequena Hilda.

 

Terei rosas no corpo, nas mãos, nos pés.

Sei disso porque fiz um pedido piegas

à minha mãe: “Quero ter rosas comigo

na hora da minha morte”.

 

E haverá rosas,

São todos tão delicados

tão delicados…

 

Na hora da minha morte

estarão ao meu lado mais homens

infinitamente mais homens que mulheres.

E um deles dirá um poema sinistro

a jeito de balada em tom menor…

 

Tem tanto medo da terra

a moça que hoje se enterra.

Fez poema, fez soneto

muito mais meu do que dela.

Lá, lá, ri, lá, lá, lá, lá.

 

 

 

 

 

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